Veinticinco

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Tras curarle las heridas, el doctor de Round Rock declaró que Jungkook había tenido suerte. La bala le había atravesado el costado, pero no había afectado ningún órgano vital. La herida del brazo también podía haber sido peor, ya que no había alcanzado ningún hueso. Las otras magulladuras tenían que dolerle mucho, pero no eran graves. Jimin pudo llevárselo a casa; sólo le advirtió que lo avisara de inmediato si surgían complicaciones.

Se habría sentido más aliviado si Jungkook hubiera roto el silencio. A pesar de que ya sabía que tenía una gran tolerancia al dolor, no dejaba de admirarlo que no se hubiera quejado ni una vez durante el trayecto en carreta, ni después, cuando el médico lo había examinado y le había cosido las heridas. No se quejó, ni maldijo, ni hizo ninguna mención al incidente que casi le había costado la vida. Permanecía en un silencio sombrío que ninguno de los Weston se atrevía a romper, ni siquiera para disculparse por haber dudado de él. Sólo Dusty quedaba libre de toda culpa. Pero él estaba tan serio como los demás, sin duda a causa de la tristeza de Amelia, que no dejaba de llorar.

Jimin también tenía ganas de llorar. Las lágrimas habrían supuesto un alivio para la culpabilidad que le corroía las entrañas como si fuera ácido. Pero no podía llorar.

Eran casi las dos de la mañana cuando llegaron al rancho.

Dusty y Reed ayudaron a Jungkook a entrar en la cabaña antes de irse. Jimin, agotado y asustado, se sentó a su lado en la mecedora y se tapó con la manta para estar preparado por si lo llamaba.

No lo hizo.

Durmió a ratos. De vez en cuando, se despertaba, asustado. Al ver su cuerpo malherido y su cara marcada por los puñetazos, se sentía aliviado. Jungkook estaba en casa, a su lado. Maltrecho, pero a salvo.

Jungkook se despertó a media mañana, sin fiebre. Tomó un poco de sopa, pero siguió sin hablar y sin mirarlo a la cara. Además, insistió en comer solo.

Su silencio le dolía mucho. Su actitud no era hosca ni fría, pero le despertaba un terror tan grande como cuando lo había visto colgando de la cuerda. Todo en él gritaba derrota, indiferencia, como si ya no le importara lo que pudiera ocurrirle, o lo que pasara entre ellos. Parecía que hubiera perdido las ganas de vivir, las ganas de seguir enfrentándose a la hostil sociedad blanca, como si no pudiera perdonarlo por no haber confiado en él.

Jimin no se atrevía a romper el silencio. Lo que más necesitaba Jungkook en esos momentos era dormir. Cuando hubiera descansado lo suficiente, ya habría tiempo para enfrentarse al tema que no podía quitarse de la cabeza.

Jungkook dormía cuando Reed pasó a preguntar cómo estaba. Jimin puso buena cara y le aseguró que se estaba recuperando rápidamente, y que avisaría si había alguna novedad. Sólo cuando Reed se marchó, Jimin se derrumbó bajo la tensión de los últimos días y rompió a llorar. Después se sintió un poco mejor. Un poco atontado, pero prefería eso al dolor de las últimas horas. Cuando Dusty pasó de visita un poco más tarde, fue capaz de sonreír y de darles las gracias de corazón por haber salvado la vida de su esposo.

El seguía a su lado cuando Jungkook se despertó a última hora de la tarde, al igual que el muro que él había erigido a su alrededor. Cuando se ofreció a lavarlo, él se negó sacudiendo la cabeza. Arrebatándole la toalla húmeda, se lavó solo y, al acabar, se volvió hacia la ventana, dándole la espalda. Parecía tan remoto, tan inalcanzable, desesperadamente solo.

Con la voz temblorosa, le preguntó si quería algo de comer. Jungkook dijo que no y ni se molestó en responder cuando le ofreció un vaso de limonada. Incapaz de aguantarlo más, se fue a la habitación de al lado.

Salvaje •kookmin• AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora