Capítulo VII

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Capítulo VII: Entre libros y Tres Escobas.

Lo sabía absolutamente todo. Sabía a la perfección cada detalle y secreto de las personas que lo rodeaban. Reconocía entre el gentío quién era un sangresucia y quién un traidor a la sangre. Así como también advertía en la lealtad de cientos para seguirlo, percibía ese afán por deshacerse del gen tan pútrido que se creó por un error: el amor. Le resultaba asqueroso pronunciar la insulsa palabra. “Amor.” La angustia por contemplar a parejas besándose en la torre de astronomía no le producía tanta repulsión hasta que se imaginaba a sí mismo con alguna moza; tonta y débil. Era incapaz de verse afectado por la tómbola tan imprudente de Cupido. Carecía de esa necesidad, pues su única preocupación además de su bienestar y el de Nagini, fue iniciar su guerra sempiterna. ¡Eran tan grandes sus ganas por dar pie a la purga!

Hermione Jean Méndez. El enigma más inmensurable desde que llegó a Hogwarts. Todos prestaron atención a la muchacha, era apuesta y de rasgos finos, delicados. Poseía una mirada dulce, aunque había un brillo oscuro que Tom no pasaba por alto. A la vista de todo el castillo, Hermione era lo más cercano a un ángel. Jamás tuvieron que ver alguno para afirmarlo. La chica desbordaba toneladas de ingenuidad, fortaleza y amor.

“Amor.”

¿Por qué trasmitía tantas emociones con el cotidiano hecho de caminar en dirección a la biblioteca o al sonreir al leer algo remotamente gracioso que Riddle desearía leer también? ¡La desconocida era una simple bruja! Una bruja estúpida y con aires de grandeza. Quería destruir su paz, de la misma manera en la que ella había destrozado su puesto a mejor alumno. ¿Quién se creía para competir con él? Había cavado su propia tumba, ya que no se dejaría vencer por nadie, y menos por una chica. Una chica de cabello ondulado y radiantes perlas. 

«La familia Méndez y su trágico final»—leyó Riddle una tarde. Estuvo varias semanas y unos pocos días estudiando a la joven, buscando información sobre su procedencia y comprobando que lo que explicó con semblante dolorido el director Dippet era una historia real.

Efectivamente y para su sorpresa así fue. Con nacionalidad española, la Srta. Méndez, perdió en la guerra a sus progenitores y hermana. Por un momento, Tom creyó sentir pena ante la noticia, sin embargo solo era hambre. O eso se dijo en cuanto terminó el plato de puré y admiraba en la distancia a su duda existencial: Hermione. Ella reía junto a Rosier y Prince. Como uña y mugre, el trío se convirtió en lo más hablado por los cursos. ¿Quién no caía en la tentación de cotillear para saber sobre las tres mejores alumnas de Slytherin? ¿Había alguien que no le picaba la curiosidad por la nueva? En Hogwarts la mayoría deseaba tener de amiga a la chica que venció a Abraxas en la clase de duelo. Pues sí, la victoria corrió como la espuma. Incluso Tom Riddle se deleitaba sorbiendo datos de un lado a otro de la joven.

El chico también vio merodear a Potter en el grupo de féminas. Por más que el semblante de Prince al tenerlo cerca denotara tensión, Fleamont permanecía a la vera de Hermione, cuya felicidad se multiplicaba al tener a una versión de Harry mucho más atractivo bromeando sobre profesores y alguna primicia leída en el periódico. ¿Cabía tanto odio en la anatomía de Riddle al ver a Potter? Sí, sí que cabía. Un Gryffindor con su enemigo... ¿Qué disparatada cabeza aceptó aquello? Ambos, casas con una alta enemistad, tenían que estar enfrentados. Tom asumió que confraternizaba con el enemigo y no le gustaba para nada. Tan lista no era si compartía relación con chicos de tal calibre, ¿No?

—¡Nos vemos en Hogsmeade, aguililla!—exclamó un joven Hufflepuff a una Ravenclaw sonrojada.

Tom se había alistado para salir. Los planes iban sobre ruedas, y la excursión le proporcionaba ventajas para acelerarlos. Abraxas Malfoy frente a la solicitada Hermione pide una cita y ésta, con toda la amabilidad que pudiere tener, rechaza su oferta. Le dijo que disfrutaría de la compañía de Druella y Eileen. “Lamento mucho por ti esta respuesta, Malfoy, pero tengo otros intereses en mi vida; mi futuro, por ejemplo” escuchó lo que agregó ella. La albina serpiente exento de dignidad suplicó que se encontraran, no obstante la casi disputa fue interrumpida.

𝑷𝒂𝒓𝒂𝒅𝒐𝒋𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒍 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora