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~Invitación~

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~Invitación~

No había tenido una buena mañana, empezando por los tontos berrinches de Bel; quería desayunar yogurt con cereales de chocolate y no de vainilla,
Seguido de una serie de llamadas tediosas de Draco que me hizo enviarle un mensaje de voz gritándole: ¡Este día no voy a clases...maldito despistado!. Le avisé toda la semana para evitar estas cosas; terminando hasta el momento con el mal entendido del subterráneo.
Tengo el cachete con una marca roja enorme y ardía como mil infiernos juntos, llego al local de Remus abrí la puerta de vidrio, una campana sonó alertando mí entrada.

-¿Alguien?.- pregunté

-¡Acá arriba!.- respondieron.

Subí por las gradas circulares, el espacio de abajo tenía certificados de concursos ganados, trofeos, partituras y fotos colgadas en la pared.

Al llegar, él estaba agachado arreglando un estante de libros que supuse pertenecía a Tonks por los títulos. Se enderezó y elevó una ceja cuando vio mí mejilla.

–Mejor no pregunto - Apretó los labios – Solo dime si...

–Peliroja...– ladeó una sonrisa bajo su bigote interrumpiendo la campana sonó de nuevo.

–¡Ya estamos aquí! – La voz de Tonks resonaba por el local, asomamos la cabeza, cargaba a Teddy en su pecho y agarraba de la mano a mí hermano que comía un helado –¡Harry! –saludó animosa.

En ocasiones me preguntaba cómo esos dos terminaron juntos y ahora tenían un hijo de aproximadamente un año, si él es el tipo de hombre que le gusta la calma y el órden, la mayoría de veces vestía con pantalón de tela, camisas y sacos de lana, nada extraño para un violinista retirado de treinta y siete años que imparte clases lunes, miércoles y viernes.
Por otro lado está ella: Nymphadora, una mujer de veinticinco, con el cabello castaño que cambiaba de color en las puntas por un rosado fuerte, le gustaba vestir con abrigos largos, jeans negros o azules, camisetas y botines, al igual que Remus daba clases de algunas lenguas romances los martes, jueves y sábados.

El amor llega a ser tan enigmático.

–¿Qué te paso? – preguntó mientras subian.

–Mujeres – Respondí simplemente, no quería contar el problemón que se armó hace rato, pegó su mano a mí hombro y susurro: Te lo mereces por andar de picaflor.

–¡San Potter! – me abrazó Bel, al terminar lo que comía.

–¿Por qué te alías con Draco para ponerme apodos, Belre?

–Porque somos familia y porque es mejor jugador que tú en serpientes y escaleras.– Odiaba ese juego, desde la navidad pasada, no podía ganarle a un niño de nueve años, más mocoso que todos juntos con gripe. Pero es que Draco Malfoy lo hacía parecer tan simple para ganar, tira los dados y le sale par. ¡Ganó!.

Por Una Apuesta Y Un Mal Entendido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora