Dieciséis

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Su hogar, «Sky Valley». Desde una elevación del camino, Jimin contempló las colinas salpicadas de cedros, los prados frondosos y los grupos de caballos desperdigados, y sintió que el corazón se le henchía de satisfacción. Lo habían conseguido. Amelia estaba a salvo.

Su hermana permanecía callada a su lado en la calesa que habían tomado prestada de las caballerizas de Jungkook, mientras el chico que lo estaba sustituyendo hablaba sin parar. Jimin agradecía su charla. Amelia estaba angustiada por el retorno a la civilización y necesitaba que la gente que la rodeaba actuara como si no hubiera pasado nada. No ignoraba que habría gente que la condenaría por haber sido una cautiva india, pero necesitaba saber que no todo el mundo pensaba igual.

Tomándola de la mano, le señaló un remanso del río y le explicó las dificultades que habían tenido el otoño anterior, cuando se había desbordado. Esperaba que las tareas cotidianas del rancho la mantuvieran ocupada y así dejara de revivir los terrores recientes.

Mucho más tranquilo de lo que había estado en semanas, Jimin respiró hondo. ¡Qué sensación tan maravillosa la de estar en casa! Todo estaba como lo había dejado. Sólo se notaba el paso del tiempo en el cambio de estación. Estaban en la segunda semana de octubre, y el otoño se empezaba a dejar notar. Algunos prados ya habían sido segados y los tallos de maíz seco indicaban que las mazorcas ya habían sido cosechadas. Sin embargo, no vio a ninguno de los vaqueros que solían cuidar de los caballos. Y tampoco nadie salió a recibirlos.

Tras largas semanas de vivir en tensión constante, esa falta de cuidado lo puso nervioso. Un grupo de guerreros comanches podría haber asaltado el rancho y haberlo quemado hasta los cimientos antes de que los ocupantes hubieran tenido ni tiempo de armarse. No era muy habitual que los comanches se adentraran tan al sur de Texas, pero tampoco era excepcional. Durante la guerra habían robado caballos y cabezas de ganado, que luego vendían al ejército federal en Nuevo México.

La casa de madera blanca parecía exactamente igual que como la había dejado cinco semanas atrás. ¿Sólo habían sido cinco semanas? Le parecía que había pasado una eternidad desde que había recibido la noticia del secuestro de Amelia; desde que le había suplicado a Jungkook que lo ayudara; desde que se había casado con él como pago por el rescate.

El entusiasmo de Jimin se enfrió de golpe. Ahora era un doncel casado. Era el esposo de un mestizo comanche. Su futuro sería probablemente más duro que el de su hermana. Una cautiva superviviente solía ser considerada sucia y deshonrada, merecedora de lástima y vergüenza, pero un doncel que se casaba voluntariamente con un indio se ganaba el desprecio y las burlas de sus semejantes.

Cuando la calesa se detuvo ruidosamente frente a la entrada, una de las criadas se dio cuenta de su llegada. Con un grito de alegría, Estela salió corriendo al porche, avisando a gritos al patrón de que la señora y el señorito habían regresado.

Reed salió y bajó los escalones del porche tan rápidamente como le permitieron las muletas. Al alcanzar la calesa, las soltó. Con un sonido que estaba a medio camino entre un grito y un sollozo, bajó a Amelia y la abrazó.

—¡Oh, Dios! ¡Melly, estás a salvo!

Llorando, la abrazó con tanta fuerza que Jimin pensó que la aplastaría. A juzgar por el temblor de los hombros de Amelia, ella también estaba llorando. Se le hizo un nudo en la garganta al ser testigo del alivio de su Reed mientras la abrazaba, balanceándose. Nate Jenkins, el chico que las había llevado hasta allí, se apartó prudentemente, respetando su intimidad.

Salvaje •kookmin• AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora