"La razón de tus alas"

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Capítulo 7: La razón de tus alas.

Dean recordaba las alas de Castiel, pero no las había vuelto a ver desde hace tiempo, salvo antes de tirársele encima para follarlo. Yacían invisibles ante sus ojos al punto de pasar como un humano más. De repente quiso verlas, recordando todas esas plumas guardadas en el cajón del mueble. Quizás no estaba cambiando las plumas, quizás las estaba perdiendo por alguna razón, quizás la misma razón por la que se sentía enfermo y cansado.

El mundo se abrió ante sus ojos con una realidad poderosa. Ellos estaban juntos en esto, estaban unidos y si uno de ellos enfermaba, el otro también lo estaría. La revelación le encogió el corazón de manera cruel. La injusticia de la situación pasó por sus ojos. Entonces, tuvo pena del ángel y vergüenza de sí mismo, por ser tan testarudo. Su hermano tenía razón y debía hablar con él de esto lo más pronto posible.

Primero, debía hablar con Castiel, así que esperó a que despertara y de pasada, también durmió una especie de siesta mientras eso sucedía. Cuando sintió movimiento a su lado, Dean despertó.

—¿Cas? ¿Estás despierto?

—Sí, Dean.

El chico se sentó en la cama y pasó ambas manos por su cara y cabello. Castiel lo miró curioso e hizo exactamente lo mismo para quedar a su lado. Dean sentía dolor en su cuerpo por la follada y su rostro estaba rojo por la vergüenza. No sabía cómo, exactamente, comenzar esa plática. No le veía mucho sentido que le explicara la razón de comportarse como conejos en celo, si se suponía no quería acostarse con él. Debía ser cosa de ser tomado por un ángel, después de probar su semen, sería como estar envenenado por la sustancia de la lujuria o algo parecido a estar drogado. Su rostro se puso más rojo y decidió comenzar por otro lado la conversación.

—¿Cómo están tus alas? —preguntó de improviso.

—¿Mis alas?

La confusión estaba en el rostro del ángel. Este esperaba gritos de reproche, quizás unos golpes inofensivos humanos, que más le dolerían al otro que a él mismo. Enojo, rabia, cualquier cosa, antes que preocupación por sus alas de ángel.

—Sí, tus alas. Te estás desplumando, ¿no? —preguntó Dean.

—He perdido plumas —explicó Castiel.

—¿Por qué?

Castiel lo miró por el rabillo del ojo, porque no quería responder esa pregunta. No sabía la forma de tomarlo de su elegido.

—Te vi —anunció Dean.

—Ah.

—Dime.

—No solo estaba perdiendo mis plumas, sino también mi poder. La razón eras tú.

—Porque no te quería.

—Porque no me querías.

—Todavía no te quiero —confesó Dean con seriedad.

A esta altura, su rostro había quitado todo lo rojo y lo miraba con frialdad.

—Lo sé —respuesta rotunda del ángel.

Dean quedó sorprendido, casi impactado, al escuchar a Castiel. La forma de decirlo, su voz entre apagada, débil, rasposa, incluso tierna, fue demasiado sentir.

—¿Quieres decir que moriremos igual? —preguntó Dean.

—No lo sé Dean, esto es nuevo. Nadie sabe cómo funciona en realidad, pero yo estoy enamorado de ti y compartiré el mismo destino que tú si es necesario.

Los Elegidos del Cielo (Destiel-Sabriel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora