GRITO EN LA OSCURIDAD

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Diana se sentía desensperazada. Había pedido cuarto en cinco bodegas y en cinco bodegas fue rechazada. ¿Cómo podían aquellos policias creer que el poco dinero que le dieron podían ser lo suficiente?

La luna ya se había levantado sobre la ciudad como un ojo pálido y frío. Las estrellas, con su fuego muerto, iluminaban las calles adonde los felinaros no podían con su luz amarilla, viva.

La joven ya no sabía que hacer o adonde ir. Estaba paseando por las calles vacías de ya dos horas.

El frío ya no le importaba y los pies le dolían con cada paso. No estaba pensando en su familia. Sabía que si lo va a hacer toda la energía que necesitaba se va gastar sin piedad, y una noche sobre la nieve no le apetecía...

Las luces de los felinares ya había desaparecido cuando entró en un parque. Ahora que lo pensaba, nunca había visto aquel parque antes. Bueno, tampoco se puede decir que he vivido aquí por tanto tiempo como para reconocer los parques... pensó Diana.

Su vestido de color gris se había mojado y se le pegaba de los tobillos. El frío le había dormido los dedos que sujetaban la maleta donde sus pocas cosas estaban recogidas.

¿Porqué me he vendido el apartamento en París? Si podría mandar una carta al Conservatorio, podría regresar... pero ¿adónde? Ya no tengo una casa ahí... Tampoco un lugar adonde ir...

La joven se sintió desesperada, como si todo malo que le debía pasar a lo largo de los años había pasado en un solo día. Parecía como si el Universo le quería demonstrar que su vida no era tan feliz como pensaba...

El parque parecía hecho de diamante, su brillo plateado refletándose en los ojos verde-amarillos de Diana. Por un momento, la joven olvidó de su dolor y se dejó llevada de la belleza del paisaje. Sin darse cuenta, empezó a cantar ,,El Invierno" de Vivaldi.

Estaba paseando entre los troncos de los árboles de un buen rato. Dejó de tararear para centrarse en el sitio donde estaba. No parecía más diferente del resto del parque, aunque ya no se veían las luces de la ciudad... Ahora que lo pensaba ¿hasta dónde llegaba este parque? ¿Y existía algún parque tan gigantesco en Bucarest? No había vivido aquí desde cuando tenía ocho años, pero no se acordaba de ninguna zona tan grande que será famosa en toda la ciudad... ¿Dónde estaba?

Siguió andando, sus pasos sonando en el entero parque. Estaba mirando por todos los lados, buscando la salida del espacio en cual se encontraba...

De repente, se dió cuenta de algo: no estaba sola. Tenía un ritmo casi lo mismo con lo de ella, pero Diana estaba segura de que alguien la estaba persiguiendo, sus pasos crujiendo un segundo después de los de ella.

,,Debe de ser un vagabundo..." pensó ella, mientras el pànico se infiltraba en cada célula de su cuerpo. ,,Tengo que correr... Así podré escapar..."

Se dió media vuelta, preparada para correr, cuando su sangre se le heló en sus venas. Su perseguidor no era un vagabundo. Ni siquiera no era humano...

Asustada por el monstruo que tenía enfrente, Diana gritó, su grito fuerte y aterrorizado bajo la capa de la oscuridad...

Los Guardianos- los protectores del LabirintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora