1. La chispa que encendió la guerra

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Si, ahora era un chico de instituto. De primer curso y novato, vale, pero ya nadie le tomaba como tal. Las pruebas en el equipo fueron un éxito, ya estaba dentro, y quién sabe, en un año podía estar de titular, y pronto podría ser capitán. No le hizo falta hacer nada, de hecho en cuanto los chicos mayores, de tercero y último curso vieron la clase de tío que era, le aceptaron sin más. Con los de cursos superiores no podía lograr gran cosa, pero por lo pronto se haría con el primer curso. Chace, su mejor amigo estaba en su misma clase, por lo que no hubo problemas. Allí conoció a Vince y a Zack, que también habían hecho las pruebas del equipo aunque solo Vince lo consiguió, ya que para los puestos de Zack y Chace no había vacantes, sin embargo, el entrenador Carson, un tipo bastante genial, les dijo que tenían madera, y que el próximo año podrían entrar en el equipo. Por lo pronto, al mes ya tenía su grupo de amigos consolidados, sus tres más íntimos amigos y un séquito que fue haciéndose poco a poco. Gente que consideraba con nota de nueve. Su clase en un primer momento no le pareció gran cosa. Las chicas eran bastante normalitas, solo había dos que destacaban entre las demás, Charlotte, rubia con ojos azules que había conseguido un puesto en el grupo de las animadoras, y Lyla, una chica algo rara, pero todos sus compañeros de clase habían estado babeando por ella en lo poco que llevaban de curso. Ellas, eran un ocho. Los sietes se trataban del resto de chicas monas e inteligentes, y algún que otro deportista, como los atletismo y baloncesto. Después estaban los seises y cincos, gente totalmente normal, no destacan absolutamente en nada, los tíos se dedicaban a reírles las gracias al grupo de Henry y a callarse cuando hablaban o les miraban. Las chicas, bueno casi lo mismo, solo que con la diferencia de que les gustaba soltar risitas tontas, y balbuceaban si les pedía hasta una goma de borrar. A veces subían al siete, cuando hacían algo que a Henry le resultara útil, o bajaban al cuatro cuando se volvían realmente molestos. Luego estaba el grupo de los empollones, formado por tres tipos con gafas y una tía, la cual parecía muy entusiasmada por su nombramiento como delegada. Marta Foster se llamaba, y bueno, Henry ya le había encargado un par de trabajos que no pudo acabar a tiempo. Aquellos, eran un dos. Y en lo más bajo de aquella pirámide estaban los dos deshechos de su clase, un total cero. Un gordo con pantalones rotos, camisetas ostentosas y horteras, pendientes en las orejas, greñas en vez de pelo, tatuajes (si, tatuajes, y el chaval tenía su misma edad, catorce años), unas converses con más agujeros que un colador y guantes de cuero con cadenas. Y a su lado, sumándole todo lo anterior (exceptuando lo de gordo) se encontraba alguien que podía incluso a bajar la nota a un número negativo. La verdad que el primer día, cuando le vio sentado, exactamente con la misma postura que tenía en aquel momento, apoyando la cabeza en sus brazos mientras dormía plácidamente en medio de clase, pensó que tal vez era un uno. De esa gente extraña que le gustaba ir con esas pintas grunge, que escucha música rara, que prefería estar solo y... bueno Henry no sabía demasiado de ese tipo de gente. Digamos que pensaba que era del tipo de persona que pasaba de todo, y el gordo si que iba a ser un blanco de sus insultos y sus intimidaciones, es decir, ¿Cómo no iba a hacerlo? ¡Era gordo! Pero el otro... no despertó en él ningún tipo de burla en general. Incluso, si se quitara aquella horrible ropa, podía pasar al grupo de los cincos... bueno, incluso podía ser un siete... y si se comportaba, podía ascender más.

Pero Henry no pudo estar más equivocado con aquel mocoso. Jake Rivers. Hacía un par de meses, Henry hablaba sin preocuparse demasiado por la explicación de la profesora sobre la Revolución Francesa, por lo que la mujer acabó por hartarse.

— Señor Woods, — le llamó, haciendo que Henry dejara de reírse con sus amigos. —¿Quiere opinar de la clase?

Sus amigos soltaron risitas, ya que Henry había compuesto una sonrisa chulesca.

— Bueno, pienso que Luis XVI fue un rey débil. — soltó sin ningún reparo.

La profesora alzó una ceja.

Jake & Henry - 5º Capitulo EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora