Dieciséis: Poder en Sangre

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Khala y Rumán se encontraban sentados en los sofás de terciopelo antiguo en el salón de Tea, rodeados de cortinas tejidas a mano bien cerradas, un candelabro encendido al medio de la habitación y una chimenea flameante que los mantenía a buena temperatura.

Eran las tres de la mañana y ninguno tenía la suficiente paz en sus cabezas para irse a dormir. Rumán, de entre ambos, era el más afectado.

No sabía cómo sentirse respecto a que su hermano se encontrara inconsciente en una habitación que Tea predispuso para él, sellado con un hechizo para impedir que intente escapar. Era sumamente importante mantenerlo lejos a toda costa de la ubicación de Derek, pues no podían contar con que efectivamente el bloqueo se iría y callaría el secreto si llegara a volver con Raúl, que esperaban no sucediera.

Era una gran carga menos para la cabeza de Rumán el saber que su hermano estaba a salvo de las garras de aquel maldito infeliz de Raúl. Aún así, su corazón se sentía desbocado, pues sabía que al despertar tendrían que explicarle lo que pasó, y por qué se había ido dejándolo solo en aquella cárcel. Tendría que decirle sobre Galagger, y sobre mamá.

Khala, a su lado, pensaba en Derek. La verdad lo había mantenido alejado de su cabeza por buen tiempo desde que habían llegado aquí. Si por ella fuera, pasaría cada día de su vida a su lado, pero así jamás lograrían hacerlo despertar. Debían moverse, y esperaba que fuera pronto.

Rumán se levanta para avivar más la chimenea, pero queda a medio movimiento cuando sus costillas le crujen, haciéndolo cerrar los ojos y volver a su posición inicial en el sofá.

Joder que sí le había dado duro Khala, y las medicinas de Tea aun no estaban listas.

—Déjame ver eso —Habla Khala, saliendo de su propia cabeza.

—Se me va a pasar —Esquiva Rumán.

—Vas a mostrarme esas costillas, aunque tenga que paralizarte —Exige Khala.

El ojiverde la observa por unos momentos y luego bufa, quitándose el polerón y la camiseta con la vista fija en el fuego apagándose en la chimenea. Khala con un movimiento de manos la enciende de nuevo, sin prestarle atención a nada más que el abdomen, pecho y brazos de Rumán descubiertos frente a ella.

Todo el sector superior de su abdomen se encontraba hinchado, algo rojizo por el contorno y muy morado dentro de aquel sector. Parecía como si le hubiesen pasado con un pedazo de carbón sobre el cuerpo. Su rostro también tenía marcas presentes, como el corte que había en su labio inferior, o el moretón que cruzaba desde su pómulo hasta su ceja. Su hombro estaba dislocado y tenía marchas en el cuello también por las ramas en el suelo donde lo dejó caer. Un sentimiento de viva culpabilidad se habría visto reflejado en ella si no fuera porque desde hacia mucho tiempo que no sentía nada además de rabia y dolor.

El mellizo gira la mirada a la castaña por unos momentos mientras ella solo se dedica a analizar todo su pecho con expresión neutral. No pestañeaba y fruncía el ceño, metida hasta lo más profundo de sus pensamientos, perdida.

Normalmente se veía así, seria, fuerte, directa, y perdida. Ningún solo rasgo de los que él había escuchado. Solo su plena intención de morir dándolo todo por los que quería.

Realmente habría dado su alma por conocer a la Khala de la que Black le había hablado, pero creía también que en su fragilidad esa Khala no habría podido ayudarlo con todo esto.

— ¿Desde hace cuánto no bebes sangre? —La castaña mueve su vista hacia Rumán, sorprendiéndolo mientras este la analiza. El ojiverde esquiva la mirada cohibido y frunce el ceño mientras recuerda.

Venganza. | Mates Opuestos #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora