Días 14 y 17

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Hoy es domingo.

Los domingos son aburridos. Los domingos son una mierda. ¿Porque? Porque no hay casi nada abierto y al día siguiente es lunes.

Odio los lunes, igual que cualquier persona sensata.

Estoy tirada en mi cama pensando que hacer hoy. No me apetece salir, por eso a las una del medio día sigo en pijama.

-¿Que te apetece hacer?

Miro a Wes, que esta sentado en la silla del escritorio, apoyando los pies en este. Me mira aburrido y encoge los hombros.

-Igual voy a ver a Al.

-¿Otra vez?

Me siento y me preparo para su reacción. Esta triste. Se levanta de golpe y se sienta junto a mi. Se que es lo que piensa. Llevamos tanto tiempo juntos que mis pensamientos son los suyos, y los suyos son los mios.

-Llevas dos días enteros con el. Siento como que me dejas al lado, como si me estuvieras olvidando.

Tiene razón. Ayer no pensé en el, ni le eche de menos.

-Yo nunca te dejaría de lado.-Me encantaría abrazarle, pero lo he intentado durante años.-Hoy haremos lo que tu quieras.

-Hummm... Me gustaría ver al chico del restaurante rápido.

-Tu también pasas bastante tiempo con el.

Me quiere decir algo con su mirada y su sonrisa socarrona. Pero no se que es, aveces Wes es un misterio incluso para mi.

-khou, eres tonta pero no tanto.

-¿Que quieres de... Oh dios mio.

Oh.

Dios.

Mio.

¡El chico!

¡El puede ver a Wesley!

-¡Rápido! ¡Tenemos que...

-Ya, ya se... He dicho esto para ver si te dabas cuenta...

-¡Callate! ¿Los domingos abren?

-Si, y ya estamos tardando en ir.

Le doy la razón mientras me pongo mis botas. Cojo las llaves y salgo corriendo a la calle.

El chico del restaurante puede ver a Wes. ¡Puede verlo!

Nunca me había sentido tan feliz, no estoy loca. Se que no pueden devolverme todas las horas que he perdido drogada para no escuchar a Wes, todos los días que pase internada en aquel hospital mental raro.

Corro por las calles junto a Wes. Nos miramos y sonreímos como idiotas. Me da la risa tonta. No estoy loca. No estoy loca.

Llegamos a un semáforo en rojo que nos obliga a parar. Damos saltitos para no perder el ritmo. Eso lo aprendí en el hospital mental.

Wes le entra la risa, esta muy feliz. Nunca habíamos estado así. Nunca habíamos tenido este suvidon de felicidad. Sigue corriendo en la carretera con los brazos levantados y gritando. Los coches atraviesan su cuerpo con un suave silbido, pero el sigue con su brillante sonrisa. Justo antes de que se ponga verde vuelve a donde mi. Siempre vuelve a donde mi.

¿Que habría pasado si Patrick hubiera conseguido separarme de el a base de pastillas que me hacen papilla?

Le miro mientras corremos. No podría seguir adelante sin el.

Cuando me atasco con algo, el me apoya las horas que haga falta. Me susurra las respuesta en clase cuando me pongo nerviosa. Me sonríe cuando todos me gritan por haber echo mal.

KHOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora