"No, no, no, no, no."
Se dice a sí misma por lo bajo mientras camina de un lado a otro, la bandeja de cartón con las bebidas temblando en sus manos.
¡Que no!
Debía de ser un producto de su imaginación, sí, eso debía ser. Amelia no podía trabajar en su hospital, simplemente, no era posible. Mujeres como ella no dedican una década de su vida entre libros, cuando podían pasarlo de lo lindo actuando o posando para portadas de revistas.
"Pfftt, estás loca Luisita, no hay otra explicación, ya está."
"Hija, ¿te encuentras bien? Parece que hubieras visto un fantasma."
Se dirige hacia ella una mujer mayor con una redecilla sobre la cabeza, que reconoce como personal de cocina. Ella también cargaba con una bandeja, la cual llevaba de alimentos.
"Sí, gracias." Le responde, internamente aliviada de que alguien más la sacará de su pánico mental.
Luisi siente su móvil vibrar a través de su bata. Sólo podría ser la mismísima Dra. Martínez. Peor que tener un grupo de médicos agobiados por una nueva mañana de trabajo, era tener un grupo de médicos necesitados de cafeína agobiados por una nueva mañana de trabajo.
Decide no contestar ante la difícil tarea de ver la pantalla del móvil mientras carga con múltiples vasos llenos, y opta por presionar con su codo el botón de subir del elevador. Ya analizaría la posibilidad de una creciente y preocupante obsesión por una extraña, después.
**
"¿Y qué piensas de lo que os acabo de proponer?"
"¿Perdona?"
La morena se resiste al deseo de tallarse los ojos, y parpadea lánguida mientras ve las puertas del elevador cerrarse frente a ella. Qué vea una chica rubia, no quería decir que fuera su chica rubia. De los miles de rubias que había en Madrid, las posibilidades eran abismales. No se la podía sacar de la cabeza, eso es lo que pasaba.
"Amelia, ¿acaso has escuchado una palabra de lo que te he estado diciendo?"
'La verdad muy poco' es lo que verdaderamente quería contestar a Domingo. Pero que este hombre fuera su jefe inmediato se lo ponía difícil.
"Disculpa, Domingo, la verdad que no funcionó muy bien sin cafeína, hombre," intenta bromear. A su lado, el Dr. Domingo Calleja Ruiz, no parece haberlo encontrado gracioso en lo absoluto.
Para su alivio, su conversación se ve interrumpida por el timbre de llegada al piso del elevador. Domingo le hace señal con la mano a Amelia para que salga primero, y juntos se encaminan rumbo al aula de reuniones cómo se les había notificado el día anterior.
"Te recomendaron para dar seguimiento a la nueva línea de investigación en células madre y fertilización in vitro, Amelia." Le suelta en el pasillo antes de entrar a su destino.
"Mira Domingo, veamos primero que necesita Cristina, y después ahondaremos en detalles, ¿vale?" le dice antes de abrir la puerta, sin dejarle espacio para replica.
Lo que le estaba diciendo significaría para muchos un honor– un premio– pero Amelia sabía de dónde venía esa recomendación y se podía pensar una que otra intención oculta detrás de la propuesta de su jefe. Pero, primero era lo primero, y Cristina Martínez, la jefa interina del departamento de Obstetricia los había citado el día de hoy antes del inicio de labores.
"Buenos días, todos." Saluda Amelia a los presentes en la habitación con una sonrisa como es su costumbre.
Ya adentro y sentados, reconoce a Guillermo Galán uno de los perinatólogos más reconocidos en el hospital, sentado al lado del Dr. Emilio Santos, o "Lenin" como le llamaban por cariño sus allegados, el jefe de ginecopatología. Había estado cubriendo ambos departamentos en su corta estancia en el hospital, y por ende los conocía en persona. Fuera de ellos, Domingo Calleja, su actual jefe en el departamento de reproducción asistida y Cristina Martínez, las múltiples caras que veía no le eran del todo familiares.
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Limerencia
RomanceEs el primer día del resto de su vida para Luisita Gómez Sanabria. ¿Quién iba a pensar que su vocación asistencial la llevaría a seguir los pasos de su abuelo y estudiar medicina? !Y especializarse en uno de los mejores hospitales de Madrid! ¡Qué va...