Capítulo 13: la mejor medicina

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LEAH

Kori me llamó para ver qué tal estaba yendo la noche, un gesto precioso por su parte. Al principio no quise contarle nada, pero mentía fatal y él me conocía demasiado bien. Así que acabé cantando como un pajarito. Con ayuda del alcohol acabé llorando tras la llamada así que permanecí sentada en las escaleras, esperando a que se me pasara. Unas pisadas que poco a poco se iban haciendo más fuertes me obligaron a levantar la cabeza.

—¿Leah? —Maddy se acercó hasta acuclillarse a mi lado y entonces debió ver mi horrible cara—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? Dios, te juro que le voy a patear el trasero a Cameron, ahora vuelvo.

Se puso en pie mientras yo me preguntaba por qué narices metía a Cam en la conversación. Mi amiga estaba más que dispuesta a marcharse para de verdad hacer lo que había mencionado, de manera que me levanté para pararla.

—Cameron no ha hecho nada, ¿por qué crees eso? —quise saber extrañada.

—Me preguntó por ti, te estaba buscando —explicó como si fuera lo más obvio del mundo.

Espera, espera. Cameron me estaba buscando. ¿A mí? Eso no debía ser posible. La única explicación para que quisiera encontrarme sería para pedirme, amablemente, que volviera a Londres. Porque Cameron tenía un corazón enorme en el que no había espacio para la maldad.

—Nuestro plan de ponerlo celoso está funcionando —canturreó Maddy mientras se frotaba las manos como los villanos de Disney.

—¿Vuestro plan de qué? —pregunté sin creérmelo—. Me parece que os dejé claro que no quería que os metieseis.

Me crucé de brazos molesta. ¿Tan difícil era entenderlo? No quería ocasionarle ningún tipo de problema a Cam. Aparte de los que había causado ya, claro. Maddy puso los ojos en blanco.

—No te pongas así, tendrías que haberle visto cuando Riley se fue. Le faltó tiempo para preguntarnos de qué os conocíais Paul y tú.

Empezó a hacer ese movimiento con las cejas y me quedé sin habla, me negaba a creérmelo. Madre mía, mis amigas estaban como una maldita regadera. ¿Qué se les pasaba por la cabeza?

—Pero ese no es el caso, ¿por qué estás llorando?

—No es nada, volvamos con mi abuela —traté de disuadirla pero no fue tan fácil como pensé. Me agarró del brazo para evitar que me moviera y me escuadriñó con la mirada.

—A mí sí que me parece que es algo. Vamos a mi cuarto, les mandaré un mensaje a las chicas para que vengan.

Sin esperar una respuesta me metió dentro de casa y arrastró hasta su habitación. Me senté en la cama mientras ella buscaba algo en el baño. Volvió al minuto con dos discos de algodón en la mano y con mucho cuidado procedió a quitarme el rímel que seguro que tenía repartido por la cara. Definitivamente debí pornerme el waterproof.

—¿Qué ha pasado? —Dixie abrió a puerta con rapidez y en menos de tres segundos la tenía sentada a mi lado examinando mi cuerpo en busca de alguna herida. Hannah entró con más lentitud.

—Mira la que has montado, Maddy. ¡Estoy bien! Tan solo he tenido un momento de debilidad, ya está.

—Leah —me reprendió Hannah—. Ya puedes empezar a contárnoslo todo —ordenó.

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