BAJO LAS ESTRELLAS DE VERANO

437 36 22
                                    


Escrita por:

Annbel Soler

Áiza golpeó furiosamente la backberry de su hermana contra la pared de la habitación.

Estaba realmente enfadada, histérica con el mundo, y sobre todo con su familia.

Odiaba estar allí, en aquel hotel de Hawái, fingiendo pasar unas idílicas vacaciones de verano, cuando la realidad era otra, de idílicas no tenían nada.

Áiza sonrió cínicamente, aunque aparentaba no conocer la verdad, lo cierto era que sabía perfectamente que su padre llevaba un tiempo engañando a su madre con otra mujer mucho más joven que él, tenía una amante, y una doble vida, y su madre fingía no enterarse de nada, se hacía la sorda, la ciega, y la muda, y simplemente miraba hacía otro lado, ¡qué gran hipocresía! ¿Y a eso se le llamaba amor?

¡Ella jamás se enamoraría, no dejaría que la engañasen como a una idiota para luego destrozarle el corazón, no!

Lo cierto es que ella no tenía que estar allí, no debía haber ido a ese estúpido viaje familiar, pero al ser menor de edad sus padres la habían obligado a ir con ellos.

Áiza tenía tan solo dieciséis años, no cumpliría los diecisiete hasta el otoño, pero su mentalidad era la de una persona de veintiséis, era muy madura y responsable para su corta edad, presumía de tener las cosas bajo control, de tener la cabeza bien amueblada, y en parte era cierto.

—¡Áiza! –le gritó su hermana desde el otro extremo –¡Te has vuelto loca! Mira lo que has hecho –le reprochó con enfado mirando los trozos de la irreconocible backberry esparcidos por el suelo.

Áiza miró con rabia a la perfecta Emily. Su hermana tan solo tenía tres años más que ella. En todos los sentidos Emily era mejor, más guapa, más lista, mejor estudiante, y la hija modélica de cualquier padre.

Sin embargo Áiza había heredado una rebeldía natural y única en toda la familia. Odiaba la perfección de Emily, y no entendía como era tan egocéntrica y superficial, a pesar de que la quería como hermana.

—Qué –le insinuó Áiza como si nada acabase de suceder.

—Has destrozado mi backberry –lloriqueó esta –¿Ahora qué haré? Tendré que pedirle una nueva a papá.

Áiza arqueó una ceja.

—Seguro que te la compra –le respondió sarcástica –siempre son tan complacientes contigo –lanzó mordaz.

Emily la miró escéptica.

—¿Qué te ocurre, Áiza? Desde que hemos llegado a Hawái no hay quien te aguante –dijo con un mohín que enfadó aun más a Áiza.

—Estoy harta de estar aquí, en este estúpido lugar, fingiendo que nada pasa, que todo está bien – explotó cansada.

Su hermana se encogió de hombros.

—Y todo está bien –añadió, y eso la enfureció de nuevo.

— ¿Ves? Ese es el problema, que finges como mamá.

Áiza se tumbó de golpe sobre la cama, y cubrió su cabeza con el almohadón de brumas.

Sintió que Emily se sentaba a su lado.

—Áiza –la llamó – no puedes esconderte del mundo.

—¿Por qué no? –preguntó impotente.

—No cambiarás las cosas con tu actitud, lo que es seguirá siendo aunque tú te opongas, ¿para qué amargarte por eso?

Áiza levantó la cabeza y la observó, llorosa. Por primera vez, Emily podía estar en lo cierto, puede que sus palabras tuviesen algo de cordura.

RELATOS DE ROMANCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora