Capítulo XIX

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Capítulo XIX: sexto año

Hermione se siente nerviosa, como una niña pequeña a la espera de su primer día en la escuela, deseosa de que resultara de lo más plácido. Se muerde las uñas al compás en que su vista viaja de un lado a otro de la estación. Allí, en King's Cross, Méndez se ha posado cerca de un muro y lejos del gentío; donde cuenta los minutos para  encontrarse con sus amigos.

Fleamont Potter es el primero en toparse con ella y también en abrazarla. La lechuza del gafotas bate sus alas contra la jaula exigiendo ser liberada; y dicha acción es secundada por todas las lechuzas del lugar que, en una perfecta sincronización, producen un ulular exasperante.

—Es bueno verte de nuevo, Potter—saluda ella ensalzando la cabeza—. ¿Qué tal las vacaciones?

—Muy cortas.

Druella Rosier y Eileen Prince aparecen en escena, ambas con los baúles hasta arriba y un semblante lánguido.

—Oye, tú; leoncillo, ¿puedes apartar tus sucias zarpas de nuestra amiga?—cuestiona Prince irrumpiendo el abrazo—. No quieras acaparar con toda su atención.

—Es un gusto volver a ver su bello y risueño rostro, Prince—se burla él.

Las muchachas se lanzan contra la anatomía de Hermione, quien se tambalea un poco.

—¡Tengo tanto que contarte, Hermione!—exclama Druella—. Venga, busquemos un compartimento.

Cygnus Black repara en la presencia de su prometida y en un suave empujón, la lleva consigo hasta un compartimento en el que unos Slytherin yacían parloteando. Prince rueda los ojos ante la actitud del chico, sin embargo, no comenta nada al respecto. Desde que habían formalizado su relación, Black era la sombra de Druella, y aquello le molestaba de sobremanera.

Potter trota hasta Hermione y la ayuda a guardar el baúl. Como muestra de agradecimiento, la castaña le regala una fresca y reluciente sonrisa. Esa galantería innata de Fleamont debía ser una herencia familiar.

—Creo que ése está disponible.

Eileen Prince toca varias veces antes de asomarse y comprobarlo: efectivamente estaba desierto.

—Pues ahora ya no lo está—sentencia sonriente Potter sentándose junto a la ventana.

—¿Qué se supone que haces, cuatro ojos?

—Sentarme, ¿qué más haría?

—Búscate otro compartimento—ordena tajante.

—¡Eileen!—reclama Hermione a la joven—. Somos amigos, ¿entiendes? Eso implica respetarse y tolerarse, aunque sea un poquito.

—Por ti, Hermione, por ti así será—dice levantando la nariz con indignación—. Ni me hables, Potter.

—Lo que ordene su majestad.

Iba a iniciarse una disputa, no obstante, el sonido de la puerta abriéndose los detiene. Un chico alto y con la túnica de Slytherin se presenta frente a ellos. El azabache que provocó que el trío aguantase la respiración durante unos largos segundos era Tom Riddle.

—Oh, lamento irrumpir de esa forma, creí que estaría desocupado—suelta sin una pizca de culpabilidad—. Dejaré esto por aquí... Y, si no les disgusta la idea; y aunque así fuera, me sentaré a la vera de la ventana.

La pequeña maleta de Riddle decora la parte de arriba del asiento. Él, impasible a las miradas del grupo, comienza su ligera lectura.

Fleamont Potter se encontraba a la vera de Méndez, quién es pellizcada; él al recibir el ceño fruncido como respuesta, señala en silencio con su cabeza al recién llegado. Le quebraba en dos mitades compartir espacio con Tom.

𝑷𝒂𝒓𝒂𝒅𝒐𝒋𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒍 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora