111 12 0
                                    

— ¿E-Esos son...?

— Mierda.

Rubén no perdió tiempo, se puso de pie. Evitando el creciente dolor en su entrepierna. Tomó el cuerpo de Mangel entre sus brazos, el menor se cubrió la boca con las palmas de las manos cuando estuvo cerca de soltar un grito de sorpresa.

Ingresó a su habitación, dejando el cuerpo del menor sobre la cama. Le quito el cabello del rostro y removió sus manos también para depositar en aquellos carnosos labios un último beso.

Por ahora.

— No hagas ruido, Mangel. Cheeto y Alex no saben que tú estas aquí, solo... — suspiró contra sus labios. Sin ánimos de apartarse — espérame aquí. ¿Vale?

Miguel asintió, desvió la mirada. Sus mejillas pintadas de un suave sonrojo — Vale, pero en cuanto ellos se vayan, me iré yo. — murmuró. Sin verle.

El castaño apretó los labios. Mirándole con una expresión que Miguel no pudo descifrar.

Sentía el corazón latirle con fuerza contra el pecho, a veces las miradas de aquellos profundos ojos verdes eran difíciles de soportar. De descifrar.

— Vale. — terminó por decir Rubén. Alejándose de él y saliendo de la habitación con un aura pesada. Casi como si el malhumor hubiese hecho aparición.

Se esforzó para no sentirse mal, y en cambio comenzó a vestirse. No le costó nada terminar de hacerlo. Tenía que estar listo para irse lo antes posible.

Al abrir la puerta, las miradas de sospecha de Cheeto y Alex fue la primera cosa que vio. Bufó, rodando los ojos cuando pasaron.

— No es que quiera correrlos, pero. ¿Qué hacéis aquí?

Alex se giró hacia él, sonriéndole levemente — Queríamos ver si querías gravar un vídeo. ¿Qué pasa? Parece que escondieras algo, tío.

Rubén se cruzó de brazos, recargando su peso en la espalda de la pared del salón. Señaló a Cheeto con un movimiento de mentón.

— Él parece estar jugando al detective. — señaló.

Y bueno, no era mentira. Cheeto estaba buscando entre todos los cajones de su salón. Buscando sabe Dios qué.

Alex negó — Ni puta idea.

Rodó los ojos, empezaba a enfadarse — Oye, Cheeto. — llamó, él se giró — ¿Podrías dejar mis cosas en paz, hombre? Pareces un puto loco.

El barbudo rió con sarcasmo — Vale, que tú estarah muy cuerdo.

— Sólo... déjalo. ¿Vale?

— Vaaaaleeee... — dijo él, alejándose de sus cosas y caminando hasta ellos. Sin embargo, paro en seco. Mirando el sillón con ojos esperanzados — ¡AJÁ! — gritó.

Rubén gruño, lamentándose por haber lanzado el móvil de Mangel en un arranque de celos. Ahora el aparato lucía muy bien en las manos de Cheeto. Casi burlándose. Maldijo.

— ¡Lo sabía! — exclamó. Alex le miró con duda.

— ¿Un móvil?

— No cualquier móvil. Es el de Mangel.

Rubén se cruzó de brazos, mirándole con aburrimiento — ¿Y?

Con una mirada de "te atrapé hijo de puta" Cheeto le sonrió — Nada de vacilaciones, hijoputa. Ahora dime dónde está Mangel. Necesito hablar con él.

— Se acaba de ir — respondió —. Olvidó el móvil.

Alex frunció el ceño — Tiene sentido, parece un niño. Perdiendo cosas a toda hora. — se encogió de hombros.

Algo no encajaba para Cheeto. Pero lo que su amigo decía tenía de hecho, mucho sentido. Conocía a Mangel de pies a cabeza. Y sí, ese adorable gilipollas era muy distraído.

Suspiró, pero no dejó de mirar a Rubén — Vale — cedió, dejando el móvil en su lugar —. Lo dejaré contigo porque asumo que Mangel volverá a por el.

Él se encogió de hombros — Quizás.

— Bien, nos vamos — Alex se acercó a Rubén, dándole un corto abrazo. Le sonrió — ¿Pensarás lo del vídeo?

— Lo haré, Alex. Confía en mí, hombre.

Ambos chicos así fueron, Alex fue la primero en salir del departamento. Cheeto con un movimiento de cabeza aviso su salida. Sin embargo, se detuvo, mirando fijamente la puerta del departamento.

— Mangel, — habló en voz alta — sal si estás aquí. De otras manera, hazme quedar como un idiota.

Hubo un largo silencio, dónde los profundos ojos de Rubén se mantuvieron fijos en la puerta de la habitación. Nada.

Sonrió — Idiota. — tarareó.

Cheeto gruño, y salió del departamento dando un portazo. Rubén realmente no contuvo la pequeña carcajada que salió de sus labios.

Le puso el seguro a la puerta principal y se dirigió hacia la habitación donde Mangel estaba. Abrió la puerta, Mangel le veía con una expresión de disgusto.

— Me debes un favor por no haber gritado cuando Cheeto me llamo. — le miró mal — Mientes fatalmente bien.

Rubén sonrió, arreglándose el cabello con una mano. Un movimiento atractivo para los ojos ajenos y observadores. Mangel desvió la mirada.

— ¿Ah sí? Bueno... — se acercó a él, acorralando su cuerpo contra la pared — ¿seguro que no eres tú quien me debe un favor?

El menor negó, sin verle — No. Ahora — le empujó levemente — debo irme.

— Hmm. ¿Necesitas realmente irte, Mangel?

Cómo si fuese algo realmente obvio, Mangel estuvo a punto de decirle que sí. Que se apartará. Pero había una idea en su mente... más comprometedora. Que daría el mismo resultado.

Suspiró, alzó la mirada. Y al ver los ojos verdes de Rubén. Se sintió inútil. Débil. No. Negó, y con algo de brusquedad se liberó de sus brazos. Camino hasta la puerta. Saliendo de la habitación, podía sentir la presencia de Rubén a sus espaldas.

Llegó al salón, y buscó su móvil con la mirada. Al encontrarlo, sonrió aliviado. Lo cogió entre sus manos, aferrándose a él.

— ¿Te vas?

Suspiró, dándose la vuelta para enfrentar a Rubén — Ya te lo había dicho.

Rubén le observó de pies a cabeza. Negando — ¿Sabes lo que los demás dirían si se enteran de esto?

— ¿Esto? — recalcó, sabiendo a lo que se refería — ¿Este maldito juego del que me haces participe?

Rió, sarcástico — No pareces quejarte, Mangel. ¿Lo haces? No, claro que no. Lo que serían de los canales de YouTube, las noticias... un escándalo.

Mangel le miró con reproche — ¿Entonces por qué mierda lo haces?

— Fácil. — sonrió — Porque ninguna consecuencia me interesa. Me interesas tú, no la prensa. No los suscriptores. Tú, Mangel. Tú me importas.

No podía creerle. Por la fácil razón de que Rubén nunca le interesó nadie para tener algo así. Con tanto sacrificio. Sabía lo mucho que Rubén había dado de si mismo por su canal, por su carrera.

Él solo la arruinaría. Pensarían que se aprovechan de su fama, convirtiéndose en algo más que solo su amigo. Por eso Beatriz había sido la mejor opción.

No. Tenía que proteger lo que muchos querían destrozar.

Suspiró. Negando.

— Lo dudo mucho.

Y salió del departamento.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 14, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

F*** You Betta » RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora