Esgrima

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Kagami acarició el pequeño colgante incrustado en el mango de su sable de esgrima. El tacto suave del esmalte siempre la reconfortaba, por más que el paso de los años ya lo hubiera comenzado a agrietar.

No era como si necesitara un amuleto de la suerte, en realidad. Se mantenía muy en forma, y si acaso había perdido una pizca de velocidad, su inteligencia táctica la compensaba con creces. Esa final iba a ser suya, y cerraría su brillante carrera con broche de oro.

Su contrincante le sostuvo la mirada durante los saludos protocolarios. Ambas se colocaron en guardia, y a la señal del árbitro comenzaron a tantearse. Pronto el entrechocar de sus armas llenó el aire de sonidos metálicos, que acompañaban al "tap, tap" preciso de sus pasos sobre la pista.

Marinette aplaudía cada lance desde la grada, concentrada en seguir los movimientos de las tiradoras con la mirada. Dio un respingo cuando la llegada de otra persona, que se dejó caer en el asiento contiguo, la sobresaltó.

--¿Cómo estás, princesa? --resonó, alegre, la voz de Adrien.

--A que no tienes agallas para llamarme así delante de ella... --la chica rio entre dientes, señalando con un gesto hacia donde peleaba Kagami--. Estamos muy bien, Adrien.

El rubio sonrió con ternura, colocando la palma de su mano sobre el vientre abultado de la azabache.

--¿Y tú qué me cuentas, chiquitina? ¡Vamos, saluda a papá!

Una rápida ráfaga de pataditas pareció responder de inmediato a su requerimiento.

--Auch, ¡no tan fuerte, pequeña! --protestó Marinette--. ¿Ves? Todavía sigue enfadada contigo por tu ridícula propuesta de ponerle cinco nombres.

--Pues le quedarían fenomenal --se obstinó él, reclinándose contra el respaldar y cruzándose de brazos, lo que la hizo resoplar.

Pronto los aplausos arreciaron a su alrededor, señalando el final del combate, y ellos también se pusieron en pie para celebrar la victoria de Kagami. Marinette vitoreó con ganas, radiante de orgullo, y elevó los puños al aire cuando su mujer la buscó con la mirada para brindarle aquella nueva medalla.

Pronto haría diez años desde que habían comenzado a salir, ¡una década entera! Y, desde entonces, su amor se había enfrentado con éxito cada obstáculo, y no había dejado de crecer.

Solo habían atravesado una crisis seria, que tuvo lugar poco después de que comenzaran a vivir juntas. Y, aunque ambas habían temido que llegara a ser motivo de roces, esta no se había debido a la evidente diferencia de criterio en cuanto a lo que significaba el concepto de "orden". No: el desencadenante habían sido las continuas excusas que debía inventar Marinette para proteger su identidad como heroína, que llegaron a tener a Kagami totalmente desconcertada.

Finalmente, todo había acabado con una apasionada reconciliación tras la revelación del secreto. En cuanto la japonesa había comenzado a atar cabos, Marinette había terminado por confesar, poco dispuesta a acabar de aquella forma con la chica a la que tanto amaba. Afortunadamente, el reinado de terror de Lepidóptero había finalizado poco después, por lo que el villano nunca llegó a sacar partido de aquella posible debilidad.

Realmente, habían pasado multitud de cosas en aquel tiempo. Adrien, desde que había comprendido que las chicas eran realmente felices juntas, se había esforzado en recuperar la amistad de ambas, convirtiéndose en un gran apoyo para la pareja. Y, cuando las cosas se torcieron de verdad para él, al quedar expuesta la identidad de Gabriel Agreste como Lepidóptero, ellas no dudaron en devolverle con creces aquel favor.

Habían estado a su lado cuando los parisinos, furiosos con el villano que tanto sufrimiento les había causado, le habían dado la espalda también a su hijo. Había sido doloroso para él lidiar con eso, pero más aún con la idea de que su propio padre había estado a punto de acabar con su vida varias veces, y que no había dudado en poner en peligro a toda la ciudad, akumatizando a decenas de inocentes --y a algunos otros que no lo eran tanto-- mientras perseguía su propósito. Haber sido el artífice final de su caída, y conocer sus motivos después, solo había añadido más sal a sus heridas. En realidad, perder la mansión, la empresa y su fortuna había sido lo de menos, entre tanto dolor.

Solo junto a sus mejores amigas, que además fueron testigos de primera mano de todo lo que sucedió, lograba recuperar su sonrisa. Incluso lo habían acogido temporalmente en el apartamento que compartían hasta que él pudo encontrar un trabajo y un espacio propios para vivir.

Por eso, cuando las chicas habían decidido ampliar la familia y tener un bebé, Adrien se había ofrecido con entusiasmo a colaborar en el plan. Y, aunque habían rechazado con amable firmeza su oferta de intentarlo por el método natural --por más que él hubiera prometido tratar de no disfrutarlo ni un poquito--, a ambas les había parecido buena idea que el futuro bebé contara con sus genes, y también con su cariño durante la crianza.

Habían discutido largo y tendido sobre las responsabilidades que asumiría cada uno, y sobre las dificultades que Adrien podría tener para explicar aquel acuerdo tan particular a sus futuras parejas. Sin embargo, él apenas le había dado importancia a ese tema: al fin y al cabo, tampoco es que consiguiera durar mucho con ninguna. Tal vez el amor, al fin y al cabo, no estuviera hecho para él; sin embargo, era feliz con la vida que tenía, y la idea de ser padre junto a sus mejores amigas le hacía una tremenda ilusión.

Kagami trepó hasta ellos por la grada para mostrarles la medalla, entusiasmada.

--¿Habéis visto? ¡Lo conseguí!

--¡Has estado genial, Kag! --exclamó Adrien--. Emma Tohru Emilie Isabella Athanaska puede estar muy orgullosa de su mamá --añadió, ganándose un codazo de Marinette.

La esgrimista rio, abrazando a su mujer.

--Yo sí que estoy orgullosa de ti, cielo --afirmó esta, buscando sus labios para darle un corto beso.

--¿Sigues convencida de lo de anunciar tu retirada de la alta competición tras este torneo? --quiso saber Adrien.

--Sí. Me gusta la idea de retirarme en la cumbre. ¡Y pronto voy a tener cosas más importantes en que pensar que los entrenamientos y los combates! Pero, tranquilo: pienso mantenerme en forma, así que estaré preparada para darte una paliza cada vez que lo extrañes.

--Deberíamos celebrar esta última victoria a lo grande, entonces --dijo Marinette con una gran sonrisa.

--¿Champagne para nosotros y un rico zumo para ti? --propuso Adrien.

--Yo había pensado más bien en algo que también Mari pueda disfrutar al cien por cien --replicó Kagami con voz suave--. Además, he comprado un juguetito nuevo --añadió en tono seductor, haciendo que a Adrien se le descolgara la mandíbula y se sintiera repentinamente bañado en sudor.

--¿Realmente la compraste, cariño? --aplaudió Marinette con entusiasmo.

--Sí. ¡Y nos está aguardando en casa, esperando a que la usemos hasta que empiece a echar humo!

--¿Pues a qué esperamos? ¡Vamos allá!

--Ehm, chicas... ¿Yo también podré jugar?

--Claro que sí --concedió Kagami--. Incluso te dejaré estrenarla con Marinette.

Si acaso Adrien esperaba alguna otra cosa, se cuidó bien de disimularlo, mostrándose tan ilusionado como las chicas cuando estas desenvolvieron la nueva y reluciente PlayStation; aunque un poco descentrado sí que debía de estar, pues recibió un buen correctivo de su mejor amiga en la partida inaugural de Ultimate Mecha Strike...

FIN 🧡💜

Yo nunca dudo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora