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En el metro, aún con casi todos los asientos vacíos, Anne decidió ir de pie observando las casas y árboles que desaparecían de su vista en cuestión de segundos. Su mirada melancólica no cambiaba, fue mucho peor todavía cuando llegó a la tienda y vio el letrero blanco en el que se leía que estaba cerrada. Dio un suspiro decepcionada, bajó su cabeza con los ojos cristalizados pensando en que lo mejor sería regresar a su casa, pero se arrepintió al ver que tras una maceta la figura peluda de un gato gordo empezaba a sobresalir.

-Hola -dijo acercándose. El animal bostezó, se agachó junto a él tratando de no mostrar algo bajo su falda amarilla-, ¿también te dejaron afuera?

El gato ni se inmutó.

-¿Vives aquí? ¿Tienes hambre?

El animal no le prestó atención.

-No eres muy agradable -dijo finalmente sentándose a su lado-, al igual que yo -suspiró- ¿Por qué cambiamos? Yo siempre he sido muy dulce, los libros ya no me emocionan como antes, siempre hay una voz que me dice «Las cosas no son tan fáciles.» Eso no me gusta para nada.

La figura de un chico de cabellos negros subiendo la colina en bicicleta fue lo suficientemente notoria para que en un vecindario tan solo como ese todos volteasen a verle, pero ella estaba tan sumida en su tristeza que pensó que estaba sola ahí, incluso en el mundo como tal. Él se detuvo frente a la tienda y la observó sorprendido, dudó un par de veces en si acercarse o no, hasta que...

-¡Hola, Anne!

Ella se levantó apenada.

-¿«Moon» te deja acariciarlo? -preguntó el chico, bajó la cabeza para ver al animal- Moon, ¿no vas a entrar?

-¿Se llama así? -preguntó ella.

-Se parece a la luna llena, por eso lo llamo así.

-¿Es tuyo?

-No se queda en una sola casa -respondió el chico-, una vez oí que lo llamaron «Pelota», debe tener otros nombres.

-Entonces, va de casa en casa -dijo Anne, luego recordó algo- ¡Así es! También viaja en metro.

-¿Metro? -preguntó sorprendido.

Ella se acercó, él retrocedió.

-¡Sí, se subió él solo! Lo seguí y me trajo hasta aquí. Me trajo hasta esta tienda increíble, me sentía como en un cuento de hadas.

Las mejillas del chico estaban rojas.

-Le dije cosas feas -siguió ella-. Le dije que no era muy agradable, igual que yo.

-Tú no te pareces en nada a Moon-dijo él aún con el rostro rojo, al darse cuenta de que ella lo notó pasó una mano por su cabello y cambió de tema-. Ese gato es medio fantasma.

Ella bajó su cabeza ruborizada. Ambos se quedaron en silencio.

-Tú... -dijeron al unísono, volvieron a bajar sus cabezas.

-¿Tu abuelo está enfermo? -preguntó Anne- La tienda está cerrada y...

-Está bien -dijo el chico-. Es una tienda extraña, no la abre muy a menudo.

-Me alegro de que esté bien -dijo la pelirroja-. Ni he visto al barón. ¿Lo vendió?

-¿Te refieres al muñeco? -preguntó él- ¿Quieres verlo? Ven.

Entonces el muchacho caminó y abrió una puerta color verde junto a la tienda, la cual llevaba a una especie de callejón con escaleras en bajada. Entró su bicicleta y le pidió a Anne que cerrara cuando estuviese dentro, comenzó a bajar, cuando ella quiso hacerlo notó la maravillosa vista frente a ella, toda la ciudad desde probablemente uno de los vecindarios más altos de la misma.

-Es como si flotasemos en el cielo -susurró.

-¿Te dan miedo las alturas? -le preguntó.

-No -respondió serena-, me gustan los lugares altos. Es genial.

-Es esta hora es cuando se ve más bonito -dijo abriendo una puerta-, pasa.

Ella caminó a su lado, entraron a un taller. Sobre ella, en varias barandas había violines recién hechos, él la guió hacia una escalera la cual los llevó al interior de la tienda.

-Hemos llegado, siéntate ahí -dijo señalando una silla acolchada.

-¡El reloj no está! -exclamó sorprendida.

-¿El que estaba ahí? -señaló la pared- Mi abuelo lo entregó hoy.

-¿Lo vendió?

-No -respondió acomodando la figura del gato sobre la mesa-. En realidad, lo estaba reparando.

-Quería volver a verlo -dijo decepcionada.

-Tardó tres años, terminó el día que olvidaste tu almuerzo.

-Aquel almuerzo...

-Sé que no era para ti. Mira los ojos del gato.

Ella hizo una mueca recordando el antiguo rencor por ese chico.

-Rápido -dijo él-, antes de que el sol se oculte.

Anne se acercó un poco desinteresada, pero al ver el brillo en los ojos de El barón pensó por un segundo que de verdad se trataba de joyas incrustadas en vez de.ojos falsos de vidrio, le recordó a una noche iluminada por estrellas titilantes.

-«Engelzimmer» -el muchacho sonrió satisfecho- «La habitación del Ángel», en alemán. El artesano lo rayó sin querer.

-Es lindo -murmuró la pelirroja.

-El barón nunca saldrá de aquí. Es un tesoro.

-¿Un tesoro?

Él asintió.

-El barón significa mucho para mi abuelo. Aunque nunca habla de ello. Míralo todo el tiempo que quieras, yo estaré abajo -y se fue.

Anne sintió el chirriante sonido de las escaleras de madera.

-Que raro. Siento como si te conociera desde hace años -dijo acercándose a la mesa-. Hoy pareces un poco triste -y se sentó a ver a ese asombroso muñeco hasta que la luz del sol poco a poco desapareció.

「𝐖𝐡𝐢𝐬𝐩𝐞𝐫 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐡𝐞𝐚𝐫𝐭 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora