9.

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Lía terminó de maquillarse y luego recogió sus largos y oscuros cabellos en un moño. Se ajustó el cuello del jersey azul y se volvió de cara a Gia.

—¿Cómo podré agradecértelo? —dijo Lía abrazando a su amiga. —Ya es bastante embarazoso que la tía Juliette y Alexander sepan que he pasado la noche aquí con Juan Pablo, pero si alguien me viera salir de aquí con la ropa que llevaba ayer toda arrugada la ciudad entera lo sabría.

—No tienes que darme las gracias, dáselas a tu tía. Es ella quien ha llamado para pedirme que te trajera ropa limpia.

—¿Se te puede ver ya? —preguntó Villamil asomando la cabeza por la puerta de la trastienda.

—Las dos estamos vestidas. —dijo Gia. —Vamos, entra. ¿Has traído las empanadillas de salchichas?

Villamil levantó una bolsa de papel.

—Aquí están. Y tú, ¿has hecho el café?

Gia señaló la cafetera.

—Ahí está, listo para ser bebido. Estoy muerta de hambre.

Juan Pablo le tiró a Gia su empanadilla y luego dejó la bolsa de papel encima de un mostrador. Avanzó después hacia Lía y le dio un beso.

—¿No es maravilloso el amor? —dijo Gia sirviéndose una taza de café. —Ya veo que quieren estar solos, me iré a la tienda.

Cuando Juan Pablo se apartó de Lía , ésta alzó los ojos justo a tiempo de ver a Gia cerrar la puerta tras sí.

—Es una gran amiga.

Juan Pablo estrechó a Lía en sus brazos.

—Me parece que tenemos que terminar la conversación que iniciamos ayer. Cariño, tengo aún que decirte muchas cosas y espero que comprendas el motivo por el que no te he hablado antes de ello.

—¡Dios mío, pero si parece que hablas en serio! —exclamó Lía riendo. —Vas a decirme que no eres un delincuente a quien busca la policía, ¿es eso?

—No, pero cuando te diga lo que tengo que decirte es posible que lo sientas.

—¿Es que no sabes que nada de lo que puedas decirme va a cambiar mis sentimientos hacia ti?

—Te lo recordaré. No sé por dónde empezar.

Villamil caminó hacia una banqueta de madera, se sentó y sentó a Lía encima.

—Te quiero, Juan Pablo Villamil.

—Y yo...

-¡Ar, no puedes entrar ahí! -gritó Gia.

El teniente Arvizu abrió la puerta de la trastienda y entró precipitadamente. Gia corría tras él.

—¿Cuál es el problema, Ar? —preguntó Villamil dejando que Lía se levantase.

—Mi problema es usted, amigo —respondió Ar deteniéndose delante de Villamil. —No debería haber vuelto.

—Ar, no tienes derecho a molestar a Juan Pablo de esta manera —intervino Lía.

—Me temo que sí, Lía. —respondió Ar. —He venido para arrestar a tu amigo.

—¿Qué? —dijo Gia.

—¿Qué cargos tienes contra él? —preguntó Lía.

—Después de que el señor Villamil se marchase de la ciudad, no volvimos a tener ningún robo. Y ahora, la primera noche que pasa aquí, roban en la tienda de Gibson.

Ar sacó unas esposas.

—Eso es una coincidencia. —dijo Lía tomando de la mano a Villamil. —No tienes ninguna prueba.

Vagabundo || Juan Pablo Villamil ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora