CAPÍTULO 3

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Llegaba la noche y lo interesante comenzaba con el morir del día, no solo porque mi melancólico pelaje de gato azul era camuflado por el velo de la noche, era que todo es mejor en la noche; el viento, el aire, las calles desoladas, los zombies en la intemperie.

Dicen que las cosas más extrañas no ocurren de noche, ocurren porque es de noche precisamente, el hechizo de la luna es poderoso. Pensar que tal astro luminoso no es capaz de iluminar completamente la oscuridad que conserva el ser humano en sus adentros, pensar que no es culpable aquel que destruye, es el que ve todo destruyéndose y no hace nada, deleitando su putrefacto inconsciente que va a definir el futuro de un país sin ambición. ¡Del mundo!

Aquellos espectáculos que solo Latinoamérica se atreve a revelar van más allá de la perfección de sus paisajes naturales, ¿Hay acaso algo más hermoso que sus playas, sus paisajes, su gente bella y su gastronomía?

¡El caos tan hijueputa!

El espectáculo que hace el circo de nuestro país es impresionante para los gringos.

Imagínese usted un país de ovejas gobernado por las siniestras garras de un lobo paisa y ahora por ese mismo lobo, pero a la derecha de un cerdo rolo. ¡Eso es cosa de locos!

El sol ilumina tan magníficamente esta tierra que parece oro. ¡Todo lo que brilla no es Oro! dijo el pescador llevado del putas que mientras caminaba en la playa vio algo brillar entre la arena y no era más que una tapa metálica de una Club Colombia.

¡Qué vida tan hijueputa!

Pero que lo diga la luna que yo estoy exagerando, que ella es testigo de este mierdero paradisíaco y que informe a las autoridades competentes del cielo si es que no lo ha hecho. O que lo diga este vagabundo muriendo de sobredosis en el pavimento con una puñalada en el tronco. Y si no le creen que lo diga la muerte que se lo está llevando con suave caminar, con su vestido negro y una divinidad tan seductora que afrodita podría ser una puta impostora.

Maldito gato alcohólico, dijo Black, es una prostituta larguémonos de aquí.

Me desplacé de un brinco a unos escombros de ladrillos. No sin antes ver la expresión facial del difunto, su rostro era de amargura, como quién no quería morir, como quien nunca entendió que significa la vida, sus implicaciones, sus caprichos, sus mierdas; y es que no es la muerte quien nos mata, es esta vida rota que con el tiempo nos arrebata el aliento.

Aquel hombre se había desangrado tanto en vino que como esponja se había encogido de tal forma que se convirtió en un pequeño niño de unos 7 años, había una botella de alcohol entre sus manos y esa maldita seguía aferrada en su pequeña e inocente mano y no sus manos a la botella.

𝑬𝑳 𝑴𝑰𝑪𝑯𝑰 𝑫𝑬 𝑵𝑰𝑬𝑻𝒁𝑺𝑪𝑯𝑬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora