Capítulo 12

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Saber lo que estaba pasando era una cosa; prepararse para ello, otra bien distinta. Cada vez que levantaba la vista y sorprendía a Harry observándola con expresión cavilosa, tenía que desviar la mirada para ocultar la angustia que se agitaba dentro de ella. Sabía que él se arrepentía de haberle pedido matrimonio y que su orgullo no le permitía desdecirse. Probablemente nunca le pediría que le liberara de aquel compromiso. Tendría que ser ella quien lo rompiera.    
        Tenía la sensación de que Harry no estaba listo aún para admitir que se había equivocado, y había decidido no hacer nada de momento para poner fin a su compromiso. Cuando llegara el momento, lo sabría y liberaría a Harry. Pasó Año Nuevo y, tal como había planeado, Harry comenzó a trabajar a jornada completa. Dione notó que estaba siempre ansioso por marcharse y que había empezado a llevarse a casa un maletín lleno de papeles. Se preguntaba si se llevaba trabajo a casa a fin de tener una excusa para encerrarse en el despacho y huir de su compañía. Luego él mencionó de pasada que Richard había aceptado su sugerencia y se había ido un mes de vacaciones, y ella se sintió culpable. Sin Richard para quitarle aquel peso de encima, estaba realmente sepultado en papeleo.
          Una noche se acostó pasada la medianoche y, al relajarse, dejó escapar un gruñido cansino. Dione se dio la vuelta y le tocó la mejilla. Pasó los dedos por su piel y sintió el cosquilleo de su barba.

-¿Necesitas un masaje para relajarte? -preguntó en voz baja.
-¿Te importaría? -suspiró él-.Tengo los hombros y el cuello agarrotados de estar inclinado sobre la mesa. Dios mío, no me extraña que Richard y Serena tengan problemas. Richard se ha pasado dos años así. Con eso bastaría para volver loco a cualquiera.

        Se tumbó boca abajo y Dione se subió el camisón hasta los muslos, se sentó a horcajadas sobre su espalda y se inclinó para obrar su magia sobre sus músculos tensos.
        Cuando hundió los dedos en su carne, Harry dejó escapar un quejido sofocado, y luego suspiró, satisfecho, al sentir que la tensión le abandonaba.

-¿Has visto a Serena últimamente? -preguntó.

     Sus dedos se detuvieron un instante y luego volvieron a moverse.

-No -contestó-. Ni siquiera ha llamado. ¿Has hablado con ella?
-No desde la noche que cenó aquí y nos dijo que Richard y ella se separaban. Creo que la llamaré mañana. Ahhh, qué maravilla. Ahí, justo ahí. Me siento como si me hubieran dado una paliza.

        Ella hizo rodar los nudillos arriba y abajo sobre su columna, prestando particular atención al lugar que Harry le había indicado que necesitaba mayores cuidados. Él resoplaba un poco cada vez que tocaba la zona dolorida, y ella empezó a reírse.

-Pareces un cerdo -dijo en broma.
-¿Y qué más da? Estoy disfrutando. Echaba de menos los masajes. A veces se me ha ocurrido llamarte y pedirte que fueras a la fábrica a darme unas friegas, pero no me parecía buena idea, habiendo tanto trabajo.
-¿Por qué no? -preguntó ella con aspereza, un poco irritada porque la considerara una masajista ambulante, y un tanto enfadada porque no hubiera puesto en práctica su idea.

        Harry se echó a reír y se dio la vuelta, manteniéndose hábilmente entre sus piernas.

-Porque -murmuró- esto es lo que suele pasar cuando me das un masaje. Déjame decirte que me costó horrores que no te dieras cuenta cuando creías que era impotente e intentabas excitarme con tanta dulzura para demostrarme que no lo era.

       Ella se apartó como un cohete, sonrojándose por entero.

-¿Qué? -gritó, furiosa-. ¿Sabías lo que pretendía y me dejaste seguir adelante y ponerme en ridículo?

     Él se rió con estruendo y estiró los brazos para abrazarla.

-No tardé mucho en darme cuenta -reconoció sin dejar de reírse-. Como si necesitaras ropa sexy para excitarme... Pero no podía decirte lo que sentía sin asustarte. Cariño, no me estabas seduciendo. Te estaba seduciendo yo a ti, pero tenía que dejarte creer que era al revés.

Amanecer contigo- H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora