Ya están otra vez. Mis padres vuelven a pelearse. Oigo sus gritos a través de las paredes de casa, que parecen de papel. Siguen creyendo que si se pelean en la planta baja, yo no los oigo desde arriba. Pero, por desgracia para ellos, y para mí, me llega hasta la última palabra con total claridad.
Es lo de siempre. Se enzarzan hasta que quieren tirarse de los pelos y luego se van a su habitación. Últimamente, mi padre está durmiendo en la de invitados,
de la que sale a escondidas todas las mañanas antes de que yo me vaya a clase.
Cree que no me doy cuenta, pero sí.
Soy consciente de que no están bien, pero no se separarán. Son así de tercos.
Es algo que he heredado de ellos, la cabezonería, pero espero no verme nunca en una situación parecida. Claro que yo no tengo que preocuparme por encontrar a
alguien que me quiera para luego acabar odiándolo, porque el tío del que estoy enamorada nunca me va a querer. Está demasiado ocupado babeando por Nikki la Zorra. Vale, un momento, que rebobino y te explico los motivos exactos por los que
Nikki es una zorra.
Nicole Andrea Bishop, también conocida como el origen de todos mis males, es mi ex mejor amiga y segunda capitana del equipo de baile del instituto.
La conozco desde la guardería, cuando todo eran arcoíris y mariposas, y compartir un helado con otra niña te convertía automáticamente y para siempre en su mejor amiga. La verdad es que eso es lo que fuimos Nikki y yo durante más o menos diez años. Luego llegó el instituto, y ella se transformó en un engendro de Satanás.
Adiós a la niña mellada que me hacía trenzas porque yo era físicamente
incapaz. Adiós a la amiga con un acné importante que se quedaba despierta toda la noche ayudándome a estudiar para los exámenes de francés, una auténtica pesadilla para mí. Adiós a la chica a la que consideraba casi una hermana, que cenaba con mi familia todos los sábados antes de la maratón semanal de Las chicasGilmore.
Para cuando terminó el primer año, a Nikki ya la había poseído el espíritu
de Regina George y yo era la mosca que no dejaba de revolotear a su alrededor.
Hice todo lo que pude para mantener viva nuestra amistad, de verdad que sí, pero mi orgullo tenía un límite.
Ahora es cuando te cuento que yo antes estaba gorda. Y cuando digo gorda, no me refiero a esa gordura que te permite llevar vaqueros ajustados con una camiseta corta y aun así atreverte a criticar esos kilitos de más.
Por aquel entonces pesaba la friolera de ciento cinco kilos, más que todo nuestro instituto junto. Era esa chica que llevaba chándal con capucha y Converse todo el día, todos los días, sin siquiera planteárselo. Pero, antes de que te dé pena, déjame que te diga que nunca fui consciente de mi peso. Es más, tampoco me suponía un problema. No hacía régimen ni deporte (para disgusto de mi madre) y tampoco sacrificaba pequeños animalitos para que los dioses me hicieran perder milagrosamente los kilos que me sobraban. Comía lo que me apetecía, me quedaba en casa viendo Gossip Girl en el portátil y mis compañeros de clase me obviaban,
no me hacían bullying, pero pasaban de mí. Fue entonces cuando Nicole se apuntó al equipo de baile, y de pronto todo el mundo empezó a odiarme. ¿Sabes?, es como si aún oyera los silbidos y los comentarios discretos; bueno, discretos más bien poco, cada vez que Nicole y yo pasábamos junto a un grupillo de estudiantes.
«¿Qué hace una macizorra como Nicole Andrea Bishop con una tía como esa?»
«¿Qué le estará haciendo _____ la Obesa para obligarla a que sea su amiga?»
«¿Por qué Nicole no se quita ese peso de encima y ya está?» Sí, este era para partirse.
Ni que decir tiene que Nicole acabó dándose cuenta de que yo estaba
perjudicando su reputación, así que, después de meses evitando mis llamadas y sin tiempo para quedar conmigo, al final me dejó bien claro que era una carga para ella y que ya no podíamos seguir siendo amigas.
