Capítulo 4

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Unos días después de la gran y desastrosa fiesta en casa de Sara, las cosas se habían vuelto más interesantes.

Primero: justo dos días después, de camino al instituto, se me cayó el colgante al ser golpeada por un grupo de niños que iban corriendo por el mismo camino que yo. Me tropecé y al caer al suelo, el cristal se rompió.

Estaba muy triste porque había sido un regalo de mi abuela y yo la quería mucho.

Segundo: Nuestro profesor de historia antigua, el Sr.Robinson, se pidió la baja por algún motivo que nadie sabe. Lo bueno es que el profesor suplente era un hombre de unos veinticinco años, alto, moreno, con ojos verdes, fuerte y muy sexy.

Todas las chicas, incluyéndome entre ellas, nos habíamos vuelto locas, pero había algo en él que no me llegaba a encajar.

-Ameliaaaa.- Marcos agitaba su mano delante de mis ojos mientras yo seguía aún en trance.

-Perdona Marcos, estaba en mi mundo.- Desde hacía unos días me dolía mucho la cabeza y no podía dormir. Además, sentía cada dos por tres que alguien me observaba.

-¿Quieres que vayamos esta tarde al río?- Preguntó arqueando una ceja.
Marcos era un don Juan, no había chica que se le resistirá, pero conmigo no funcionaba.

-Claro que sí, pero no hace falta que me mires de esa manera, Romeo.- A pesar de ser tan guapo y jodidamente perfecto, él era como mi hermano mayor (aunque solo me sacaba unos meses la misma edad).

*Din, don.*

El timbre para la siguiente clase empezó a sonar.
Marcos se fue a su asiento y yo me quedé de nuevo mirando por la ventana. Si... Marcos también estudia lo mismo que Sara y yo. Desde muy pequeños decidimos que estudiaríamos lo mismo.

Llevaba tres días que no dormía bien y los ojos se me cerraban.

-Sólo una cabezadita hasta que llegue el profesor.- Dije en voz baja.

-Un poco más de lasaña mamá.-

Una mano fría tocó mi mejilla y me di cuenta que me había quedado dormida.

-Jhon, déjame dormir un poco más. Me avisas si el profesor mira.-

-Te aviso entonces.- Esa voz no parecía la de Jhon, era más ronca.

Abrí un ojo y luego el otro. La clase entera me estaba mirando y sentado a mi lado había un hombre.

El profesor...

-Buenos días Amelia, ¿quieres más lasaña?- Dijo en voz alta.

Mis mofletes empezaron a arder y supuse que me estaba poniendo roja.
Que vergüenza... Hablé en sueños en medio de clase.

-Te quedarás después de clase para escuchar la lección que te has perdido.-

-Pero esta tarde...-

-Puedes quedarte mañana también.-

Mejor me callaba...
No era justo que me tuviera que quedar dormida con el profesor guapo.

Sara y Marcos me miraban riéndose sin parar. Aunque no fuera al río con ellos ya tenían tema de conversación para unos días.

-Amelia, ¿quieres más lasaña?- Dijo Sara burlándose de mi.

-Muy graciosa, pero soy yo la que tengo que quedar dos horas esta tarde. ¿Y mi cara? Seguro que estaba feisima mientras dormía.-

-No te creas, al menos no echaste baba.- Dijo Marcos acariciando mis labios.

-Buajj- Sara hacía que vomitaba mientra nos miraba.

-Yo... ¿Nos vamos?- Pregunté algo incómoda.
Marcos se separó de mí y se puso a mirar su teléfono.

-Tienes que quedarte dos horas más, tonta.-

-¿Y si me voy y finjo que estoy mala?-

Un escalofrío recorrió mi nuca tras decir esas palabras. ¿La culpabilidad?
Sara subía y bajaba sus cejas sin parar haciendo unas caras muy raras.

-Que graciosa estás.- Dije entre risas.

-Si se encuentra tan mal puede quedarse otra hora más.-

Esa voz... Hoy no era mi día de suerte.

Me gire y vi al profesor misterioso cruzado de brazos.

-Yo...-

-Te vemos en casa, adiós.- Marcos y Sara se fueron lo más rápido posible.

¡Traidores!

-Vamos.- Dijo sin mirarme.

Una vez llegamos al aula me senté en la primera fila y coloqué mis cosas.
Solo iban a ser dos horas...

-Amelia, ¿has oído hablar de los ángeles y demonios?-

-¿Ese es el tema que me he perdido?- Dije algo desmotivada. No me apetecía hablar de esas cosas sabiendo que desde pequeña veía cosas raras.

Al pensar en ello me entró algo de miedo y agarré mi collar. No sé si era por que la piedra no estaba, pero no me tranquilizó como antes lo hacía.

Además, me vino de nuevo el olor a azufre.

-¿Te ocurre algo?- Preguntó el profesor sentado encima de su mesa. Llevaba traje negro y corbata roja. Tenía una pierna sobre la otra y los brazos cruzados, sus ojos verdes me miraban fijamente.

-Estoy bien.- Dije intentando no darle importancia. Cuando llegase a casa le preguntaría a mi madre sobre lo que me está pasando.

-Entonces, ¿qué sabes de los ángeles y demonios?-

-Qué los ángeles son buenos y los demonios malos.- Dije mirando el reloj.

-¿Cómo sabes que todos los demonios son malos y todos los ángeles buenos?-

-Pues porque son ángeles y demonios. Los ángeles son representados como seres alados, aunque pueden ser espíritus invisibles o incluso simplemente rayos de luz que todo lo observan. Los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Son nuestros guardianes, creados para protegernos.

-¿Lo has sacado de estos libros?- Dijo lanzandolos al suelo.

-Profe...-

-Llamame Luc... Lucas.- Dijo acercándose a mi. Con una mano me cogió un mechón de pelo y lo olió.

No pude evitar sonrojarme, estaba muy cerca de mi, sus ojos miraban los míos y con su otra mano acarició mi cuello.

-Bonito collar.- Dijo cogiéndole.

-Le falta la piedra. Se me rompió hace unos días.-


-Interesante.- Dijo susurrando mi oreja.

-Creo que deberíamos seguir con la clase.- Dije cada vez más nerviosa.


-Te llevaré a casa mejor. Mañana es tu cumpleaños.-


-¿Cómo lo sabes?- Esto no me olía bien, ¿quién era? ¿Un acosador?

-Tranquila dijo entre risas, lo vi en tu ficha.-


Ni qué me hubiera leído la mente.

-Vamos a mi coche.-


-Llamaré a mi madre, tranquilo.- Dije buscando mi móvil.

-Vendrás conmigo.- Recogí mis cosas, guardé el móvil y lo seguí hasta el coche. No quería irme con él pero algo me invitaba a hacerlo.












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⏰ Última actualización: Aug 01, 2020 ⏰

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