No me avergüenza admitir que no soy de las que tienen un sueño ligero. De hecho, podría venir una grúa y levantar el techo de la casa conmigo debajo y yo ni me enteraría. Soy así, ya está, es algo genético. En casa valoramos las horas de sueño mucho más que la gente normal, hasta el punto que mi hermano ha llevado esa pasión al extremo y básicamente lo único que hace es dormir. Mejor dicho, beberse hasta el agua de los floreros y luego dormir.
Este amor hereditario por el sueño explica el odio que soy capaz de engendrar hacia cualquiera que me despierte antes de tiempo. Los que me conocen bien saben que es mejor no jugar con fuego. Puedes meterte conmigo, llamarme lo que quieras e incluso arrebatarme cruelmente el amor de mi vida, pero no puedes despertarme si yo no quiero estar despierta.
Por desgracia, al parecer, hay una persona que no ha recibido la circular.
Debe de ser por eso por lo que a la mañana siguiente me despierto estornudando
como la típica adolescente empollona con alergia primaveral al polen.
Un segundo, si soy la típica adolescente empollona con alergia al polen...
Da igual, el caso es que estoy a punto de echar las entrañas por la nariz y no es porque durante la noche hayan florecido girasoles en mi habitación como por
arte de magia. No, lo que pasa es que la reencarnación de Hannibal Lecter, también conocido como Christopher Vélez, tiene un ramo de rosas pegado a mi nariz, pese a que el caraculo sabe que soy alérgica. ¡Uf!
Cuando por fin acabo de limpiarme los mocos, él está tirado por el suelo
partiéndose de risa. Gruño y le tiro la almohada.
-¡Imbécil!
Me abalanzo sobre él, pero consigue esquivarme justo a tiempo. Yerro mi
objetivo y acabo aterrizando aparatosamente en el suelo de madera de mi habitación. Mi mañana se ha ido al traste y todo para diversión de Christopher Vélez.
Unos veinte minutos más tarde, estamos sentados a la mesa del desayuno.
Mis padres se esfuerzan tanto en no parecer ellos que su pequeño teatrillo está
consiguiendo que me maree. Mi madre le pasa el café a mi padre y él, a cambio, le ofrece un beso en la mejilla. Se ríen mientras hablan de los buenos tiempos,
cogidos de la mano por encima de la mesa. Tengo ganas de vomitar, pero no puedo cargarme una actuación de Oscar como esta.
Todo esto es en honor de la persona que se sienta a mi lado y que ahora mismo está devorando un plato de huevos revueltos y tostadas que mi madre le ha preparado con todo el amor del mundo.
Mi madre no cocina, nunca, jamás.
Sé por experiencia que es una gran cocinera, pero en algún momento, no sé
cuándo, dejó de ser la madre que preparaba la cena todas las noches e insistía para
que nos sentáramos todos juntos a comer.
No puedo evitar sentir una punzada de envidia al ver que cocina para Christopher
pero no para su familia. Es absurdo, lo sé. Nuestros problemas no se solucionarán
sentándonos todos juntos a comer estofado, pero ahora mismo necesito un chivo
expiatorio contra el que dirigir todo este rencor que siento, y el escogido es Christopher, el mismo que, ajeno a la tensión que le rodea, abre surcos en el plato como un tractor hasta las cejas de crack.
-Y qué, Christopher, ¿qué planes tienes para la universidad?
La pregunta me coge por sorpresa porque mi padre nunca ha mostrado el más mínimo interés por mis planes de futuro. No sabe qué asignaturas he escogido este año, ni siquiera que soy una estudiante de sobresalientes. Suspiro para mis adentros e intento no ahogarme en la autocompasión. Tiene todo el sentido del mundo que le hagan la pelota. Al fin y al cabo, es el hijo del sheriff y el sheriff es un hombre muy importante en el pequeño mundo de la política municipal.
Christopher para de esnifar el desayuno y desarma a mis padres con una de sus
encantadoras sonrisas.
-De momento no he hecho planes. Incluso puede que ni siquiera me
matricule el año que viene en la universidad. Me estoy planteando la posibilidad de cogerme un año sabático. Recorrer Europa en plan mochilero, ver mundo...
Se me escapa una carcajada: no doy crédito a lo que acabo de oír.
-¿Recorrer Europa en plan mochilero? Esa excusa solo la usan los que están a punto de repetir.
Mi padre me regaña con la mirada y me doy cuenta de que me está advirtiendo que no me meta. Frunzo los labios como una niña testaruda, me cruzo de brazos y le devuelvo la mirada. Ya le he dicho antes que no pienso hacerle la pelota a Christopher Vélez bajo ninguna circunstancia. No hay nada en el mundo capaz de convencerme de que sea agradable con la persona que se ha dedicado a hacerme la vida imposible. Si mi padre cree que de pronto me voy a convertir en la mejor amiga de Christopher es que está alucinando.
- ______, cariño, lo del coche que querías por tu cumpleaños...
Deja la frase a medias a propósito, es evidente, pero las palabras provocan el efecto deseado. Me quedo petrificada, con el tenedor suspendido en el aire, mientras mi padre me sonríe con malicia desde el otro lado de la mesa.
No se atreverá...
Llevo todo el año ahorrando para comprarme el Range Rover Sport más
bonito del mundo, pero al final me he quedado corta y mi padre se ha ofrecido a
echarme una mano para evitar que caiga en una depresión. Me ha prometido que
tendría el coche por mi cumpleaños, sin letra pequeña. Desde entonces estoy
flotando, imaginándonos al coche y a mí a toda pastilla por la autopista, con el
viento acariciándome el pelo y Maroon 5 sonando en la radio al todo...
Pero en cuanto las palabras salen de su boca, la imagen se rompe en mil pedazos porque sé perfectamente qué tiene en mente mi padre.
-¿Qué pasa con el coche? -pregunto de puntillas mientras su sonrisa se expande.
-Estaba pensando que quizá nos esperemos al año que viene para
comprarlo. Este año puedes usar el de Travis, el viejo. Como aún no te sientes muy segura aparcando...
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I will hate you until I love you (Vélez, Tn, Pimentel)
Acak______ (nombre) _____ (apellido) es una chica del montón. Su plan para el último curso del instituto es pasar desapercibida y seguir admirando a su fichaje, Joel Pimentel, desde la distancia. Pero todo cambia cuando el hermano de Joel, Christopher...