Con un suspiro de rendimiento, bajó la cabeza. Dejando sus manos relajadas en el firme agarre que Rubén le proporcionaba. Relajo su cuerpo, aunque realmente no quería hacerlo. Pero luchar, nunca serviría de nada si se trataba de esto.
Esta relación tan malditamente rara que mantenían.
— ¿Y qué harás? — cuestionó, en voz baja — ¿Tomarme a la fuerza?
Una sonrisa de burla se extendió por el rostro del castaño. Soltó las muñecas del menor, y en cambio dirigió sus manos a la cintura de Mangel. Le acercó más a su cuerpo, y plantó sus labios detrás de la oreja del menor.
— ¿Realmente crees que si te tomo, lo haría a la fuerza? — murmuró, su voz ronca. Mangel suspiró, recargando su frente en el hombro del mayor. Dejando que esas manos grandes y cálidas acariciaran su cintura sobre la tela.
— No quiero hacerlo... — respondió, ligeramente frustrado — está mal. Nosotros... nosotros solo somos amigos.
Las manos que mantenían su cintura cautiva se movieron en otra dirección. Las sintió subir por su espalda, hasta tocar sus omóplatos con delicadeza deliciosa. Su toque arrastraba un calor tan exquisito. Tanto como el calor de su respiración cerca de su cuello.
Hacía que corrientes subiesen por su cuerpo. Y su mente entrara en un lapso. Lo dejaba sin fuerzas. Sumiso a los deseos infernales y placenteros del que consideraba su mejor amigo.
Rubén veía a Mangel con otros ojos, lo quería. Estaba dispuesto a cuidar de él. A amarlo. Pero, Mangel. Él jamás entendería eso. O al menos, no sin ayuda.
Él va a mostrarle, que hay algo más que amistad entre ellos. Por ahora, seguirán un camino más... erótico.
Con una sonrisa de suficiencia, cambio el camino de sus labios. Y barrió sus besos lentos y húmedos hacia la parte más sensible del cuerpo del menor. El cuello. Abrió su boca, tomando la blanca piel entre sus labios.
Sonrió cuando el bajo jadeo de placer escapo de los labios de Miguel. Y fue entonces cuando coló sus manos debajo de su ropa. Sintió su piel erizarse, y su espalda arquearse.
— ¿Sigues pensando que somos amigos, Mangel? — susurró contra su piel — Porque si lo haces... — rió — estarías tan equivocado, joder...
El menor cerró sus ojos, sonrojándose furiosamente cuando una de las manos del mayor acarició su piel sensible de su abdomen. Apretó en puños la camiseta de Rubén, en busca de un apoyo. En busca de redención.
Y como si el destino lo escuchara, su móvil comenzó a sonar. Rubén no detuvo sus besos, sino que una de sus manos se encamino hasta donde el aparato se mantenía guardado. Miguel negó, apretando los labios.
— Ni se te ocurra — amenazó, su respiración ya estaba agitada.
Rubén sonrió como todo un hijo de puta, y sin hacerle caso a su amenaza, bajo. Bajo su mano hasta el bolsillo trasero del pantalón del menor. Ingresó una mano para sacar el móvil, no sin antes apretar uno de los glúteos del más bajo.
Avergonzado, y jodidamente sonrojado; Miguel descargó un pequeño e inofensivo golpe en el brazo del mayor. Rubén carcajeó con la voz ronca. Y paso su mirada al aparato.
Su rostro se ensombreció. El nombre de Beatriz iluminaba la pantalla. Gruñó con fuerza.
Y sin que Miguel se lo esperase, le cogió del cuello de la camiseta, y giró su cuerpo. Despegándolo de la pared. Lo lanzó contra el sillón, acostándolo. Se subió arriba de él. Y le mostró la pantalla del móvil.
Él le miró sin comprender, hasta que sus ojos viajaron a su móvil. Sintió una corriente de miedo atravesarlo. Regresó su mirada a Rubén. Quien estaba realmente serio. Jodidamente cabreado.
— ¿Lo ves, Mangel? — su voz ya no le pertenecía, solo podía ver a Rubén con ojos eufóricos y expectantes, el castaño se inclinó sobre él. Su aura era posesiva — Ella no se aleja de ti, piensa que no existo... ¿crees que no lo sabe? — le susurró al oído.
— Rubius, ella-
— ¿Crees que ella no nota mi mirada en ti? Lo sabe, y disfruta provocarme — lanzó el móvil al otro lado de la habitación, y tomó entre sus manos las del menor. Las apretó con delicadeza —. Lo que no sabe, es que jamás te tendrá. Jamás. Porque no le perteneces, porque no la quieres. ¿Verdad?
El menor suspiró, y en un acto de estupidez. Y excitación. Giró el rostro, dejando un pequeño beso en los labios del castaño.
— Termina con esto — susurró, agitado.
Rubén gruñó, insatisfecho con el pequeño beso — ¿La quieres, Mangel? — susurró, no le dejo responder. Porque ya le estaba besando, comiéndole la boca con un demandante, fuerte y posesivo beso.
Abriendo sus labios y acarician con los ajenos con pasión. Intentando que Miguel también cediera al beso, al fuego. No podía ser el único que sentía aquella pasión corriéndole por las venas. No, no podía ser el único.
Mangel gimió contra su boca. Rogando por aire. Pero Rubén no mostraba signos de querer ceder. De dejarlo ir.
No paso mucho para que Rubén finalmente se separara del beso. Pero ni siquiera hubo descanso, cuando una de sus manos ya se había colado entre los bonitos pantalones del menor.
— ¡¿Q-Qué h-haces?!
Rubén sonrió, besándole las mejillas sonrojadas con lentitud. Comenzado a acariciarle de arriba a abajo.
— ¿No es obvio? — susurró — Te doy placer.
El menor negó, arqueando la espalda y jadeando con los ojos firmemente cerrados. Sentía una fuerte Ola de placer recorrerle el cuerpo, desde su ingle hasta la punta de sus pies.
— P-Para, voy a m-mojar l-la ropa — suplicó, aunque realmente. Sinceramente, no quería que se detuviera.
Y bueno, Rubén no iba a detenerse. Estaba tan concentrado en las muecas de placer en el rostro del menor que el jodido mundo ya no existía más para él. Su mundo estaba frente a él. Retorciéndose de placer.
Rubén no tardo en quitarle aquellos curiosos pantalones, una vez la prenda ya no estorbo más. Volvió a tocarle.
Sonrió al ver como las manos del menor volaban en dirección hacia su rostro. Cubriéndose por la vergüenza. Le escuchó gemir, y esa fue la señal para que pudiese ir más rápido. Su mano restante comenzó a acariciar sus piernas. Mientras sus labios barrían suaves besos por todo su abdomen.
— Es gracioso... — susurró, acariciando sus muslos — dices que esto está mal. — subió su rostro hasta la oreja del menor, sin dejar de tocarle —. Pero llevas puesta la ropa que te di aquella noche.
El gemido necesitado del menor le hizo sonreír aún más — ¿Qué pasa? ¿Ahora no quieres que pare...?
Mangel gruñó — N-No seas idio-
No pudo terminar la frase, Rubén le acalló, quitándole las manos del rostro para besarle — Sin groserías.
Estuvo a punto de reír al ver el rostro de indignación que Miguel había puesto. Pero unos golpes en la puerta del departamento le pararon en seco. Frunció el ceño. Sintió el cuerpo del menor estremecerse.
— ¡Rubius, sé que estas allí!
— ¡Abre gilipollas!
Maldijo. Alex y Cheeto.
ESTÁS LEYENDO
F*** You Betta » Rubelangel
Fanfiction;:- Sí, ella es hermosa, ¿no? Pero de una cosa estoy seguro. Ella no te follara como yo lo hago, Mangel. ~~~» Fuck U Betta