Capítulo 2: Tratado de paz

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El sol se asomó entre las montañas, la luz cayó por el reino de Katiuska y poco después el cántico del gallo avisó a la familia García sobre la hora. Debían comenzar su jornada laboral, cuidar de los cultivos y ocuparse de los animales.

Hasta fuera se escuchó el ajetreo dentro de la casa, se encendió el fuego, se hirvió agua y una pequeña conversación se tejió entre los cuatro pertenecientes a la familia.

Segismundo, el mayor de todos, salió primero, encargando a los dos más jóvenes las tareas que debían llevar a cabo mientras él y su primo Rogelio estaban fuera. El frío le chocó en la cara y amenazó colarse por entre la lana de su suéter, lo bueno es que aún era verano y en vez de nieve sobre el césped había rocío iluminado por el sol, además que el frío desaparecería dentro de unas pocas horas.

Puso la montura al caballo, interrumpido a media tarea por el ruido de un carruaje pasando cerca. Como le era costumbre, se asomó a mirar de qué se trataba, sorprendido al entender que aquél no era ningún carro de mercader ni nada similar; era el carruaje real de la reina aledaña, Aleksandra Volkov. La mujer era monarca de la mitad del reino, aquella porción —también una ciudad— que estaba en una isla cercana, tomó mando a penas cumplió dieciocho por petición de su padre. Ni siquiera para un campesino como Segismundo fue complicado intuir que la llegada de la reina estaba estrechamente relacionada con el rey de Zhenya apareciendo en el castillo el día anterior.

La escolta se perdió por el camino de tierra para cuando Rogelio salió de casa con un bolso en mano, debían ir a la ciudad a entregar algunas cosas a los mercaderes y luego tenían un evento pendiente al que aún no decidían cuál de los dos asistiría.

En el castillo, el rey apenas despierta, y al hacerlo siente el deseo de seguir dormido, ha salido de un sueño para adentrarse en una pesadilla. La situación le mira sin remordimiento, culpándolo a él, pues no debería dudar ni lo más mínimo frente a la decisión que estaba ya tomada, ¿qué diría su padre si estuviera vivo? no quería saberlo, prefería imaginar a su madre diciendo que no necesitaba hacerlo si no quería, que encontrarían otra forma igual de efectiva incluso si no existía tal cosa, era una mujer optimista, en ocasiones demasiado. Sentó en la cama, restregándose la cara con tal de apartar el sueño y los pensamientos.

Sobre la mesa de noche permanecía una carta sin abrir.

Las cortinas continúan cerradas, con el sol filtrándose a penas, iluminando pobremente el cuarto, sin embargo, es capaz de hacer brillar tenue a la corona en el escritorio, puesta sobre un cojín azul de bordados dorados. Viktor recordó haberla lanzado cerca de la cama la noche anterior, la servidumbre debió colocarla con cuidado, siempre mantenían todo impecable.

Peinó su cabello con los dedos, cerrando los ojos para permitirse un largo suspiro, sería un día largo, el primero de muchos. La mirada le fue a caer sin querer en el sobre, y apartó los ojos con rapidez, no podía leerla, si la leía, sería incapaz de tomar la decisión que llama el deber. E incluso si seguía siendo parcial, algo lo detendría de hacer las cosas bien. Por más que quiera, ya no puede ser un hombre que sucumbe ante palabras bonitas y promesas imposibles, necesita ser un rey que vela por su pueblo.

Por otro lado, Jack ya estaba vestido, sentado en una orilla de la cama mientras pensaba en lo que estaba dejando atrás. Escuchó tres toques consecutivos en la puerta y articuló un "pase" sin demasiada energía. Una sirvienta ingresó al cuarto, reverenció con respeto y luego depositó una bandeja de plata sobre la cama, sirvió un poco de té con la tetera de porcelana pintada con flores azules antes de hablar.

—La reina de Pavel ha llegado hace unos minutos, la audiencia se realizará en una hora, señor. Actualmente se está avisando a los invitados, me han pedido que os lo comunique —dijo con cuidado en medio de una venia, retirándose tras lo dicho, Jack asintió sin más, mirando la comida de reojo.

Lirios y Gardenias. [𝐒𝐩𝐚𝐢𝐧𝐑𝐏 𝐀𝐔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora