Capitulo 2

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Con el tiempo aprendí a estar más callada, comer menos para irme antes a mi cuarto, opinar poco o nada, evitar las cosas que le molestaban y prácticamente ir de puntillas por la casa.

A la mayoría de la gente el miedo les da un subidon de adrenalina, los pone atentos y veloces. En mi caso, crecí con violencia alrededor lo que causo que el miedo me hiciera más torpe, más lenta y menos enfocada.

Tenía problemas con el estudio, dormía mal, adelgace mucho y no me relacionaba con mis compañeros de curso. Cuando mi padre estaba en casa, mi cerebro entraba en cortocircuito y me dejaba en frente del toro con una bella manta roja.

Empezó con un tartamudeo cuando él me preguntaba algo, yo me ponía nerviosa, no podía terminar de hablar y él se enojaba, lo que desencadenaba en una pelea.

Luego comencé a tirar cosas, simplemente se resbalaban o rompían, lo que causaba más peleas y gritos.

Cuando todo esto se juntaba venían los golpes, porque era inútil, porque era estúpida, porque lo hacía para molestarlo, porque debía a prender, por que los niños grandes no lloran y un millón de razones más.

El problema aquí es que crecer de esta forma le causa a un niño algunos problemas de conducta, en el colegio era una niña de diez, pero en casa con mi madre era mala, no por que quisiera sino porque fue como un escudo, si papa era malo tal vez mama también.

Con los años empeoro y los maltratos eran constantes, ya no tenía sentido defenderse o intentar pelear, solo lo tomaba y seguía adelante. Aprendía que cosas no hacer para no provocarlo, aunque siempre había algo nuevo que lo detonara.

Cuando tenía siete años papa perdió su trabajo así que mama consiguió tres turnos como camarera en una cafetería a la que trataba de llevarme siempre que podía para no tener que quedarme sola con mi padre.

Al cabo de un tiempo sus gritos y golpes no surtieron efecto, yo estaba creciendo y forjando mi carácter así que recurrió a los cinturones, cables o sus puños.

Nunca supe la razón por la que a mi madre no la tocaba, pero hoy en día creo que ella era su obsesión, no hacía falta lastimarla físicamente como a mí para que ella hiciera lo que él quería.

Cuando supere sus daños más fuertes, comenzó a destruir todo lo que quería, primero fueron los cumpleaños, avergonzándome frente a todos mis amigos, luego fue la familia, ya no querían venir a nuestra casa a ver como estábamos y por ultimo destruyo todos mis juguetes.

Si, esto realmente sucedió, no hay mejor manera de romper el espíritu de un niño que haciendo añicos su lugar seguro.

Recuerdo que estaba emocionada por que mi madre tenía un día libre y quería que juegue conmigo y mis peluches.

- ¡Mama! ¿Dónde estás? - Grite desde el pasillo, llevaba conmigo dos peluches de animales, uno era un perro y el otro un osito blanco con ropa roja.

-En la habitación Abby.- Contesto ella.

Entre a su cuarto y vi que estaba sentada en su cama con mi padre, me subí con ellos y empecé a parlotear.

-¿Quieres jugar ma? Podemos hacerlos hablar o algo.- No solía jugar mucho pero quería pasar tiempo con mi madre.

-Luego cariño, estamos viendo televisión.- Contesto ella.

-Pero mama, siempre estás trabajando, casi no te veo y tengo gan...- Cuando estaba intentando convencerla, mi padre interrumpió.

-Ya te dijo que no Abigail, vete a joder con tus mierdas a otro lugar.- Contesto el sin mirarme.

Mi madre no trato de decir nada pero me indico con la mirada que no insistiera. Lamentablemente yo estaba cansada de que el la usurpara todo el tiempo.

-No, no me voy, quiero estar con mama un rato.- Obviamente mi respuesta fue la peor que pude haber dicho por que en ese instante sí que me miro, se levanto de la cama y sujeto mi cara.

-En tu puta vida volverás a contestarme, maldita niña.- Grito en mi rostro, cuando me soltó me sacudí hacia atrás y el arranco uno de mis peluches de mi mano.

Cuando tomo el oso, camino hacia su mesa de luz y tomo unas tijeras, mientras recitaba todo lo que no debía hacer comenzó a cortar partes de mi oso, eso fue realmente doloroso, esos animales eran mi lugar feliz, donde me refugiaba cuando él era malo conmigo y ahora ya no tendría eso.

-¡Papa perdón, solo para! .- Le rogué mientras él seguía cortando partes.

-¿Así que ahora quieres que pare pero cuando tu madre y yo te dijimos que cierres el pico solo te apetecía contestar?.-Contesto mirándome.

-Cielo creo que ya lo tiene claro la niña, ¿No es así Abby? Ya deja ese peluche.- Intento frenarlo mi madre.

-¿Acaso te pedí una opinión Georgia? Yo crio a mi hija como se me da la gana, que te quede claro.- Dijo el firmemente.-Toma esta mierda y vete, como te escuche llorar te daré otra razón.- Me entrego el osito y yo recogí los pedazos que habían quedado en el suelo para salir corriendo a mi habitación.

Esa fue la primera rajadura en mi alma.

Breaking My WallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora