"Estaba tan rota, triste, sola, pero ya no más. Es hora de obtener lo que merezco, es hora de que mi corazón reboce de gozo y amor.
Mi destino esta en mis manos y no dudaré ni por un instante en obtenerlo"
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Ya no tengo nada.
Alguna vez fui la más grande maestra que piso la nación del fuego, conquistadora de Ba sing se, señor del fuego.
Lo tenía todo.
Ahora la soledad es una constante de mi vida, un vacío en mi pecho.
Nadie me teme
"Nadie me ama"
Y todo es culpa de ella.
Estoy segura que mi madre conspira contra mí, ella es la culpable.
Solo ella, solo ella.
Me siento asqueda de mí. Vivo alejada de todo y todos, como si yo fuera el error en sus nuevas vidas y el tenerme cerca sea una maldición.
Los crujidos de mis pisadas resuenan en el bosque, volviéndome una posible presa. Aunque todos sabemos que no lo soy.
Me siento cerca de la orilla del lago, junto algunos pedazo de madera y hojas secas, después prendo la fogata.
Patética.
El fuego de la fogata es lo único que me recuerda a mi antiguo yo, lo único perfecto que sigo poseyendo, aunque constantemente las llamas azules desaparecen y sólo queda ese salvaje e incontrolable rojo que sólo se decolora y debilita.
Eres débil, justo como Zuko.
Una deshonra, pronto todo rastro de perfección dentro de ti ya no existirá.
Mis cómplices me han abandonado, no han logrado acatar mis órdenes. Son desertoras, débiles.
Pero no traidoras como Mai y Tylee.
Al asomarme en el lago en busca de agua, veo mi reflejo. El maquillaje de mi rostro se ha ido, mis labios perdieron el color y mi rostro solo refleja derrota.
Deshorna, un absoluto desperdicio.
Inmediatamente suelto el bote de forma violenta.
Patética. Patética. Patética.
Las lágrimas salen de mis ojos sin control, siento mi cara mojada mientras algunas alcanzan a entrar a mi boca.
Ellos me volvieron esto, es todo su culpa, Zuko, Tylee, Mai, Ursa... Ozai.
Estas equivocada, él solo te hacía fuerte y justo ahora solo eres el triste recuerdo de tu grandeza pasada.
Mi respiración se agita, debo tomar grandes bocanadas de aire para asegurarme que sigo respirando.
¿Vale la pena vivir una vida tan poco digna como esta?