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Entre los gritos de chicos, personas corriendo, hablando por los pasillos, Gilbert caminó callado al salón de Anne. El chico supuso que sería una mejor idea el esperar de pie a que ella lo viese y decidiese salir, pero finalmente prefirió entrar. En la puerta había dos muchachos conversando.

–¿Anne está aquí? –le preguntó a uno de ellos.

–¿Blythe? –dijo Billy Andrews sorprendido– ¿Que quieres?

–¿Anne Shirley-Cuthbert está en esta clase?

–¿Anne? –levantó sus cejas– Sí, aquí está –se volteó a todo el salón y en voz alta dijo– ¡Anne, tienes visita! Es un chico.

Todos los chicos del aula detuvieron lo que estaban haciendo solo para ver que misterioso personaje estaba tras la puerta, algunos se impresionaron, sobre todo, porque era la primera vez que la pelirroja tenía un chico esperando por ella. Charlie Sloane con el rabillo del ojo quiso saber la expresión en el rostro de ella, pero se sorprendió al darse cuenta que no era algo del otro mundo, simplemente una boca abierta.

–¡Ahí está! –la señaló Billy.

–¿Gilbert? –preguntó sonrojada.

–¿Puedo hablar contigo? –preguntó justo cuando el color en sus mejillas se volvía cada vez más rojo.

–¡Sí! –dijo levantándose de inmediato.

Al segundo, de todas partes se empezaron a escuchar las voces de sus compañeros junto a un gigantesco coro que vociferaba «¡Anne tiene novio! ¡Anne tiene novio!»

–¡No tengo! –exclamó tratando que el resto no notase su rostro rojo, salió a paso rápido hasta donde el chico Blythe se encontraba– ¿Que pasa? –preguntó.

–Me voy a Italia –respondió.

–¿Qué? –dijo ella. Notó como todos sus compañeros se amontonaban para escuchar la conversación y se sintió incómoda– Ven conmigo –le dijo. Él la siguió con la mirada perdida.

Anne subió con rapidez la escalera que llevaba a la azotea, Gilbert iba tras ella. Al llegar se dieron cuenta que seguía lloviendo.

–No me gusta hablar con tanta gente al rededor –habló la chica.

–Perdón –dijo él–, quería decírtelo a ti primero.

La pelirroja bajó la mirada.

–Que piensen lo que quieran.

–Por fin mi padre aceptó –siguió Gilbert–, pero con una condición.

–¿Cual? –preguntó esperanzada.

–Debo trabajar como aprendiz dos meses. El director es muy estricto. Verá si tengo talento o no, entonces yo veré si es lo que quiero hacer realmente. Si no, volveré a la escuela. No me gusta mucho la idea, pero es una buena oportunidad.

–¿Cuando te vas? –preguntó Anne con tono triste.

–En cuanto tenga el pasaporte –respondió–. Mi padre llamará a la escuela hoy.

–Entonces te irás pronto... ¡Genial! Vas a cumplir tu sueño.

–Bueno, haré mi mejor intento –metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

Ella miró al suelo.

–Yo... –dijeron al unísono.

Él se fijó en el cielo.

–Está dejando de llover.

Anne asintió.

–Mira eso –dijo señalando el paisaje nuboso al que atravesaban unos rayos de sol, se acercó corriendo a la baranda oxidada de la azotea, Gilbert la siguió–. Tal vez salga el arcoíris –el chico asintió–. ¿Cómo es Cremona? Espero que sea una ciudad preciosa.

Gilbert volvió a asentir.

–Es una ciudad antigua, allí viven muchos fabricantes de violines.

–Es perfecto. Vas por buen camino –entonces miró abajo observando el paisaje–. Yo me siento como una tonta, esperaba que estudiásemos juntos –soltó una risa falsa, su expresión se convirtió en una triste segundos después–. Que idea tan tonta...

Los chicos de la clase recién los habían encontrado, espiaban desde la puerta sin que ellos los notasen ya que estaban tan sumidos en sus pensamientos desesperantes y tristes como para prestar atención a lo que a su alrededor estaba ocurriendo.

–Hace tiempo... –dijo Gilbert después de pasar saliva un par de veces– vi tu nombre en las fichas de los libros de la biblioteca –Anne lo miró a los ojos con sorpresa–. Nos cruzamos muchas veces en la biblioteca –ella asintió esperando a que él siguiese–, incluso me senté a tu lado. Leí muchos libros para que mi nombre apareciera antes que el tuyo en las fichas –Gilbert volvió a aclarar su garganta–. Yo... –trató de que lo que estaba por decir no sonara patético– En Italia, cantaré tu canción lo mejor que pueda.

Anne asintió con los ojos cristalizados.

–Yo también.

Unos veinte chicos cayeron hacia la azotea cuando la puerta se abrió, Anne se giró a ellos molesta.

–¡Oigan! –y comenzó a perseguirlos.

–¡Corran! –gritó Billy– Está enojada.

La mayoría bajó la escalera de manera rápida antes que le chica llegase. Ruby Gillis y Josie Pye estaban tras ella, pero Anne no se dio cuenta, ni siquiera un poco, porque si lo hubiese hecho, probablemente no hubiera dejado que la escuchasen sollozar para luego bajar nuevamente a su salón de clase.

「𝐖𝐡𝐢𝐬𝐩𝐞𝐫 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐡𝐞𝐚𝐫𝐭 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora