Naranja y mora

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Kagami se pasó el cepillo por el corto cabello una y otra vez, metódicamente, hasta hacerlo brillar; y luego todavía un poco más, solo por asegurarse de que estaba perfecto. Se aplicó un suave toque de brillo labial, y ensayó una sonrisa frente al espejo.

Alisó una arruga imaginaria en su falda y volvió a mirar el reloj. ¿Por qué el tiempo parecía empeñado en no pasar? Se le escapó un resoplido impaciente, y arrugó la nariz. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué estaba tan nerviosa? Aquello no era propio de ella.

No era la primera vez que quedaban a solas, se recordó; ni iba a ser el primer helado que compartían. ¿Encontrarían a André en su sitio habitual? ¿Qué sabores les propondría en esta ocasión? Su mente voló hasta aquella tarde, en la insufrible fiesta de los Bourgeois: una tarde que había acabado por convertirse en una de las más intensas de su vida. ¿Qué les depararía esta?, se preguntó.

Le había costado un rato de insistencia conseguir el permiso de su madre; llegó a pensar que no accedería. Sin embargo, al final se había ablandado --si es que acaso esa era una expresión que se pudiera utilizar para referirse a Tomoe Tsurugi--, y le había dicho que podía salir en cuanto terminara todos los deberes. Ni que decir tiene que se había aplicado a ello de inmediato y con tesón.

El plan le resultaba de lo más apetecible: la recogería en su casa, e irían caminando, mientras Tatsu permanecía cómodamente aparcado en el garaje. ¡Darían un paseo! Por una tarde, haría algo parecido a lo que podría hacer cualquier chica de su edad.

Así que allí estaba, retocándose el brillo de labios como si no acabara de aplicárselo, dudando sobre si debería cepillarse el cabello todavía unas cuantas veces más, y luchando contra esa absurda sensación de primera cita que hacía aletear una agradable sensación en la boca de su estómago. Rio solo de pensarlo, tapándose la boca con la mano, como si le hubieran contado un buen chiste.

Su teléfono móvil vibró entre sus manos. "Estoy llegando!" decía el escueto mensaje, acompañado de un emoji en forma de helado, y otro que mostraba un corazón. Se mordió el labio inferior, sintiendo que el suyo se saltaba un latido.

Y es que estaba verdaderamente feliz. Había temido que el inicio de su relación con Adrien significara renunciar a cualquier intento de afianzar su amistad con Marinette; pero, por fortuna, eso no había sido así. ¡Antes al contrario! Seguían quedando para hacer cosas juntas, le había presentado a su grupo de amigas... Y esa tarde irían a tomar un delicioso helado las dos.

Dos amigas pasando una agradable tarde juntas, compartiendo algo dulce, charlando de todo un poco. Una amiga, suspiró. Tenía una amiga de verdad.

Cuando oyó sonar el timbre bajó la escalera a toda velocidad, aunque se frenó al final para no parecer ansiosa. Abrió ella misma la puerta.

--¡Hola, Marinette! --saludó, nerviosa de repente. ¿Y si no se le ocurría nada interesante de lo que hablar?

--¡Hola, Kagami! ¿Estás lista?

--Sí, bueno... Acabo de terminar los deberes. Quizás debería peinarme un poco, pero da igual --se encogió de hombros, restándole importancia.

--¡Pero si estás perfecta! Venga, vamos ya, no sea que André se marche de donde está --la apremió su amiga.

--Señorita Tsurugi, le recuerdo que debe regresar a casa antes de la puesta de sol --Una voz femenina de timbre ligeramente metálico resonó junto a ellas.

--Gracias, Eisu --respondió ella--. No me retrasaré.

--¿Quién es? --susurró Marinette, mirando hacia todos lados para tratar de averiguar de dónde provenía la voz.

--¿Eisu? Controla la agenda de madre, la domótica de la casa y todo el sistema de seguridad --aclaró Kagami con naturalidad, haciéndole una seña para que avanzara.

--¿Como una asistente personal? --la imagen de una Nathalie de ojos rasgados acudió a su mente con rapidez.

--Sí: una que nunca se distrae, ni pide aumento de sueldo, ni se queja de exceso de trabajo --rio al ver la expresión de su amiga--. Es una inteligencia artificial. Me temo que mi madre no es muy fan de las personas --añadió entre dientes.

Marinette se sobresaltó sin querer cuando la puerta se cerró a su espalda, y la verja frontal se abrió sin ruido para dejarlas pasar. Soltó una risilla nerviosa, como si no supiera muy bien qué decir, y Kagami sintió que era el momento de cambiar de tema. Decididamente, la mansión Tsurugi intimidaría a cualquiera...

--¿De qué piensas pedir el helado? --preguntó con aire casual.

--Mmmm... ¿Arándano, quizás? Con menta. ¿O con melocotón? ¡No! Mejor mora, y... ¿Naranja?

--¿Siempre eres tan indecisa? --se maravilló Kagami.

--No en todo. Un poco. Quizás --respondió Marinette, dejando asomar una sonrisa dubitativa--. En cambio, tú siempre pareces muy segura de todo. ¿Cómo haces para no dudar? --inquirió en voz baja.

Kagami pensó unos segundos, y luego enumeró con los dedos.

--Tomas los datos disponibles, analizas los pros y los contras, y determinas cuál resulta la mejor opción. Una vez decidido, te lanzas a por ello. ¡Es sencillo!

--¿Y si te faltan datos? ¿Y si descubres que no has tenido en cuenta todos los puntos de vista? --objetó Marinette--. O si las cosas cambian de repente...

--Pues vuelves a analizar, y empiezas el proceso de nuevo --dijo ella con un leve encogimiento de hombros--. No obstante, suelo acertar a la primera.

Marinette la observó, entre admirada y pensativa. Por un instante pareció empequeñecerse a su lado; pero pronto irguió los hombros otra vez.

--Pero no puedo hacer eso con los helados. Todos esos sabores me agradan; simplemente, no sé cuál me apetece más. ¿Cómo elegir, si todos tienen cosas que me atraen?

--Bien, pues entonces no hay problema, ya que, elijas el que elijas, acertarás --zanjó la japonesa.

Tras unos segundos de silencio, las coletas de la azabache se agitaron arriba y abajo cuando esta asintió con energía.

--Además, lo importante en esta ocasión no es tanto el helado, sino la compañía --sonrió, logrando que una reconfortante calidez se extendiese por el pecho de su compañera--. ¡Vamos! Ahí está André.

Tomó la mano de Kagami y tiró de ella hacia adelante, riendo, y haciéndola reír a su vez. Corrieron juntas hacia el heladero, que las saludó con su manaza, esbozando una enorme sonrisa de bienvenida.

--¡Ahh, aquí tenemos a estas dos radiantes señoritas dispuestas a disfrutar de un rico postre helado! ¿No os acompaña Adrien esta vez?

--No: hoy toca tarde de chicas --Marinette apretó la mano de su compañera, y André les respondió con un guiño cómplice.

--Perfecto, perfecto. ¡Sí! Muy interesante --dijo como para sí, observando los sabores a su alcance para buscar los más adecuados--. ¿Qué helado os sirvo? ¿Habéis decidido ya, o me dejaréis escoger a mí? --preguntó, elevando las cejas con expectación.

--Lo tenemos claro, André --respondió Marinette con decisión--. Compartiremos uno de naranja y mora.

El hombretón asintió con solemnidad, empuñando la cuchara para servirlo.

--Pues que así sea.

***

¡Empezamos la #MarigamiWeek2020!
Serán capítulos de unas 1000 palabras relacionados entre sí, que nos mostrarán los momentos clave en la evolución de la amistad de estas dos bellezas. ¡Feliz semana!

Yo nunca dudo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora