Ladybug y Ryuko

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Adrien enarcó una ceja al ver el mensaje que le había enviado Kagami, en el que le proponía saltarse el entrenamiento de esgrima para poder "hablar sobre su relación".

Se llevó la mano a la nuca, nervioso. El texto era muy corto, pero de alguna manera le permitía adivinar que la intención de la chica no era precisamente la de intercambiar palabras cariñosas mientras se tomaban de la mano, ni subir la intensidad de los tiernos besos que solían compartir hasta el siguiente nivel de intimidad.

--Mierda --se le escapó entre dientes.

--¿Qué ocurre, muchacho? ¿A qué viene ese lenguaje? --lo reprendió Plagg.

--Oh, solo creo que es allí a donde me va a mandar Kagami hoy mismo --se pasó la mano por el cabello, despeinándose sin querer.

--¿Y por qué te preocupa? Te he escuchado dudar mil veces sobre lo vuestro --entrelazó las manitas y puso los ojos en blanco para remedarlo con voz plañidera--. "Esta relación no va a ningún sitio, Plagg;" "¡nunca lograré olvidar a Ladybug!"; Y, las mejores de todas: "¿por qué siento cosquillas en el estómago cada vez que veo a Marinette?", Y: "¿por qué desearía apartar a Luka de un empujón cuando veo que toca a mi querida amiga?"

--Muy gracioso --gruñó el chico.

Porque lo cierto era que temía que los reproches de Kagami tomaran, precisamente, ese rumbo. No se habían vuelto a ver desde que coincidieran los tres en el evento que había terminado con aquel picnic inesperado en la terraza al atardecer; el mismo durante el cual se había sorprendido varias veces a sí mismo contemplando a Marinette con mal disimulada adoración. Tras el que luego, y con toda razón, su novia le había negado el beso que había querido darle.

Como bien había dicho Plagg, su portador llevaba ya demasiado tiempo sumergido en un mar de dudas. Incapaz de entender sus propios sentimientos, y mucho menos de reaccionar, se había limitado a dejarse arrastrar por la corriente, aun teniendo la sensación de que su relación con Kagami ni le llenaba, ni parecía avanzar. Seguía sin estar seguro de que lo que sentía por ella pudiera llamarse amor: quizás se tratara, más bien, de una cómoda rutina, un antídoto contra la soledad, y una forma de intentar superar la desagradable sensación de estar encerrado en un bucle interminable con respecto a Ladybug.

Por si aquello fuera poco, un factor inesperado se había sumado con fuerza arrolladora a sus incertidumbres. Más concretamente, un factor adorable y peinado con coletas, para no variar.

Había sufrido cuando Marinette empezó con Luka. Bueno, en realidad ya sabía que salían... pero verlos juntos, abrazándose, o besándose, había resultado demasiado para él. Luego, había sufrido cuando lo dejaron, torturándose con la idea de que él no tenía valor para hacer lo propio y pedirle una oportunidad, muriéndose por consolarla pero sin atreverse a acercarse, incapaz de avanzar con Kagami mientras tuviera esa espina clavada en el corazón.

Había sufrido cuando Marinette se alejó de ellos, y ese sentimiento se había multiplicado por cien cuando Nino se fue de la lengua y le confesó que la azabache había estado enamorada de él durante todo el curso, y ese era el motivo real de su ruptura con el músico, y también de su distanciamiento con él.

Y cuando habían ido retomando poco a poco el contacto, aquella nueva seguridad de la que la chica hacía gala lo había terminado de deslumbrar.

Pero, aunque era consciente de que estaba actuando mal, y la culpabilidad lo consumía cuando tenía el valor de preguntarse hacia dónde demonios le estaba llevando aquella relación cómoda y vacía, se sentía incapaz de afrontar lo que conllevaría ser sincero y tratar de poner remedio a su complicada disyuntiva.

Hasta entonces. Porque todo hacía presagiar que esa conversación con Kagami lo colocaría entre la espada y la pared, y una cosa era ignorar obstinadamente la situación hasta que cayera por su propio peso, y otra muy distinta mentirle a su novia a la cara.

Por eso, cuando escuchó lo que ella realmente quería plantearle, decir que había alucinado sería quedarse verdaderamente corto.

La japonesa le había dicho que aquella relación no estaba yendo bien, algo en lo que él no podía estar más de acuerdo; también se había disculpado por presionarlo cuando aún tenía dudas, en aquel primer momento en que fue incapaz de besarla junto al río. Cuando habían tocado el tema de Marinette, contra todo pronóstico, se había mostrado extremadamente comprensiva cuando él confesó, con voz temblorosa, que su amiga, en realidad, le gustaba mucho.

Y luego había sacado las garras, ¡y de qué manera!

--Ni te atrevas a acercarte a ella, ¿me has oído?

--Pero si tú y yo rompemos... --objetó el chico.

--Tu oportunidad ya pasó, Adrien. Asúmelo --dijo ella con voz dura--. Este es mi turno, así que más te vale no interferir --le advirtió, poniéndose en pie, apoyando las palmas de las manos sobre la mesa que los separaba e inclinándose para encararlo, retadora.

--¿Tu... turno?

--Eso he dicho.

--¿Vas a intentarlo con Marinette?

--Exacto --sonrió de medio lado al ver su expresión de absoluto asombro--. ¿Qué te creías, Agreste? ¿Que eras el único en tener ojos en la cara y un corazón en el pecho? Sin embargo, sí que hay una diferencia crucial entre tú y yo.

--¿Cuál? --preguntó él con un hilo de voz, sin poder evitar sentirse algo estúpido.

--Que yo nunca dudo --zanjó Kagami, dedicándole una sonrisa lobuna antes de marcharse y dejarlo allí plantado.

Realmente, fue bastante embarazoso ser incapaz de evitar caer bajo la influencia de Lepidóptero cuando el villano había enviado a una de sus mariposas oscuras para akumatizarlo.

Según le contaron más tarde, y él mismo tuvo oportunidad de comprobar en las imágenes del Ladyblog, el poder que le había otorgado era la capacidad para obligar a los demás a confesar sus verdaderos sentimientos. Armado de esta guisa, se había dedicado a buscar a Marinette para tratar de averiguar qué había en su corazón.

Por suerte o por desgracia, no la había encontrado. Había alcanzado a un montón de parisinos, causando un caos considerable cuando algunos de ellos habían terminado por confesar algunos secretos turbios bajo la influencia de su poder; y también le había dado a Kagami, que se había reído en su cara, asegurándole que ella no necesitaba magia alguna para ir con la verdad por delante.

Lógicamente, Chat noir no había hecho acto de presencia: habían sido Ladybug y Ryuko las encargadas de derrotarlo. La portadora del dragón, todavía bajo los efectos de su rayo de la verdad, había continuado proclamando su amor por Marinette y su empeño en protegerla, ante la mirada sorprendida de una sonrojada Ladybug; y eso había conseguido descentrar a Blind Prince lo suficiente como para que lograran patearle el culo entre las dos con cierta facilidad.

Afortunadamente, la pelea fue tan breve, y él estaba tan centrado en su disgusto sentimental, que no había llegado a hacer o decir nada que pusiera en evidencia su identidad como portador del prodigio de la destrucción.

Cuando la mariposa fue purificada, Ryuko se había limitado a mirarlo por encima del hombro, con los brazos cruzados sobre el pecho, mientras Ladybug lo ayudaba a levantarse. Adrien se había deshecho en disculpas, y había regresado a la mansión Agreste de un humor de perros.

Al menos Plagg, viéndolo tan abatido, tuvo la delicadeza de morderse la lengua y dejarlo en paz.

Yo nunca dudo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora