Capítulo 20 - Cazar.

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TRES DÍAS DESPUÉS...

— Me prometiste que saldríamos hoy, Atenea —alega Circe con desánimo y un ligero bajón en su voz - ¿No puedes otra vez? Hace mil años que no salimos los sábados.

Miro a Lamia de reojo y la veo intercalando la mirada de su reloj a la entrada de la casa y viceversa.

El aire azota mi coleta mal hecha haciéndome torcer el gesto cuando algunos mechones chocan contra mi rostro.

Los alejo con delicadeza y contesto.

— Lo siento, Circe —murmuró finalmente —Mama esta enferma hoy y es mi deber cuidarla —miento descaradamente.

Dios, a este paso me volvería una mentirosa perfecta.

¿Mentirle también a mama diciendo que pasaría el día fuera trabajando en algo con Ulises? Joder.

Me muerdo el labio con nerviosismo.

— ¿No puedo ir a tu casa entonces? —articula y puedo escucharla moverse de un lugar al otro a través el teléfono —Juro no molestar lo suficiente.

Me paso las manos por el pelo, indecisa y hago una mueca.

Mierda y más mierda.

No había pensado en ello.

Escucho un chasquido a lo lejos y veo como Lamia, me hace una seña desesperada para que me acerque a ella.

Los chicos estaban a nada de llegar y para ser mi primer entrenamiento, no era lo más cómico quedarme hablando por el jodido teléfono.

Le hago una seña rápida para que me dé simples segundos y vuelvo con Circe.

— No sería lo más prudente, de verdad se encuentra muy mal —Alegó con prisa y deseando con mi alma dar por terminada esa llamada.

— Atenea... —murmura esta dudosa.

Diablos, no tenía tiempo para esto.

— Lo siento —sentenció dispuesta a no decir más nada —Te juro que nos veremos mañana o el lunes, hablaremos luego.

Aguardo unos segundos en espera de una respuesta, pero a cambio percibo una respiración tranquila al otro lado del teléfono.

Niego levemente y me rasco la nuca.

— Lo siento —murmuró apenada y finalmente cuelgo.

Me llevo las manos al rostro y aspiro profundamente.

Odiaba en todo el sentido de la palabra hacerle esto.

Observo mi teléfono por unos segundos y procedo a guardarlo en mi bolsillo trasero con prisa.

— Atenea, están a menos de dos minutos de llegar, mueve el culo —chilla Lamia, apoyada en la baranda de la terraza.

— Mierda, esto aquí mismo —puntualizó mientras me emprendo mis pasos hacia la baranda de cristal que rodeaba la enorme azotea de la casa.

— ¡Traen a una chica! —chilla esta dando aplausos.

Pongo los ojos en blanco y me posiciono a un lado de ella, mientras apoyo mis codos en la baranda.

— No me cabe la emoción en el cuerpo —alegó soltando un leve suspiro.

Apoyo mi mejilla izquierda en la palma de mi mano y observo la entrada principal de la casa de los chicos.

Observa y luego aplicar, Dijo Maalik.

Lamia enarca una de sus cejas y me empuja levemente por el hombro.

MAALIKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora