El fin de la mentira

109 8 0
                                    

Steelo:

Había pasado ya el mes desde que mi nena encargara la moto. Por suerte en todo ese tiempo nos había atendido mi colega Michael "Tomahawk" Hillstrandt, el gemelo de Coyote y rastreador de Los Bombers. Ambos son como el día y la noche.

A regañadientes volvía a dejarla en el maldito edificio aquel para que visitara a su maridito. Yo llevaba todo ese jodido mes saliendo con Valerie. Por supuesto que no habíamos follado, pero sí que habíamos echado unos cuantos polvos secos que no me habían servido de nada. Ella no era Noah. Nunca lo será.

Veía a mi nena alejarse con su pasito nervioso por el retrovisor de mi R8 rojo y negro. Apreté el volante como si fuera el cuello de ese desgraciado, luego lo golpeé con furia mientras ella se perdía por el hall del edificio...

Noah:

Me retoqué el maquillaje en el ascensor. No podía evitar la alegría de imaginarme la cara de Payton cuando viera su regalo. Seguro que le gustaba. ¡A mí me encantaba! El señor Hillstrandt es un verdadero artista. Saqué del bolso el frasquito en forma de corazón con mi perfume y me eché un par de gotas.

El ascensor se detuvo en la planta del despacho de Payton. Salí con la sonrisa en el rostro. Parecía que no había nadie. Su asistente, Grace Stevens, No estaba en la mesa. Era posible que hubieran salido por algún caso. No sería la primera vez. Quizá están en una reunión.

Me acerqué a la pulcra mesa de la mujer. Era una maniática del orden. Con curiosidad vi sus fotos familiares. Había una de una preciosa niña rubia de unos cuatro años, de hecho, la conocía, era paciente mía, se llama Candance. La pequeña exhibía una enorme sonrisa a un hombre que la sujetaba en brazos y que le daba la espalda a la cámara, supuse que sería su padre, el marido de Grace.

Y yo con las neuras de que iba detrás de Payton.

Había también otra foto en la que aparecía Sheryl, su hermanita de dos años. También era paciente mía. La niña yacía adormilada en el fuerte regazo del mismo hombre al que no se le veía el rostro. Sheryl y Candance eran dos auténticas bellezas.

Los amortiguados sonidos en el despacho de Payton me sobresaltaron. Solté las fotos, las recoloqué tal y como las tenía Grace. Entonces pensé que quizá él seguía en su oficina pero que la asistente ya se había ido.

Abrí la pesada puerta de madera sin molestarme en llamar.

¡Oh Dios mío!

Grace Stevens estaba a horcajadas sobre Payton. Como Lady Godiva. Moviendo sus caderas contra las de él. Payton Jugueteaba con los enormes pechos de ella que sobresalían de su blusa de seda malva.

— ¿¡QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO AQUÍ!? — Vociferé completamente sorprendida.

Payton abrió los ojos solo para mirarme y abrazó a la mujer por la cintura. Le dio un beso en los labios y le ordenó.

— No te muevas muñeca— su voz estaba ronca por la excitación—. ¿Qué carajo haces tú aquí? — Me espetó.

Jamás me había hablado así.

— Venía a darte una sorpresa— fue lo único que pude vocalizar. Tras recomponerme un poco continué—. ¿Me explicas qué demonios significa esto?

— ¿Celosa? — Negué con la cabeza temblando de pies a cabeza—. Gracie y yo estamos celebrando que vamos a ser padres por tercera vez.

¿¿¿Padres???

¿¿¿Tercera vez???

Esto no puede estar pasando. No sé cuántas veces me repetí aquello. Parecía una broma de muy mal gusto.

Y comenzó con un beso +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora