Capítulo 1

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Demi caminaba a casa con las manos en los bolsillos de su sudadera y la música viajando por sus audífonos.

Hasta que de pronto, una pequeña criatura blanca y esponjosa con una correa brillante rosa corrió por sus pies hasta al final quedar enredada en ellos. Confundido y claramente frenando el paso, miró al cachorro sentarse a gusto sobre la calle gris y mirar al frente.

Donde una chica delgada corría desesperada hacia ellos. Se detuvo una vez llegó frente a Demi, sosteniéndose con sus rodillas mientras trataba de recuperar el aire. La chica tenía peculiares cabellos rubios y largos hasta la cintura, los cuales quedaban perfectos con el tono pálido de su piel. Sus labios eran un poco más gruesos de lo normal y sus ojos grandes color café.

-Lo...Lo siento.- Dijo con voz ligeramente aguda y lenta- Ella... ella se escapó cuando yo... me distraje.

Decía entre jadeos debido a la falta de aire, Demi no dijo nada y se limitó a mirarla sin expresión. Sacó un audífono de su oreja y le dedicó un ceño fruncido.

-¿Y bien?¿No piensas sacarme de aquí?- señaló a la cachorra ahora echada sobre el suelo.

La chica asintió rápidamente, moviéndose tan veloz como podía, teniendo que dar vueltas alrededor para desenredar la correa de las piernas del más alto. Acabó, mirándolo con una sonrisa apenada y enredando la correa en su mano, poniendo sus dos manos juntas sobre su pecho como lo hacen en misa e inclinando un poco la cabeza hacia su derecha.

-Lamento las molestias

-Ajá, no hagas eso- miró a los lados, pensando en la suerte que tenía de que sólo un par de vecinos habían visto la escena.

La chica sólo volvió a sonreír

-Esta perrita fue un poco problemática, ¿Cierto?- miró a la cachorra

¿Por qué no se ha ido? ¿Porqué sigue hablando conmigo?

-Ajá

-¡Oh!- la chica desvió la vista al árbol detrás de Demi, abriendo mucho los ojos de forma graciosa.

El pelinegro se giró con el ceño fruncido, mirando en la misma dirección. Un pequeño gatito maullaba asustado, aferrado en la rama de aquel árbol de mango. La chica le dió la correa de la perrita a Demi, quien la tomó con torpeza y miró a la chica con el ceño más fruncido que antes.

-¿Qué crees que haces?¿Por qué me das esto?

-Voy a bajar al gatito- dice de forma obvia

-Niña, no. Yo no...

No le prestó mucha atención. Se dedicó a acercarse al árbol, subir las mangas de su holgado suéter rosa pastel, frotar sus manos y balancearse en el suelo unos segundos antes de saltar y aferrarse a una rama baja. Escalando con agilidad, como si lo hubiese hecho mil veces antes, hasta llegar al pobre gatito que seguía maullando.

Demi la miró más ceñudo. ¿Por qué tendría que haberse preocupado por ese pulgoso gato? Simplemente no lo entendía. Era un gato, volvería a subir.

-Ya estás- dijo la chica al gato colgándose con una mano y dejándose caer de pie. Por suerte el árbol no era tan alto.- Toma.

Le tendió al animal, por lo que Demi lo sostuvo confundido, mirándola extrañamente. La chica le quitó la correa, le dedicó una sonrisa y comenzó a alejarse.

Demi sin embargo, sólo se quedó ahí, a mitad de la banqueta mirando a la chica irse.

Hasta que reaccionó

-¡Oye, niña! ¿A dónde crees que vas? ¿Qué se supone que haré con...- miró al pequeño gato gris con manchas blancas como botas-...esto?

-Cuida de él o encuéntrale un dueño- se encogió de hombros siguiendo con su camino.

Frunció el ceño. ¿Cuidar de él? No. Nunca.

Ni siquiera me cuido a mí mismo, ¿Pero si cuidaré de un gato?

-No, no puedo hacerlo. Llévatelo.- Ahora sí la chica paró el paso y lo miró mordiendo su lengua.

Pareciendo irritablemente adorable para el otro.

-Vamos hombre, sólo es una indefensa criatura en un mundo cruel. ¿En serio lo dejarás a su suerte?- lo miró suplicante parpadeando varias veces seguidas en su dirección.

Lo pensó un momento

-Sí

-Vamos, por favor.- dijo balanceándose hacia atrás y hacia adelante sucesivamente.

-Escucha... Tú...- entrecerró los ojos

-Miranda Sandoval.

-Ajá sí. Miranda Sandoval, no puedo cuidar de él.

-Sí puedes... Tú...

-Demi Nuñez

-Demi Nuñez- repitió con una amplia sonrisa- Nos vemos amiguito, cuida bien de él.

-¡No, espera!- pero se alejó, dejándolo con una bola de pelos que ya se había acurrucado en sus brazos

Mocosa insolente

Empezó a acariciar casi inconscientemente al animal escuchando sus ronroneos mientras miraba a la tal Miranda Sandoval alejarse.

-Mírala... Se cree la gran cosa- chasqueó la lengua- Es perversa.

Miró al animal unos segundos, antes de comenzar a caminar con él en brazos.

¡Perversamente adorable!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora