Algeus

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Estaba volviendo del colegio, por el costado de la ruta. Yendo por arriba del puente vi una extraña figura en el río que corre debajo. La miré tan fijo que no me dí cuenta que casi me atropella un auto. Sin dudarlo un segundo, corrí desesperado para ver que ocurrió. La curiosidad me carcomía por dentro, una adrenalina desesperante. Corrí como nunca. Al llegar me escondí porque, de repente, salio otra vez esa figura extraña del agua. Era muy alta, como rozando los dos metros. Sus pómulos estaban cubiertos por algo que parecía purpurina plateada. El pelo era tan largo que le rozaba los tobillos. Sus cejas pobladas y, al igual que su pelo, blancas. Sentía escalofríos, un frío me recorrió la espalda. ¿Ésto es un sueño o es real? El ser que salió del agua, miró hacia arriba, a los costados y atrás. Rápidamente, se tiró nuevamente en el agua. Corrí hacia el agua. Vi como un pozo, un pozo que parecía tener luz del otro lado. Luego me fui a mi casa, sintiéndome raro. No podía contarle a nadie ¿Quien me iba a creer? ¿Me estaba volviendo loco?

Nunca me había sentido tan solo como en esa semana. Todos los días volvía por la ruta a la misma hora, no sé por qué. Hoy, exactamente, ya había pasado una semana desde que la vi, por que parecía mujer esa figura, aunque no estoy seguro. Freno un rato en el puente, y la veo nuevamente. ¡Hay está!

Al verla, corro hacia abajo. Me escondo nuevamente detrás de la misma planta de la otra vez. De repente siento como unas manos me empujan hacía adentro del agua. Y justo cuando iba a gritar, me tapan la boca. Me quedo petrificado del miedo, tiene mucha más fuerza que yo. Al caer al agua sigo sostenido por esa figura. Me suelta, intento nadar con todas mis fuerzas hacía la superficie, pero el pozo tiene una fuerza de succión sorprendente. No puedo respirar, no sé cuanto más aguantaré debajo del agua. ¡¿Y ahora que hago?! Salgo del otro lado del pozo, mi cuerpo involuntariamente termina subiendo a la superficie. Me palpita el corazón con violencia, respiro agitadamente. Poco a poco se me cierran los ojos.

—No puede quedarse acá. Esto rompe todas las reglas. ¿Cómo vas a traerlo acá? ¿Estás demente?

Escucho voces a lo lejos, pero intento con todas mis fuerzas quedarme quieto y con mis ojos cerrados.

— Todos los días lo observo ir y venir en esa ruta. Me dio curiosidad y se ve que a él también. Además, el rey está casado con una de ellos. Si él no da el ejemplo... —dijo antes de ser interrumpida por otra voz.

—Esto es muy peligroso. Está prohibido que salgas y punto. Para colmo, no solo salís, sino que te traes uno de ellos a nuestras tierras. Te doy diez minutos para que lo devuelvas. De lo contrario, sufrirás las consecuencias.

Tengo unas ganas terribles de salir corriendo. El piso es suave, como algodón. Abro los ojos lentamente, algo mareado. Me mira con esos ojos delicados pero terroríficos. Me levanto rápidamente y me pongo en plan de defenderme, no sé cómo, pero tenía que estar listo.

—Tranquilo. No quiero hacerte daño. Tengo que llevarte a tu tierra.

Seguía en mi posición de defensa cuando veo un árbol que llama mi atención. Ya lo había visto antes. Soñé de niño que jugaba allí. Miro el cielo, y como ya sospechaba, era color violeta repleto de auroras boreales.

—¿Cómo puede ser esto real? —digo para mí.

Me pellizco un brazo, para cerciorarme. Me horroriza el haber sentido dolor al hacerlo. El suave algodón roza suavemente mis pies, es como caminar sobre las nubes.

—Sabía que conoces bien el lugar. No por nada me viste, supongo

Doy un salto al escucharla hablar. Me había olvidado completamente que ella estaba ahí.

—¿Pero porque conozco el lugar y no a ustedes? ¿Por qué hablas español? ¿No tiene todo esto nada de lógica? -digo, pensando en voz alta.

—No puedo hablar. Pero encontraré la forma de vernos de nuevo. Se que te acordarás de mí. En algún momento lo harás.

—¿De tí?

—Ojalá te acordarás de todos nuestros momentos juntos. Eso haría todo más fácil —se le caen algunas lágrimas—. Apenas te acuerdes ven, ¿Sí?

Me empuja y caigo al piso. Tiene una fuerza enorme. Respiro agitado, siento el olor picante del algodón que ahora está rodeándome totalmente. Me empiezo a adormecer.

Escucho sonar una canción, me suena conocida. Abro los ojos de forma brusca. La canción asquerosa no deja de sonar ¡Mi alarma! Agarro mi celular y la apago. Aún siento la sensación del algodón en mis pies.

Como un baldo de agua fría, me cae todo. Cada sueño que tuve con ellos, cada paisaje. Ato todos los cabos. Las auras boreales; la nieve esponjosa, que ahora se que son algodón; el olor picante que sale de estos y su efecto somnífero. Recuerdo las sonrisas, los chistes y los paseos con ella de la mano. ¿Cómo no recordé todo al verla? No podía ser más estúpido. Me calzo rápido y voy corriendo hacía el río. 

MicrorelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora