Otro día más que vivía en esa caja de zapatos. Las señoras vestidas de blanco la atendían constantemente. Al mirar las fotos en la mesita de luz, se le encendió una chispa en los ojos. Se sintió menos sola. La inundó ese recuerdo de libertad, esa plenitud que la había abandonado. Recordó a su Concepción natal: las madrugadas de pesca en el Paraguay, sus pies embarrados, el olor a río. Su mamá siempre hacía cocido con pan. Todas las tardes calurosas se amortiguaban con un tereré. Sumergida en sus pensamientos no le importó que un joven entrara en la habitación, con un bebé en sus brazos. Ella estaba enfocada en ese ida y vuelta, donde un recuerdo la llevaba a otro. Miró por la ventana: los edificios la rodeaban. Sintió claustrofobia.
El joven se sentó a su lado, alzando al pequeñito. La mujer lo miró detenidamente y, luego de unos minutos, se acordó de él. Abrazó con fuerza a su nieto, que ya se había convertido en padre. Se le cayeron algunas lágrimas mientras sostenía entre sus manos las manitos de su bisnieto.