Capítulo 5: Hermanos Escobilla.

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Carcasona era un pueblo situado al norte de Katiusca con salida al mar y aire fresco, bajo el mandato del rey Viktor.

Los hermanos Escobilla solían escogerlo como último destino durante sus largos viajes por el continente, eran mercaderes que usaban como negocio las novedades del sur, donde estaba su tierra natal, para venderlas en el norte, luego comprar en el norte y vender en el sur; un ciclo simple que dejaba buen dinero. De momento el negocio les iba bien, el único problema eran los casi cuatro meses que tardaban en ese trayecto, pues los reinos —Zhenya y Katiuska— estaban casi aislados del resto del mundo, manteniendo apenas comercio con el exterior y enzarzados en sus propias disputas. Pero valía la pena, era solo un viaje al año que debía terminar antes de que llegara el invierno.

El negocio en realidad no era solo ser mercaderes tampoco, uno de los hermanos, Emilio, se dedicaba más al trabajo sucio que pudiera encontrar mientras el mayor, Pablito, vendía y compraba objetos, siempre fijándose en llevar uno para su hija que le esperaba en su ciudad natal, a la cual dejaba a cargo de su ex mujer mientras viajaba con su hermano. De cualquier forma, el negocio funcionaba y daba suficiente para vivir sin preocupaciones más allá de la de viajar.

Cerca del mediodía arribaron a Carcasona y Emilio, como de costumbre, se dirigió al bar para retomar sus contactos, hacer unos nuevos y con suerte encontrar algún trabajito mientras Pablito comerciaba sus rarezas del sur en uno de los tantos pueblos que conformaban el pequeño mercado del poblado. También aprovechó de comprar unas flores, aquellos girasoles que a su hija tanto le gustaban por verlos en las pinturas; llegarían secos, pero se preocupó de guardarlos en un libro para que se secaran y aún así se mantuvieran bellos, también compró semillas y una cajita para guardarlas donde luego agregaría las flores secas.

Las ventas fueron bien para su suerte, en tierras extranjeras siempre solía irle mejor, por ello los viajes eran indispensables. Este recorrido en particular se había alargado, Pablito empezaba a querer quedarse más en casa y al estar más tiempo fuera, había conseguido ganancias suficientes para subsistir el resto del año con el ingreso menor que obtenía comerciando en su ciudad sumado a lo ya obtenido. Además, al viajar con su hermano, los dos tenían ciertos trucos para que nadie les robara, y por trucos era el saber defenderse incluso si los ladrones resultaban muertos. Había que sobrevivir y volver a casa siempre, el resto no importaba.

Cerca del atardecer, Emilio apareció junto a su hermano para ayudarle a guardar la mercancía en la carreta. Era hora de ir a la posada y disponerse, al fin, a descansar. Por fortuna la posada en cuestión era bastante buena y contaba con un establo para que los caballos pudieran descansar y la mercancía no quedara a la intemperie. Tras tantos años repitiendo el mismo viaje, el dueño los conocía suficiente para darles todas las comodidades necesarias.

Pablito, mientras se preocupaba de que el libro con los girasoles y la cajita no se perdieran, se percató de que algo pasaba, no era que lo viese, sino que las personas comenzaban a apurarse.

De pronto, muchos empezaron a correr ante los gritos y se corrió la voz en un instante.

Estaban atacando Carcasona.

—¿Cómo? —soltó Emilio, alzando la voz sobre los gritos al escuchar la apurada explicación de otro hombre que asustado relató cómo las casas a la orilla del pueblo se estaban quemando y el fuego se expandía hacia el bosque.

—No mame, ¡Vámonos! —apuró Pablito, tirando las últimas cosas a la carreta y subiendo.

Sintió pánico al ver la oleada de gente que corría por en medio de la calle, salir sería complicado, pero no podía dejar atrás su trabajo de tantos meses. Aferró las riendas y obligó a los caballos a andar, la gente debería apartarse si no querían ser aplastados por la carreta, no había de otra.

Lirios y Gardenias. [𝐒𝐩𝐚𝐢𝐧𝐑𝐏 𝐀𝐔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora