Capítulo 2.
Cuando la máquina sentía mariposas en el estómago.
Podría hablar de Viridiana en un libro de quinientas hojas si la inspiración así me lo pidiera. Mi vida tenía la misma estructura que la Biblia por su causa. Se dividía en dos partes: la primera parte, el viejo testamento que trataba sobre las estupideces que cometí antes de conocerla. La segunda parte de mi vida, (lógicamente) sería el nuevo testamento... la cual trataba sobre las estupideces que cometí después de conocerla.Han pasado ya seis años desde la primera vez que la vi a los ojos. Aquella ocasión, cuando nuestras miradas se encontraron, inmediatamente supe que mi mundo terminaría en la profundidad de sus globos oculares. Éramos dos adolecentes estudiando en la misma preparatoria. Ella con quince años, yo con diecisiete. Siempre se distinguía entre la masa de alumnos en aquella escuela. Siempre brillaba, siempre sonreía, siempre era feliz… siempre.
En un inicio la miraba de lejos, la veía pasear con sus amigas y amigos. Parecía diferente a todos los demás. Era como si hubieran borrado los rostros de todas las personas, menos el de ella. Tenía magia, tenia misterio y yo sentía la obligación de conocerla. Sentí pasión por su persona, sin si quiera haber entablado ninguna palabra. Llamaba la atención de todas las personas, tal vez era por su caminar, su indiferencia hacia los demás, su aire de grandeza o su belleza inigualable.
El día en que ella me dijo que también sentía atracción por mí, por ese breve momento, creí en un Dios, en un ser celestial todo poderoso. Tan solo por el hecho de que alguien como ella, tan delicada y refinada, se fijara en alguien como yo. ¡Era un milagro!
A partir de ese día sentía una felicidad intensa... Todo el día, desde que mi pie descendía de la cama, una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Trataba de llegar temprano al instituto, pero no por responsabilidad, sino para verla entrar por la puerta del colegio. Tenía piernas largas, bien torneadas, una breve cintura, como si todo el tiempo llevara una anaconda sujetada a su cuerpo para tener bien delineada aquella parte de su ser. Sus manos eran libres, como todo en ella. ¡Benditas sean las piedras que tocaban sus pies al caminar! Dueña de un rostro celestial. Esculpido por las manos de ángeles. Cada centímetro a lo largo y ancho de su cuerpo era perfecto.
¡Qué feliz era en ese entonces! Jamás existió un hombre tan feliz en la tierra, desde que ella se cruzó en mi camino.
Recuerdo aquellos días. Quisiera regresar el tiempo para vivir de nuevo nuestras largas caminatas a través de la academia. Pasear por debajo de los árboles que adornaban los edificios, con el sol lento a lo lejos a nuestras espaldas. Yo tomaba su mano, ella me tenía bien sujeto del corazón. Siempre me sentí inferior ante ella. Las manos me sudaban, mi corazón palpitaba fuerte, como si quisiera salir de mi pecho. Hablábamos en nuestros tiempos libres, no recuerdo sobre qué o no quiero recordarlo.
Aquellos meses que pasamos juntos fueron lo mejor de mi vida. Una brevedad, una antorcha alumbrando mi camino. Por un tiempo no me importó nada más que ella, solo quería hacerla feliz, no quería que su sonrisa se apagara en ningún momento. Me convertí en su admirador, en su fiel sirviente. Me imagine casándome con ella y con hijos. En mi pobre imaginación de escritor de tercera, imaginaba cómo sería despertar una mañana y tener aquella figura sobre en mi pecho en la placidez del descanso. ¿Por qué Dios le dio la perfección del universo a un cuerpo que acabaría bajo tierra?
En mis entrañas había nacido una red de música que ella había tejido con delicadeza, con esmero. La música del amor se entretejía en mis tubos gástricos. Me gustaba cómo sonaba aquella música. Era alegría, todo lo malo había desaparecido en el mundo. A veces, con mis dedos tocaba las fibras de aquella telaraña y era hermoso el sentimiento que se desprendía. Ni si quiera la muerte podía amargar aquella música. Solo la creatura que había tejido la música del amor en mi estómago, era la única que podría romperla con sus largas uñas. Pero era bondadosa, en ese entonces, nunca se acercó a la red de música para hacerle mal. Ella observaba mi sonrisa incrustada en mi rostro, supongo que le gustaba verme enamorado y era cuando se acercaba a la telaraña de música y tejía y tejía más hilos de felicidad.
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El Devorador de Estrellas
Ciencia Ficción**ACTUALIZACIONES CADA SEMANA** El Devorador de Estrellas es una cadena de eventos que van desde lo más infinito cómo es el Universo, hasta lo más pequeño y pasajero cómo es el primer amor. Todo comienza cuando un monstruo de dimensiones planetarias...