¿Qué opinas de mi esposo?

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Algunas semanas después la casa se llenó de saludos y abrazos, risa y lágrimas, cuando la pequeña de la familia retornó al hogar paterno como toda una señora casada . Detrás de Amy entraron Teddy y otro joven apuesto y rubio a quien Jo no había visto jamás. Se le llenaron los ojos de nuevas lágrimas al ver las pequeñas manos de su madre envueltas en las masculinas y bañadas con reverentes besos que el muchacho no se cuidaba en prodigar. Hubo una ligera corriente de dolor y anhelo en el abrazo casto que compartiera con Teddy y una mirada de extrañeza por parte del otro joven ante la evidente falta de entusiasmo con que le recibió.

– ¿Y qué opinas de mi esposo Jo, querida? –La siempre bien modulada voz de Amy sacó a la nombrada de sus cavilaciones casi escondida tras unas cortinas.

– Pues que tienes razón. Es un hombre guapo y parece tener la cabeza bien puesta sobre los hombros.

– Solemos bromear con que el rubio de nuestros cabellos confundirá a la gente y nos creerán gente sencilla y fácil de embaucar, cuando en realidad las cosas son bien distintas, sabes.

– Perdón, Amy, pero no te sigo…

– Tal vez recuerdes alguna de mis cartas en que te decía que no podía criticar a Fred por su cabellera rubia cuando la mía es aún más clara… ¿Jo? ¿Te encuentras bien?

¿Fred? ¿Fred Vaughn era el esposo de Amy? Jo trataba de pensar en alguna sugerencia en la correspondencia de su hermana en que la chica hubiera dejado claro que se casaba con Teddy y por más que lo intentaba nada le venía a la mente. ¿Sería posible que…?

– Si me disculpas Jo ¿Puedo llamarte Jo ahora que somos hermanos, no? –El tono de barítono y con ligero acento del hombre en cuestión sacó a la chica de sus enmarañados pensamientos– Quisiera robarte un ratito a mi esposa.

Una sonrisa entre radiante y llena de confusión que llegó hasta los oscuros ojos de la joven fue toda la respuesta que los recién casados esperaron para salir de la estancia tomados de la mano. Mil y una ideas llenaban la mente y el corazón de Jo. No supo cuánto tiempo estuvo allí hasta que una mano cálida la tomó del codo para hacerla girar hasta quedar de frente a la alta figura de Theodore Laurence.

– ¿Será que siempre deberé encontrarte escondida detrás de alguna cortina?

– Al menos esta vez no tengo ninguna marca en la falda y mis guantes sí son del mismo par, aunque no los lleve puestos…

Ambos compartieron una sonrisa ante el recuerdo de aquel primer encuentro que parecía de otra vida. Teddy tomó entre las suyas las manos delicadas y con ternura y calma infinitas llevó cada una hasta sus labios.

– Jo… queridísima Jo… He tratado, en verdad lo intenté y si me lo pides nunca más diré ni una palabra, pero… Josephine March te amo y nada me haría más dichoso que compartir mi vida contigo.

Las lágrimas bañaban las femeninas mejillas y los ojos cristalinos quedaron prendidos de los del joven frente a ella.

– Eres consciente de que podríamos ser la peor pareja del mundo ¿No? –Teddy no movió un músculo, lo que la obligó a continuar– a últimas fechas creí que habías elegido a Amy y me sentí morir un poco cada vez que pensaba que me lo tenía merecido por obtusa.

– Cariño mío, tú no eres obtusa, tan sólo terca como una mula…

– Así no llegarás a mi corazón querido muchacho.

Ambos sonrieron y sin más palabras se entregaron al completo deleite de saber que el destino por fin había conspirado en su favor, dejando que el amor inunde cada resquicio forjado por años de amistad en esos corazones que ya no eran más que uno.

Fin

Jo & Laurie: Detras de la cortinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora