Capítulo 11: verde esperanza

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LEAH

Me la habían liado.

Dejar a Paul y a Dixie a solas con mi abuela había sido definitivamente una mala idea. De hecho estaba en mi Top 3 de cagadas astronómicas. La 1 era no haber salido del vestuario cuando vi que Alex estaba allí. La 2, haber ido a Sídney por el campeonato. Y la 3, era sin lugar a dudas esta. Se habían compinchado y ahora eran tres contra uno, una situación muy injusta por cierto.

—Vamos, quita esa cara. Parece que estás estreñida —protestó Dixie.

Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos sentada en la cama. De acuerdo, tenía que ir a la cena, pero nadie dijo que debía estar de buen humor. Iba en contra de mi voluntad así que tenía todo el derecho del mundo a comportarme de manera infantil.

—¿Qué te parece esta falda?

Miré rápidamente la prenda que sostenía mi amiga. Tenía tan pocas ganas de ir que ni siquiera me importaba elegir la ropa. Así que deje que ella lo hiciera. Hannah y Maddy querían venir también, pero prometieron que ayudarían y no habían podido escaquearse.

—Ñe.

—Eso mismo pensé yo. Bien, continuemos.

Siguió rebuscando por mi armario como diez minutos más mientras yo me concentraba en seguir con el ceño fruncido. Era mucho más agotador de lo que parecía.

—Decidido, llevarás esto —soltó convencida. Tanto, que dejé de lado mi papel de niña con rabieta por un momento.

—Eso es demasiado —negué aunque en el fondo era mentira.

Era un vestido precioso, pero no quería ponérmelo. Iba a llamar la atención y eso era justo lo que no quería. Por mí, el outfit perfecto sería una capa de invisibilidad. Aunque para eso tendría que llamar a Harry Potter.

—Pero qué dices, es perfecto. Les dejarás a todos boquiabiertos.

—¿Con un vestido color hierba? —repliqué.

—No verde hierba no, ¡verde esperanza! —exclamó ilusionada—. Es justo lo que necesitas en este momento así que hala, levanta tu culo de bailarina de ahí y póntelo.

Verde esperanza dice, si ella supiera que esa palabra no existía para mí... Sin muchas ganas de discutir acabé accediendo. Al fin y al cabo tenía que ir a la cena así que terminar lo antes posible sería lo mejor.

—Sí, señora —respondí poniéndome en pie.

Entré al baño y me cambié de ropa. Aproveché para maquillarme poniéndome rímel y pintalabios y volví a salir. Di una vuelta sobre mí misma con muy poca gracia, un poco a lo Marina Joyce.

—¿Contenta?

—No sabes cuánto. Ahora vamos a ver cómo va tu abuela.

Salió corriendo de la habitación mientras canturreaba "Kimberlitaaa". Me dieron ganas de convertirme en el emoji del facepalm pero al final acabé sonriendo contra mi voluntad. Dixie tenía la misma vitalidad que una niña de ocho años y era imposible que no te salpicara. Seguí sus pasos y llegué a la cocina.

—¿Qué llevo yo? —pregunté cotilleando los platos que había en la encimera.

—El pavo estará bien —aseguró mi abuelita.

Llamaron al timbre y fui a abrir porque Dixie estaba demasiado pendiente de mi abuela. No me molestaba, al contrario, me gustaba que se llevaran bien y que la echara un ojo. Abrí la puerta, dejando ver a un Paul arreglado pero a la vez casual.

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