CAPÍTULO III

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- ¡Suelten a la señorita! ¡¿No es evidente que ella no desea ninguna de sus atenciones señores?!

Cuando escucharon ese grito, tanto Sue como Nathaniel y Allan quedaron petrificados.

Seguidamente, ambos hombres respondieron con bravuconería y lograron provocar al caballero que había decidido ayudarla. Ella vio cómo el joven golpeaba a uno de sus captores y el segundo huía del lugar, dejando a su compañero en el suelo.

No pudo evitar temblar por el pavor que le producía la sensación de impotencia al no poder detener a esos hombres que intentaron abusar de ella. El joven que la había salvado, en primera instancia preguntó si se encontraba bien, pero al recibir una respuesta vaga por su parte, decidió insistir un poco. Cuando mencionó que posiblemente su padre la buscándola, dejó traer su recuerdo a su memoria.

Al levantar la vista, con los ojos llorosos, desde el otro lado, unos hermosos y gentiles ojos la estaban observando. No pudo definir con claridad el color de sus ojos debido a la oscuridad que había; pero, tenían un tono entre verde y azúl. También notó que tenía el cabello negro, como la noche que se extendía frente a ella.

Se encontraba tan esimismada tratando de definir el color de sus ojos, que no se dio cuenta que su tío venía caminando en dirección a ella, al hacerlo ya era demasiado tarde. Carl estaba furioso con ella, y no era para menos después de todo lo sucedido.

- ¡Susana, ¿qué haces a estas horas fuera de casa?! Vamos ahora mismo. - En ese momento, Carl notó a su acompañante y le increpó - Disculpeme, pero ¿ustéd quién es y por qué se acerca a mi sobrina más de lo permitido, usted la ha citado aquí, acaso?

Sue lo vio tomar una respiración profunda y responder:

- Soy Andrew Collins, señor. Y antes de que haga suposiciones erróneas, no, no he citado aquí a su sobrina a reunirse conmigo, se lo aseguro. Me encontraba saliendo de uno de esos locales - hizo un gesto con la mano, señalando a la calle frente a ellos - y vi como dos hombres forcejeaban con ella.

- Susana, ¿es cierto eso?

- Si, tío. Eso fue lo que sucedió -. Respondió Sue con la cabeza baja.

- En ese caso, me gustaría agradecerle apropiadamente por haber salvado a mi sobrina. Ahora es imposible que nos podamos reunir en un lugar adecuado. Pero, ¿le vendría bien si mañana nos reunimos en mi casa a la hora del almuerzo? Tal vez no tenga todas las comodidades a las que usted está acostumbrado; pero le aseguro que soy un buen anfitrión. 

- No se preocupe, no me molestaría visitar su casa. En cambio, me siento muy honrado de que alguien quiera compartir la mesa conmigo -. Sue observo que las palabras que pronunciaba Andrew eran sinceras. Se preguntó por qué nadie querría compartir la mesa con él, pero esa duda no era algo que podía manifestar en voz alta.

Luego, ambos hombres continuaron aclarando detalles de la invitación, hasta que llegó la hora de despedirse.

Al llegar a casa, Sue se preguntó qué tan enojado se encontraría su tío, ya que por el resto del camino, su tío se encontraba en tensión.

- Susana, ahora me vas a explicar qué rayos hacías en la calle. Empieza a hablar.

- Lo siento tío, es que me estaba preocupando, ya que usted no parecía llegar. Así que decidí salir a ver si se encontraba por ahí.

- Uhm, ¿y por qué saliste sola? ¿no te das cuenta de lo que puso haberte pasado?

- Perdóname tío Carl, por favor -. Ya rogaba Sue llorando.

- Te advertí que no te lo dejaría pasar así nada más si otra vez me desobedecías. Y sabes que yo cumplo mi palabra.

Entonces, sin poder evitar lo que se avecinaba; Sue se resignó al castigo que iba a recibir.

Susana (Saga Londres Victoriano I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora