PEQUEÑA DISTANCIA

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Escritor:

Julieth Ferrebus

Allí está él, aquí estoy yo. Metros que nos separan, no hay barrera entre nosotros sin embargo siento como si una pared de concreto sólido se interpusiera entre su mano y la mía. Ojos cafés preciosos que brillan con luz propia, una sonrisa que enciende un fuego en mi pecho llenando de calidez mi alma.

Pero hay algo que solo yo puedo ver, esa aura blanca y brillante que lo rodea, que le hace irradiar pureza, tranquilidad, inocencia y calma. Por eso me duele no poder tocarlo, porque mi alma necesita todas esas cosas bonitas que irradia, necesita más de ese fuego que siento solo al verlo sonreír.

¿Por qué no puedo solo ser como él?, ¿Que maldición debo conjurar para poder encajar con él?

Él blanco, yo negro. Él paz, yo tormento. Tan diferentes, como el agua y el aceite.

Sus ojos se desvían del chico con el que conversa y mi mundo se tambalea cuando me observa, me escanea y luego una de sus comisuras se eleva regalandome una sonrisa de medio lado. Tomo mis cosas y me pongo de pie para irme, no obstante al voltear me encuentro de lleno con su rostro.

Doy un paso atrás nerviosa pero se acerca de nuevo, siento mi piel escocer por su cercanía, me duele, ya entiendo porque siempre me decían que al encontrarle sería el tormento más grande de mi vida. Vuelvo a dar otro paso hacia atrás y lo respeta, su mirada me recorre completa pero no de manera lasciva sino con curiosidad, como si fuera una especie de perro con tres cabezas.

–¿Por qué me observas y cuando me decido a acercarme te alejas como si quemara? –pregunta tranquilo, sin ninguna clase de reproche.

¿Cómo puede ser tan bueno, tan puro?

–No te observaba.

–Claro que si, desde hace días lo haces y cada día lo noté pero no me acerque. En fin, solo venía a presentarme –Extiende su mano hacia mi y yo me quedo petrificada – Soy Luca.

Su mano se adivina suave a simple vista, su mano sigue extendida hacia mi pero no sé cómo manejar este momento, no creí ser tan obvia y mucho menos creí que iba a estar en esta encrucijada.

Si lo toco todo podría herirlo, el es un ser de alma pura y yo soy un demonio, no puedo tocarlo sin quebrar su esencia o en el peor de los casos dañarlo hasta un punto irreversible. Sus ojos me siguen observando expectantes, aprieto mis manos con fuerza a mis lados y me doy la vuelta antes de que me arrepienta de mi sabía decisión.

–¡Hey! –grita a mis espaldas, me detengo sin voltear a verlo – ¿Al menos puedes decirme tu nombre?

–Dania.

Retomo mi caminar y cuando se que estoy muy lejos de él me detengo, mi pulso está frenético, mi respiración es un desastre total y no puedo pensar en otra cosa que no sea el cómo se sentirá su piel.

Sigo caminando sin rumbo fijo, cuando el cielo comienza a tomar tonalidades naranjas decido que ya es hora de volver a casa. Con tan solo tres cuadras faltantes tropiezo con una pequeña piedra, la pateo bufando y volteo a ver a la culpable de mi casi caída, sin embargo mi atención es captada por el chico que camina a unos metros detrás de mi.

Una alarma se enciende en mi cabeza, abrazo mi bolso con fuerza y vuelvo a caminar pero la presencia del extraño me perturba, camino más rápido y percibo como él hace lo mismo. Sin pensarlo dos veces comienzo a correr aterrada, por mi mente pasan mil escenarios pero ninguno me prepara para lo que viene.

Unos brazos fuertes me toman y me empujan a un callejón –qur conveniente–, trato de gritar pero una de sus manos tapa mi boca ahogando mis gritos. Elevo mi vista y en ese momento sus ojos me dejan sin aire.

No puede ser, no puede ser.

–¿Sorprendida? –Su voz es un tono más bajo de lo normal, irradia peligro y sensualidad. Apenas en ese instante soy consciente de su aura oscura, como la mía. Igual a la mía.

¿Dónde quedó ese ángel que llevo semanas observando?

»No soy un ángel, ni un demonio. Puedo tocarte, puedes tocarme e indudablemente puedo sentir lo que nos une ¿Tu no?

Sin ser capaz de hablar, tanto por su mano como porque no encuentro mi voz, asiento. Debe notar mi turbación porque aparta su mano y acaricia mi mentón, se desvían hacia mis labios y siento el fuego arder entre nosotros.

»No pienses tanto, eres una demonio muy habilidoso, supiste esconder tu esencia pero hoy rompiste la ilusión cuando me acerque a ti. Dicen que los demonios poseen una cuerda que los une a su otra mitad, al no ser completamente ángel yo también poseo una ¿Y adivina?

En ese momento siento un tirón en mi pecho, es la famosa cuerda. Sabía que él era mi cuerda pero jamás llegué a pensar que ésta se pudiera manipular, y él lo está haciendo. Mi tormento ahora se volvió en mi locura, puedo tocarlo, puedo besarlo, puedo sentirlo y es exactamente como imaginaba.

Una de mis manos se desliza por su brazo y la otra toca su mentón, sus labios suaves y llenos, no me pierdo de ningún detalle.

–No te hago daño... ¿Que eres? –Susurro sintiendo su rostro más y más cerca.

–Ni demonio, ni angel. Solo soy, y en este momento y hasta que descifre que es esto que siento soy tuyo.

–Dicen que los ángeles son intensos, eso fue intenso.

–Esto será más intenso...

Sus labios chocan con los míos, un suspiro escapa de mis labios en ese momento, la pequeña distancia que por tantas semanas me mortifico él la deshizo con un solo movimiento. Sus besos son tan dulces y suaves, se aprieta más a mi y muerde mi labio inferior creando una completa locura en mi interior. Lo alejo repentinamente.

–Si no eres un demonio pero tampoco eres un ángel ¿Que cosa eres?

–No importa lo que soy, solo importa que soy y desde este momento y hasta que descubra que demonios es lo que siento soy tuyo.

–Dicen que los angeles son intensos, eso fue muy intenso –Observo sus ojos y siento que ya los he visto antes, y que los conozco muy bien – Siento que te conozco desde antes...

–Quizas si, de otra vida. Los humanos creen que las criaturas como nosotros no existimos, quizás si existan otras vidas y tú y yo estamos destinados a estar juntos.

–Me gusta tu ideología. Pero tengo otra duda ¿Por qué cuando te acercaste hace rato me dolió la piel? –Una sonrisa socarrona se pinta en su rostro, su nariz acaricia mi cuello pero no siento lo que debería sino el mismo ardor que sentí temprano.

–Juego con tu mente, es una cualidad que desarrolle –Lo golpeó con poca fuerza y lo alejo.

–Eres un tonto, pero quiero que me enseñes eso...

–Te enseñaré muchas cosas, Dania, pero empecemos por conocernos de nuevo.

–¿De nuevo? –Pregunto con curiosidad, desvía su mirada y se que él esconde algo grande y estoy dispuesta a averiguarlo.

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