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"¿Crees que existen otras vidas?"
Akaashi Keiji se esconde en la colina Fukurodani. Vive alejado de todos y casi ni se deja ver por otros.
Rehuye a los humanos como si fueran un virus y a veces se le ha visto en el lago las noches de Luna llena hablando con las estrellas. Rezando a las constelaciones solo unos minutos más.
Antes, cuando los demonios todavía rondaban los bosques, los niños contaban historias en las que él salvaba al pueblo de dragones y brujas. Cuentos en los que se paseaba de noche por las calles velando por la seguridad de todos en la capital; en los que luchaba con hombres lobo e incluso hablaba con espíritus. En los que sonreía enseñándole a los más pequeños una demostración de su magia.
Antes se hablaba mucho de él.
Y lo más curioso de esas leyendas, cuentos e incluso canciones; es que, en ellos, siempre le acompañan un chico de pelo gris y negro.
Ahora, en cambio, solo hay un joven solitario que viste de negro y vaga como alma en pena arrastrando consigo una tristeza capaz de marchitar las flores a su paso dejando un camino de nada.
Dicen que Keiji llegó a ser el mejor mago del reino alguna vez, pero que ahora vive en las sombras aterrados de su propio poder. Que estuvo tan centrado en cuidar a los demás del mal, que descuidó a quien debería haber sido su prioridad.
Nadie lo dice en alto porque temen que algo malo ocurra si lo hacen, pero en la memoria de todos perdura el recuerdo de que fue ese mismo «héroe» el que mató a quien más quería con las mismas manos con las que ahora apenas puede dejar fluir la magia.
Akaashi Keiji era una leyenda.
Tocó la cima y cayó en picado hacía un abismo de dolor y sufrimiento. Tuvo el poder de un Mundo en sus manos y se perdió por completo en la Noche, donde los monstruos siempre estiran sus garras esperándole.
Se hizo el mejor amigo de la Magia y esta le abandonó para siempre una tarde invierno.
Era el ser más adorado por los Dioses, pero cometió el error de amar de una forma tan intensa como solo saben hacer los seres humanos.
"¿Crees que existen otras vidas, Akaashi? Me gustaría pensar en una en la que no te tuviera que pedir lo que voy a hacer.
Me gustaría haber nacido en algún tiempo en el que pudiera amarte tanto como quería y no tuvieras que llorar como lo haces ahora. Pero mírame, por favor. No bajes tanto la cabeza o ni siquiera me llevaré el recuerdo de tus ojos conmigo.
Apenas puedo ya moverme y tú sabes la razón, y lo que tienes que hacer. Sabes que si la herida avanza, pronto perderé toda la razón que me queda y me convertiré en uno de ellos.
Y los dos sabemos que soy un hechicero torpe, pero incluso yo podría volverme un peligro si pierdo toda mi humanidad.
Te tacharán de asesino, de bestia sin corazón capaz de matar a quien más ama. No les culpes, los aldeanos solo conocen una pequeña fracción del mundo mágico que les rodea.
Sé que mi sangre te perseguirá en tus pesadillas, pero reemplaza su recuerdo con todas las palabras de amor que te he profesado estos años.
Tú y yo sabemos que esto es lo mejor. Así que no llores, por favor. Sé fuerte, es lo último que te pido. Prefiero que acabes conmigo antes de convertirme en uno de esos seres a los que siempre te enfrentas en esas canciones de taberna.
Quédate con el amor que te dejo y aléjate de la rabia. Nadie es culpable de lo que está ocurriendo. Yo he decidido salvarte porque te quiero, y no deseo dejarte solo para que te consumas en remordimientos.
Recuerda que nadie es feliz viviendo del odio, Akaashi.
Así que mírame, por favor. No llores o me harás llorar a mí también. Bésame una última vez, quédate todo el amor que me queda.