Me tragué el orgullo y lo acepté. Diez años de amistad a la basura, así, sin
más, y todo porque mi mejor amiga era demasiado cobarde para plantarle cara a la gente que cuestionaba nuestra amistad. Y no me habría parecido mal si se hubiera limitado a ser eso, una cobarde, pero Nicole decidió que un defecto de semejante
calibre no era suficiente para ella. Por lo visto, uno de los requisitos de la
popularidad es convertirse en uno de esos villanos retorcidos que salen en las pelis. Y se puso manos a la obra.
Cuando empezamos el segundo curso, yo había perdido treinta y seis kilos
y ella había ganado un novio. Y no uno cualquiera. Nicole volvió a clase siendo la novia del chico del que yo estaba colgada desde los ocho años.
Joel Pimentel, fue el primer chico que me regaló flores. Bueno, si por
flores entendemos un diente de león arrancado de cualquier manera. Íbamos a tercero y aquel día yo había ido al colegio con mi diadema favorita. Me dijo que estaba muy guapa, y a mí aquello me bastó para enamorarme hasta el tuétano. Con
el paso del tiempo nos hicimos buenos amigos. Bueno, al menos él se comportaba como un amigo. Yo me quedaba muda cada vez que se me acercaba. Y es que era el prototipo de chico estadounidense: morocho, ese cabello con risos, ojos marrones y con una habilidad envidiable para jugar al béisbol. Por desgracia, a medida que fui ganando peso, empecé a avergonzarme de que me vieran con él. Estaba gorda y era todo lo torpe que puede ser una preadolescente. Digamos que no era el tipo de chica que merecía pasar tiempo con Joel Pimentel, así que acabé por alejarme de él.
Nicole sabía perfectamente lo que yo sentía por él. Incluso me animaba a
que le pidiera para salir porque, según ella, Joel estaba colgado de mí a pesar de mi problemas de peso. Yo estaba totalmente en contra de esa idea, por decirlo suavemente. Sin embargo, al volver del verano y antes de empezar el segundo curso, vi la luz al final del túnel. Me había pasado horas encadenada a la cinta de
correr, consumiendo mi propio peso en agua, y sentí que quizá esa vez sí. Aquel sería mi año. El año en el que por fin tendría una oportunidad, en el que me convertiría en alguien capaz de tontear con Joel Pimentel.
No tenía la menor idea de lo que se me venía encima.
La primera vez que vi a Joel después del verano fue en los pasillos, justo
antes de entrar en clase. Yo llevaba mis mejores vaqueros, que casualmente me hacían un culo bonito, una camiseta ajustada y ligeramente escotada, lo justo, y mis
botas negras de rock star. Me había peinado a conciencia, ondulando mi melena rubia en plan playero, e iba perfectamente maquillada. Por desgracia, en cuanto lo vi, no fueron necesarios ni cinco minutos para que tuviera la cara llena de chorretones de rímel.
Joel tenía la lengua metida hasta la campanilla de mi mejor amiga, perdón, ex mejor amiga. Si aquella mañana hubiera desayunado, el contenido de mi estómago no habría tardado en volver a salir por donde había entrado. Recuerdo que sentí una presión en el corazón, como si alguien me lo apretara con todas sus
fuerzas hasta romperlo en mil pedazos. Se me llenaron los ojos de lágrimas y noté un nudo en la garganta. Fue lo peor que he sentido nunca.
Había perdido a Joel Pimentel, el amor de mi vida, y por si fuera poco a manos de mi ex mejor amiga, que encima me lo restregaba por la cara. Fue como si todo el peso que había perdido no significara nada para ellos. Estaba condenada a seguir siendo ______, la Obesa, la chica sin amigos e invisible para el único chico que había querido.
Avanzamos dos años y aquí estoy, una veterana en la segunda semana de
su último año de instituto. Por increíble que parezca, es sábado por la noche y esta veterana está en casa acosando al amor de su vida por Facebook. Sí, ahora estoy hablando de mí misma en tercera persona, cosas del aburrimiento
Recorro su perfil, que parece estar lleno de fotos de su novia en diferentes secuencias de un selfie. Enfermizo, así es como yo llamo a semejante nivel de egocentrismo.
La imagen del perfil es una foto de ellos dos en la playa. Él la levanta por la cintura y le besa la frente mientras ella le dedica a la cámara una de sus sonrisas de ángel (exterminador).
Intento apartar de mi mente las fotos que aparecen de Nicole mientras me
regodeo en el perfil de Joel. Es tan perfecto, tan guapo, con el pelodespeinado y esos ojos de miel... Tiene una sonrisa matadora, hoyuelos en las mejillas, nariz perfecta, labios de ni hablar...
¿Parezco muy enamorada? Pues para él es como si no existiera, porque está demasiado ocupado intercambiando babas con la puñetera Nicole Andrea Bishop.
Son la pareja perfecta, los típicos que salen elegidos rey y reina del baile de graduación y acaban casándose porque parece la conclusión más lógica. La perfección conduce a la perfección, aunque dicha perfección esté corrompida hasta la médula. ¿Cómo puede ser que no se dé cuenta de lo maléfica que es su novia?
¿Cómo puede estar tan ciego y no ver sus defectos?
Ah, espera, que ya me acuerdo. Los colmillos solo los enseña cuando ando yo cerca; cuando está con él, es inofensiva como un chihuahua. Para ser justos, Joel sí que se acerca siempre a saludarme y se ofrece a llevarme los libros cuando tenemos clase juntos. Obviamente, nunca acepto su ofrecimiento porque Nicole siempre está al acecho,observándome y sacando fuego por la nariz.
Aprovecho que hoy me siento especialmente sádica para refrescar un par de veces la página, pero se me petrifican los dedos a medio camino cuando veo una publicación. No una cualquiera, sino La Publicación con mayúsculas. La única capaz de arrancarme un grito, literalmente, y hacerme lanzar el portátil a diez
metros de mí. La sentencia de muerte que me mira fijamente a los ojos dice:
«Vuelvo a casa, tío. Ya puedes montarme una fiesta de la leche, Joel Pimentel».
¿Quieres saber quién es capaz de amedrentarme de esta manera, hacerme temblar de los pies a la cabeza y conseguir que desee vivir en la Edad Media?
Bueno, pues el nombre que me fulmina desde la pantalla es Christopher, Christopher Vélez, y está a la altura del de Nicole. El universo funciona según una lógica cuando menos misteriosa, ¿verdad? Bueno, pues yo a veces creo que conmigo lo
que tiene es un sentido del humor un poco retorcido. ¿Cómo explicas, si no, que los nombres de las dos personas que más estragos han causado en mi vida sean prácticamente idénticos?
Pero me estoy desviando del tema, el problema no es que sus nombres se
parezcan, es que Chris... Espera, ¿vuelve Christopher? ¡Mierda!
Christopher, para aquellos que no sepan por qué se me eriza el vello solo con oír su nombre, es el hermanastro de Joel y la única persona, además de Nicole, cuyo pasatiempo preferido es hacerme sentir desgraciada. Me ha machacado sin descanso durante toda la primaria y la secundaria. Por suerte, teniendo en cuenta
que estamos hablando de un delincuente, antes de que empezáramos el instituto
acabó donde acaban todos los de su calaña. La academia militar lo ha mantenido alejado de mí estos últimos tres años.
Y ahora vuelve a casa.
Christopher Vélez, el motivo por el que me sé los nombres de todas las enfermeras de urgencias y ellas el mío, vuelve a la ciudad. ¡Dios mío, ahora serán dos! Christopher y
Nicole unirán sus poderes diabólicos para convertir mi vida en la peli de miedo más realista de la historia.
Trago saliva ruidosamente y cierro el portátil apartándolo a un lado, como
si estuviera poseído.
Vale: Universo y su enfermo sentido del humor, uno; rubia gordi que siempre termina muerta en la bañera, cero.AYOLAAAAAAAAAA MII GENTEEE
HERMOSAAAH! :3Ok, esa es la introducción. Espero que les haya gustado:3
NO SE OLVIDEN DE VOTAR, SI LES GUSTÓ, CLARO.
Neta me ayudan mucho con eso, y me pone feliz.
Las mamow:3
M.V
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I will hate you until I love you (Vélez, Tn, Pimentel)
Random______ (nombre) _____ (apellido) es una chica del montón. Su plan para el último curso del instituto es pasar desapercibida y seguir admirando a su fichaje, Joel Pimentel, desde la distancia. Pero todo cambia cuando el hermano de Joel, Christopher...