CAPÍTULO 2

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Black era el nombre con el que había bautizado a su inoportuna e imprudente cola negra, aunque no recuerda cuando lo hizo está seguro que no fue un bautizo formal con la presencia de un cura de alguna iglesia, de lo contrario su cola no estaría poseída.
Creo que tiene sentido, miau.

Su cola era una muy fiel representación de lo más Black de Bleu, aunque... después de todo, es imposible ser un gato malo si eres azul, miau.
Los estereotipos son usualmente muy convenientes, muy reales ocasionalmente, incluso para mentes cuadradas, como la televisión de Beatriz, donde brotaba mas mierda de la que en un mes blue haría.

A veces convenzo a Bleu de defecar en sus vestidos, no porque fueran rojos, ¡Para nada! Sólo era un regalo en devolución a cuando Beatriz se iba y dejaba la televisión encendida.

Black siempre le reprochaba su color azul.

Aunque para el escepticismo de Black y su complejo de dictador intelectual del siglo XlX, Black parecía exiliado de los sentimientos, ocasionalmente de su propia identidad. Black No sabía claramente si era la cola de un gato, una serpiente bíblica pegada a un gato como alguna clase de castigo divino, o el bigote de Nietzche.

¡No hay forma de que sea tan desgraciado para que seas mi gato!

Lo dice la serpiente con forma de cola que se salió de una puta Biblia  y ahora quieres joderme, ¿No?

Bleu, tú no eres un gato, eres el azul de un pobre gato sin color.

Bleu no tenía duda en que su cola tenía vida, pero aún no sabía si era la serpiente endemoniada de la biblia de Beatriz, o el mismísimo bigote de Nietzsche. Pero a diferencia de los perros, Bleu no iba a estar persiguiendo su cola durante horas, lo llevarían al Psiquiátrico por un comportamiento obsesivo compulsivo o peor aún... los humanos le dirían algo como:
Aww que adorable criaturita.

No hay mayor insulto, miau.

Entonces un grito agudo y chillón salía del cuarto de Beatriz

¡Dios mío gato!
siempre andas maullando por ahí irrumpiendo mi tranquilidad, ve a dar una vuelta por ahí.
Entonces la vieja Beatriz me cogía de mi... no tan mío pelaje azul y mi piel se estiraba como spaguetti con el agarrar de sus largas uñas postizas que parecía tenedor y luego me acercaba a su horrible, vieja, gorda y arrugada cara excesivamente maquillada.

Ella usaba un labial que ponía brillo en sus gruesos labios, su color era imperceptible pero olía a rojo, el color de todo lo prohibido, del peligro, la pasión, lo vivo, por lo que merece vivir y a su vez lo que te hace querer morir varias veces. El amor curiosamente rojo, también es ciego y yo por lo menos... no veo ni el amor ni el rojo, no veo una mierda de color, ni una mierda de sentimiento real en el mundo, y creo que es mejor así.

Beatriz Me agitaba y sentía mis sesos removerse, licuarse por dentro mientras me decía:
¡Eres muy azul gato!
Y sus palabras me manchaban un poco de rojo y como en la escena de los programas que veía Beatriz, yo entrecerraba mis ojos recibiendo un aire digno de un ventilador barato que simulaba la gracia de dios que me recordaba a un programa mexicano de una rosa y unos milagros.

¡Ponte las pilas!

Los arrugados labios de Beatriz  portaban ese color para hipnotizar a sus presas, para dominar al mundo, para doblegar a la humanidad y prenderle fuego al mundo.

El cabello de Beatriz parecía esos macarrones que comía sin modales en su desayuno, su cabello rubio era tan falso como las sonrisas forzadas que a veces me lanzaba cuando halaba mis bigotes. Ella era desagradable, y aún así aunque yo no era un mal gato tenía un primer plano de su arrugado rostro con papada incluida como desayuno.

A todos nos toca comer un poco de la mierda en un mundo de mierda con personas de mierda que defecan mierda para comer mierda en un día de mierda.

¡No digo personas de mierda porque sean malas!
No hay tal cosa como una buena o mala persona; lo digo porque no me creo que el hombre haya sido creado del barro, debió ser la mierda de dios, así todo tendría más sentido, miau.

Beatriz me balanceó y me lanzó por el balcón, desde el segundo piso con una risa que de no ser por el labial infundiría terror.

Caía en mis cuatro patas como un gato normal y me aliviaba de serlo.

-Gracias a dios que decidí tener un gato y no un bebé-
dijo Beatriz exponiendo sus dientes torcidos.

Beatriz era la señora que se hacía cargo de Bleu, tenía unos 45 años que parecían 60.

Y que en años gatunos ya debería haber pasado más de sus 7 vidas.

La muerte es bastante caprichosa con quién se lleva, no es una recogedora de basura, es una experta en seleccionar antigüedades para evaluarlas en los precios más desorbitados.

Es difícil saber si a Beatriz ya le tocaba o no, para algunos su peor castigo es seguir vivo.

¡Que maldito asco Bleu!

Bleu ya había manchado el pavimento con pelusas azules tras el recuerdo de la cara de Beatriz

𝑬𝑳 𝑴𝑰𝑪𝑯𝑰 𝑫𝑬 𝑵𝑰𝑬𝑻𝒁𝑺𝑪𝑯𝑬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora