REINAR EN TU CORAZÓN

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Escritor:

Candis Benitez

—Hijo, ¿acaso no piensas irte a descansar? —indagó entrando al enorme despacho, que hasta hace un par de años perteneció exclusivamente a su fenecido esposo, heredando su primogénito, a parte del trono de aquel país europeo en camino de expansión, todas las responsabilidades de su posición, que pasaba de generación en generación, manteniéndose vigente la monarquía a través del tiempo.

—Lo haré cuando termine de revisar estos papeles. Te lo prometo —respondió desviando sus ojos grises de la carpeta sobre el escritorio, para enfocar a su madre, quien seguía manteniendo su belleza aristocrática a través del tiempo.

Hace unos años nadie pensaría que unos de los solteros más codiciados de toda Europa dejaría las fiestas, viajes de placer y salidas con exuberantes mujeres, para aceptar la gran responsabilidad que trajo consigo la muerte de su padre, a quien extrañaba profundamente, por amarlo como lo hizo en vida y apoyarlo, dándole la potestad y libertad de tomar sus propias decisiones, a sabiendas de que nunca pondría entre dicho el apellido que con honor llevaban todos sus ancestros. Reyes que todavía en la actualidad se recordaban con admiración.

—Sé que has puesto todo tu empeño para no deshonrar la memoria de tu padre, lo cual te agradezco. Como también sé que eres un alma libre, que debe sentirse como un ave atrapada en una jaula de oro —mencionó su madre acunando su atractivo rostro entre sus manos, antes de quitar un mechón de cabello castaño de su frente, similar al suyo.

—Mamá, no quiero que pienses así. Simplemente estoy cumpliendo con mi responsabilidad, como lo hizo en su momento mi padre. Él nunca se quejó, al contrario, disfrutaba lo que hacía, siempre y cuando fuera en beneficio de su pueblo. No puedo pisotear su legado —pronunció solemne, tomando las manos de su madre con cariño.

—Entonces, prométeme que por lo menos te darás la oportunidad de formar una familia. —Aquellas palabras provocaron que se pusiera de pie en toda su estatura, que llegaba al metro noventa.

Caminó hasta detenerse frente a un cuadro que mostraba el escudo de armas de su familia, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón de vestir.

Se volteó para ver a su madre y decirle:

—Recuerda que estamos en el siglo 21. No necesito engendrar un heredero para conservar el trono, madre. No estamos viviendo en la antigüedad. Además, no te olvides de Ernesto.

—Tu hermano es muy joven todavía. Esta responsabilidad, aunque no pienses que te estoy forzando a nada, recae solamente en ti. —Leonor observó como su hijo arrugaba la frente, no gustándole para nada su postura, pero no cejaría—. No te estoy pidiendo que te cases mañana mismo. Lo único que quiero es que te des la oportunidad de conocer a alguien que llene tus días de amor.

Enrique se lo pensó por un momento. Tenía meses que no compartía la intimidad con una mujer, él, que disfrutaba de aquellos momentos donde la pasión tomaba el control, demostrando el extraordinario amante que era.

A decir verdad, no creía en aquel sentimiento porque el que se originaron guerras que han pasado a la historia y que de pequeño su padre le leía antes de dormir. Además, no disponía de tiempo para estar cortejando a ninguna mujer, debido a que toda su atención se centraba en liderar de la mejor manera su país.

—¿A quién tienes en mente? —Conocía muy bien a su madre, razón de que hablara sin rodeos.

—Justamente hoy me enteré que Astrid regresó al país, luego de terminar sus estudios en Oxford, donde se destacó, recibiendo felicitaciones por las autoridades académicas de tan importante universidad inglesa.

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