10

65 12 0
                                    

-Crear el mejor recuerdo que alguna vez hayas tenido aquí.-Dijo Tomás acercándose a mi.

-Tomás, yo...-Digo desviando la mirada y haciendo una pausa. Sus ojos me miraban expectantes a mi respuesta, pero notaba que el deseo que había en ellos, iba desapareciendo conforme me iba bajando de la barandilla, con cuidado de no caerme.

-Éste sitio es muy importante para mí.- Dije mirando alrededor mía y recorriendo aquel lugar despacio, recordando todos los momentos que pasé aquí.-No quiero equivocarme contigo.-Le dije sincera.

-¿A qué te refieres?- Dice Tomás frunciendo el ceño confundido, claramente no me estaba entendiendo.

-A todas las personas con las que he estado aquí, las quería muchísimo. Sabía que no me iban a traicionar o que incluso siempre iban a estar aquí para mí, pero Tomás... Yo aún no te conozco y lo siento pero quiero estar segura de lo que estoy haciendo.-Le digo mirándole a los ojos. Estábamos a menos de dos metros y podíamos vernos mutuamente las expresiones de cada uno bajo la luz de la luna.

Tomás se da media vuelta y se vuelve a apoyar en la barandilla, mirando al horizonte y cierra los ojos, como yo había hecho minutos atrás. Pagaría lo que fuera por poder volver a verle así. Completamente en paz.-Te entiendo perfectamente.-Me dice él de vuelta. Gira la cabeza para mirarme y me hace una seña para que me ponga al lado suya.-Es normal que desconfíes de alguien como yo, un poco más y me podrías considerar un vagabundo.-Dice mirando hacia el frente, yo le había hecho caso y me apoyé al lado suya, en la barandilla.

-Aún tienes que contarme esa historia...- Le suelto de la manera menos brusca posible.

Él suspira y cierra los ojos cuando empieza a hablar.-Ya te conté que mi padre me daba palizas...-Yo para consolarle, le puse una mano en la espalda y se la acaricié de arriba a abajo. Poco a poco notaba como sus músculos, tan tensos por la conversación que estábamos a punto de tener, se iban relajando e iban confiando más en mi tacto.-Poco a poco, empecé a trabajar en un bar cerca de mi casa. Empecé a ahorrar sin que mi padre lo supiera para poder irme a cualquier otra parte. Mi sueño de pequeño siempre fue irme a una universidad alejada de aquí, tener mi piso en aquella ciudad e incluso empezar una vida de cero allí. Pero nunca pude cumplirlo.
En cierta parte siempre quise ser como todos los chicos normales, pero cuando empezaron las peleas y las confrontaciones con mi padre, todo se fue a la mierda. Todos los sueños, las ilusiones... se borraron de mi mente. Mi cerebro solo fue capaz de centrarse en una cosa. Huir lo antes posible de allí.

Tomás sigue en la misma posición de antes, con los brazos cruzados por encima de la barandilla, pero ahora había agachado la espalda para apoyar su barbilla en sus brazos, dejando así que le acariciara su pelo.
Por muy profunda que fuera la conversación, el ambiente no era nada tenso, estábamos los dos tranquilos, pero por su voz, podía intuir que todo aquello aún le hacía mucho daño.

-Después de años trabajando por las tardes y sacándome el instituto como podía, intenté sacarme la Selectividad, pero en cuanto mi padre se enteró...-Hizo una pausa y siguió.-De ahí salió la cicatriz en mi costado. Ahí fue cuando supe que tenía que huir...
No quería ir a ningún sitio de acogida ni mucho menos a la policía, al fin y al cabo era un crío muerto de miedo por su padre.
Ahí fue cuando mi jefe me sacó de una miseria para meterme en otra.
Empecé a trabajar para él a cambio de una casa y comida, vivía con él en su palacio, pero decidí irme con unos amigos en vez de seguir allí trabajando ilegalmente.
Y bueno... el resto de mi historia ya lo conoces.-Dijo apenado. Cuando levantó su rostro y me dedicó una mirada. En todo el rato que estaba hablando, cada palabra, cada hecho por el que él había pasado, se metía en mi ser, como si yo también lo hubiera vivido.

Era una cualidad que todos decían que solamente yo tenía, era capaz de sentir el dolor que otros habían sentido, al igual que mi padre. Cuando me miró, sus ojos negros estaban húmedos y sus mejillas mojadas por lágrimas que seguramente haya estado soltando sin que yo me diera cuenta. Instantáneamente y sin ninguna duda, me acerco a él y le seco las lágrimas cuidadosamente. Ambos nos habíamos reincorporado por lo que estábamos uno enfrente del otro. Era bastante más alto que yo así que me costaba un poco quitarle las lágrimas pero se agachó para darme un beso en la frente.- Marina, desde que te conocí a ti, todo esto a ido doliendo menos.- Dice eliminando el espacio que quedaba entre nosotros y yo hago lo mismo, sin dudarlo, le doy el abrazo que los dos necesitábamos. Era como una venda que habíamos creado, él la necesitaba más que nunca y yo tenía la necesidad de ayudarlo costara lo que me costara.

LOCKEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora