Capítulo I (3/3). El día en que los pilares de la humanidad temblaron.

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Capítulo I (3/3).
El día en que los pilares de la humanidad temblaron.


Las sirenas de las patrullas se asomaban a través de los cristales de mis ventanas ovaladas. El vocero del presidente había quedado a cargo de la República luego de su asesinato frente a toda la nación. Este sujeto no quería problemas así que ordenó suspender la electricidad hasta nuevo aviso y sacó a todo el ejército y a la policía a cuidar las calles para evitar alborotos. Por las calles pasaban camionetas de la milicia con un altavoz que ordenaba a la gente a dormir y no salir a las calles. Tenían el permiso de disparar a gente sospechosa. El ejército y policía debía vigilar que la rutina siguiera. Eso significaba que toda la población tenía la obligación de regresar a su trabajo, luego de que el planeta fuera amenazado de muerte. ¡Qué putada!

Aquella noche no podía dormir. Las palabras de mi padre me rebotaban en el cráneo. Daba vueltas en mi cama. Como el escritor que era, intentaba darle un fin a esta historia. Me imaginaba a la raza humana junto con la de Zoroas  acabando con el Juez. Pero era casi imposible que eso sucediera. Así que intentaba aceptar la idea de no agachar la cabeza cuando el momento llegara.

Por fin pude entrar en el paraíso onírico, pude conciliar el sueño. Y en un instante, desperté; eran las cinco de la mañana.

Me vestí como pude, tenía los ojos pesados, llenos de lagañas. El sistema me estaba obligando a ir a producir más carros aun con la muy alta posibilidad de que todo acabara. Salí a la calle decidido a renunciar a aquel empleo. El transporte esperaba donde siempre. Era ilógico. Por un momento pensé que toda la población tomaría la misma decisión de mi familia. Ya veía que no. En el camino me encontré a W. Me sonrió como si nada pasara.

—¿Qué pasa? –me preguntó al verme con cara extraña.

—¿Viste las noticias anoche? –lo cuestioné.

Empujando todo su aliento alcohólico hacia el rostro me dijo: 
—No, estaba en una fiesta. Terminé como de costumbre. No sé cómo pude levantarme.

En la avenida principal, donde esperaba el transporte, había una flotilla del ejército que escoltaban a los trabajadores de la fábrica.

—El mundo se va acabar, W. no le encuentro ya sentido a seguir trabajando en esta empresa.

Él frunció el ceño y le hice una señal para que disimulara mientras pasábamos a un lado de los militares. Subimos al camión. Me dio miedo ver que había gente como si nada, sentados en el mismo asiento de siempre, en siesta antes de llegar a la factoría.

—Ayer, en todos los aparatos electrónicos apareció un alienígena. Nos advirtió de la amenaza para nuestro planeta por de ser devorado – dije en un susurro a W.

Él aún seguía con aquella cara de estúpido y me contestó:
—¿Cómo puede ser eso posible?, ¿a qué te refieres con ser devorador? ¿Quieres decir que Galactus es verdadero, el villanos de los comics? ¿Lo conoces, no?

Le pedí que bajara la voz y después le comente:
—No sé cómo es su aspecto. Primero me imagine un monstruo espacial, como los que describe Lovecraft en sus cuentos… pero eso de Galactus no suena tan mala idea… ¿Por qué crees que hay tantos militares y policías en las calles? Tienen miedo de que la población se rebele. Ayer asesinaron al presidente.

Él sonrió y dijo: 
—Bueno se lo ganó el desgraciado.

—¿Por qué quieres renunciar, hijo?— me preguntó el gerente de mi departamento. Era la pregunta más estúpida que había escuchado en mi vida.

—¿Qué no vio las noticias de anoche, señor? Mataron al Presidente.
Mire a su alrededor, hoy faltó la mitad de la empresa. Todos están asustados.

Aquel hombre gordo cruzó los brazos y se recargo en su silla. 
—Las vi, con mucha claridad muchacho. Y además de verlas tome nota, preste atención, algo que parece tú no hiciste. ¿Escuchaste que ese alienígena dijo que nos iban a ayudar a combatir a ese monstruo? ¿No lo escuchaste? Si la mitad de la empresa no quiere trabajar, a la otra mitad se le pagara el doble. No me tiemblan las piernas ante una amenaza espacial, me tiemblan las piernas si me quedo sin empleo. Aun queda mucho tiempo para que ese monstruo llegue y le demos su merecido. Así que déjate de tonterías y ponte a trabajar. Hoy habrá horas extras para sacar adelante la producción del día.

El sujeto agacho su mirada y siguió apuntando los defectos de calidad del producto.

—Me largo, quiero mi renuncia.

No podía imaginar que aun con la noticia de nuestra extinción, había una minoría empecinada en ir a trabajar más de doce horas para conseguir papeles con valor. Me sentía mal por ellos. Nunca creí que la humanidad fuera tan ignorante, aun viendo los hechos con sus propios ojos.

De regreso a mi hogar pude ver cómo había cambiado el mundo en un solo día. Había gente afuera de su casa con telescopios. Escudriñaban el cielo en busca del monstruo que acabaría con todo esto.

A la mayoría de la población le cayó la noticia como balde agua fría. Una horda de gente salió a manifestarse en el centro de la ciudad. Pedían ayuda. Lo que no entendía era a quién se la pedían. La política y la fe estaban destrozadas, tiradas en el suelo, ya no podían hacer nada por nosotros. Los anarquistas comenzaron a quemar iglesias y oficinas públicas, no solo en mi ciudad, en todo el mundo pasaba lo mismo. Los dirigentes de cada país debieron recurrir al ejército para controlar a la gente. La ley marcial se generalizó. Tenían la libertad de disparar contra cualquier civil que hiciera destrozos. La raza humana tenía una soga en el cuello. Se había convertido de nuevo en un animal. La moral y ética ya no tenían valor. Todos los dogmas se habían destruido.

Así empezaba la nueva era del humano. Sin una correa que detuviera su instinto animal. La correa que le sujetaba aún no era destruida. La mayoría la ignoraba por la furia y el miedo de morir. Era el amor, el único dogma que se sostenía en la columna vertebral del ser humano. Todos estaban ciegos por la luz que había provocado la destrucción de la fe y la política.

Cuando llegué a mi hogar, mi familia estaba reunida. Mis dos hermanos y mis padres estaban en la mesa. No había más celulares, todos charlaban sobre cómo sería la llegada del Juez, como ahora se le conocía a este monstruo. Trataban de imaginar aspecto. Incluso hasta aventuraban la batalla contra él. Mi hermano menor hizo un boceto de cómo serian las naves extraterrestres. Mi padre me estiró una cerveza. 

—¿Qué tal te fue? –preguntó.

—Creí que la fábrica quedaría sola, pero aún hay gente que está trabajando.

Mi hermano mayor comento: 
—Tal vez cuando se acerque la hora, entenderán que la fábrica no los salvará– me encogí de hombros y me senté junto a ellos. Le di un trago a la cerveza.

1172 palabras

Fin de la última parte del capítulo 1

El siguiente capítulo se publicará completo en una sola parte el próximo Sábado. Puede que sea demasiado extenso para lo acostumbrado en Wattpad, pero valdrá la pena leer completo. 🖤

El Devorador de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora