La oscuridad reinaba en gran parte del cuarto, apenas un débil rayo de luz ingresaba por entre las cortinas hacia los cuerpos presentes. Gemidos tímidos audibles de parte del joven bajo el castaño, quien con su rostro colorado y su cuerpo temblando gozaba del gentil tacto del mayor. El par de zafiros que brillaban intensamente solo podían enfocarse en el contrario, con la piel erizada por el húmedo tacto en su cuello y aquellas manos aferradas a su cintura con firmeza pero igual cuidadoso. Bajo sus encantos, solo podía ceder, entregando todo su ser al mayor que con sus pulgares acariciaba suavemente su vientre...
Hasta que gimió su nombre y, como si del mayor pecado cometido se tratase, los pequeños besos en su cuello pasaron a ser aquellos filosos dientes enterrándose en su blanca piel. Su voz emitió un quejido, y un segundo llamado a modo de súplica que solo pareció incrementar la furia ajena. De dulces caricias, pasó a sentir dolorosas punzadas en su vientre por medio de las heridas causadas por las garras de aquella bestia. Encerrándolo con su cuerpo, acorralándolo contra el colchón, prosiguió a tirar de su ropa hasta rasgarla y arrancarla de su dueño, quien ya comenzaba a ser invadido por el miedo.
Una tercera súplica con su nombre, y el ardor en su mejilla se plantó con la fuerte bofetada, que con sus nacientes sollozos la piel fue tornándose morada mientras su mirada se cargaba de temor. Su cuerpo temblando, no por goce, estaba asustado del hombre que había enfrente suyo. Ya no se veía como él era, no parecía ese hombre dulce y gentil de siempre, ahora solo parecía una bestia de grandes garras, colmillos y mirada filosa que tomaba de su cuerpo todo lo que quería aún si no era agradable para él.
Vulnerable ante aquella bestia, no podía luchar o intentar protegerse. Solo soltaba inútiles súplicas mientras el mayor rasgaba sus muslos y hacía pedazos su interior con embestidas bruscas y rápidas. El dolor y el miedo abrazaban con fuerza su cuerpo tembloroso, las lágrimas que fluían por su rostro acompañaban los débiles quejidos que soltaba, podía oírle jadear y gruñir mientras abusaba de él. Quería que parara, quería que aquel animal dejara de hacerle tanto daño, que liberara el cuerpo de ese dulce hombre para que se detuviera y solo le abrazara en consuelo, con una simple y tonta disculpa que sería suficiente para sanar su corazón herido. Solo eso... Un mísero "lo siento" para curar sus heridas, para borrar los traumas, pero a cambio solo recibía otras palabras..."¡Ti odio McQueen! ...¡Ti odio la tua indifferenza, La tua ignoranza!"
Podía oír esas palabras que terminaban retumbando en sus oídos con aquel tono de voz distorsionado y grave, aquel tono que lograba hacer temblar cada célula de su cuero porque solo lograba intimidarlo...
"¡Odio amarti! ¡Odio che mi rifiuti sempre!... ¡Odio questo dolore!"
Odio, odio, odio, odio... Solo eso oía, odio, ¿Tanto era su odio hacia él? ¿Tanto le había ofendido, humillado para llegar a realizar el acto mas cruel que podía haber? Y no se detenía, parecía que con cada palabra que gruñía iba con mas fuerza, golpeando sin piedad tan lejos como pudiera llegar en su interior para causar el mayor daño posible, ya su pálida piel estaba cubierta de saliva, sangre y moretones. Y aún con sus disculpas, con sus súplicas de piedad, solo conseguía ser quebrantado aún más.
Jamás quiso esto, nunca en su vida quiso que el italiano le llegara a tener tanto resentimiento hasta llegar a este punto, con palabras que solo decía para ocultar sus rubores o evitar así que soltara algún comentario fuera de lugar. Con actitudes que solo portaba de máscara porque de ser por él, con solo su encantadora y arrogante sonrisa ya estaría derretido a sus pies. Quería amor, quería su amor, su rostro en cada mañana y noche de su vida, y ahora lo tenía... lo tenía en su memoria en cada mañana y noche, e iba a quedarse así, por el resto de su vida... Porque algo había quedado en claro, Él no lo ama...
Sus párpados se abrieron de golpe, con la respiración tan acelerada que su garganta quemaba con cada bocada de aire que tomaba. Sus manos apretaban su pecho hasta el punto de querer enterrar sus dedos en la piel porque las punzadas le asfixiaban, llegando a volverse en un dolor físico. Ahora sentado, con el cuerpo temblando en lo que sus ojos solo se veía el terror en todo su esplendor, con la piel erizada y perlada en sudor. Sus sollozos no podía callarlos, ni quería hacerlo, necesitaba llorar para tratar de calmarse, para tratar de aliviar un poco el ardor de su piel. Podía sentirlo, aún podía sentir esas manos de filosas garras apresar su cuerpo y manipularlo a su antojo, tocándolo hasta el punto de volver la blanca porcelana en una masa de marcas negras y moradas, que aún hoy traía consigo como recuerdo de bolsillo.
Un pequeño grito escapó de sus labios en sorpresa cuando la puerta de su cuarto fue abierta de golpe, ocasionando que solo busque protegerse con las frazadas como si fuera el escudo mas resistente en todo el mundo, como si fueran a impedir que ese hombre se acercara y volviera a tomar lo que quisiera de él hasta destrozarlo en mil pedazos. Pero esa voz dulce y gentil, algo chillona y al mismo tiempo rasposa, con ese ligero acento campestre de su mas fiel amigo fue lo que logró sacarlo de esa burbuja de espantos y neblina. Esa mirada que brillaba por lágrimas de preocupación de solo ver el rostro de quien era la víctima, completamente demacrado. No solo por ojeras, sino por traer los labios partidos de la sequedad, la nariz sangrando por tanta conmoción y golpes, las lágrimas enrojeciendo sus mejillas y sus párpados hasta el punto de dar una vista frágil de él, con la sensación de que si era tocado su piel se quebraría cual fino cristal. Y cuando sus sollozos incrementaron en volumen, comenzando a quebrarse por completo, el mayor de ambos no perdió el tiempo e instantáneamente le abrazó con fuerza notando como el rubio solo se aferraba a él.
Así, en sus brazos, acurrucó al menor dejando que libremente llore en su hombro, en esta situación no encajaban los "no llores", "todo estará bien", "tranquilo, fue solo un sueño". No, solo debía dejarlo llorar, liberar todo aquello que guardaba aún si no lo expresaba en palabras, y él debía estar ahí, tenía que estar ahí para abrazarlo y estar con él, como siempre le prometió. Estar con él, a su lado, cuidándolo cada segundo que pasara sin importar qué.
Los sollozos se debilitaron con el pasar de los minutos, siendo reemplazados por jadeos. Acurrucado en el pecho ajeno, continuaba llorando pero ya sin chillar tanto. Su cabeza palpitaba, su pecho continuaba doliendo, estaba cansado...McQueen: Quiero dormir... *se oyó en un susurró, en un triste y sofocante lamento* Solo... Q-quiero dormir...
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Espero que lo disfruten~Besitos y apapachos para todos~
¡~Matane~! <3
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Perdonami amore mio... (Francesco x McQueen)
Random¿Qué pasaría si Francesco, famoso corredor italiano, cometiera un acto por ira? ¿Y si luego se sintiera arrepentido? ¿Qué pensarían las personas al notar el brusco cambio de McQueen, que de una persona arrogante y orgullosa, pasara a ser una persona...