LÁGRIMAS DE ORO.

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CAPÍTULO 3.

Los párpados vuelven a abrirse y su mirada inocente se enfrenta a la realidad. Cada día, sé dice a sí misma que no debe mirar al pasado y cada día lo hace. Neil ya no era él joven del que Candy podía defenderse con facilidad. A hora era un hombre grande con mucha más fuerza que ella, que la había atacado y secuestrado para lastimarla.

«Tranquila, Todo acabará pronto...»

Candy había perdido el conocimiento. Pero cuando despertó se enfrentó a la realidad y a la persona que le robó  su inocencia. Neil le confirmo que la había hecho  su mujer, cuando Candy Vio as gotas de sangre en la cama.  Candy no recordaba nada. Algo dentro de ella nació con furia, con fuerza y había podido escapar después de varias horas, Sucia y rota. Pero no regreso a la mansión Andley. Semanas después vio a Anthony, y sé hizo su novia, fueron diez meses hermosos. Junto a Anthony, Candy se sentía Segura, protegida. Anthony había intentado tener relaciones sexuales con ella, Pero Candy se negaba, incluso darle un beso. Candy no lo soporto. En el fondo a Candy le daba miedo decirle a Anthony lo qué Neil le había hecho. Pero entonces Anthony y Candy viajaron juntos a Nueva York. Cuándo Anthony se vio obligado a tomar el control de las empresas Andley, Candy había estudiado finanzas, así que estaba bien qué los dos fueran juntos. Cinco semanas después, Candy tubo que regresar a Chicago para evitar los cuchicheos mal intencionados. Apesar de que apenas le importaba nada lo que hablarán de ella, lo hizo por Anthony, solo para descubrir nueve meses después que Anthony y Elisa tenían una relación a escondidas.

Todos sus sueños y sus vagas esperanzas se han hecho trizas. Y en un momento de autocompasión poco habitual, se balancea adelante y atrás, en un intento por encontrar algo de consuelo y mitigar el miedo.

Tengo que hacerlo. Es la única salida. Tranquila. Calma. Respira despacio. Poco a poco. Como dijo él. Todo acabará pronto. Todo acabará y entonces...

Candy intenta controlar las lágrimas en vano. Está aturdida, ahogándose en sus emociones. En sus miedos. En sus esperanzas. En su desesperación. Sé aferra a ese granito de fe que aún le queda..

Media hora después Terry abre la puerta de su pequeño apartamento en Nueva York.

—¡No me jodas, GrandChester! Ahora entiendo por qué no sales de la ciudad.

—No es para tanto, por cierto el cuarto de arriba es mío, te quedas en el que está en el pasillo al fondo, es el cuarto de visitas.

—Vale, gracias. Olvidé decirte que hoy fue mi abogado a la empresa Andley, para ir adelantando.

— Bien, ahora voy a darme un baño —dice Terry mientras Jefferson esta admirando una pared extraña. Terry prefiere no explicarle que significa.

— Este es el contrato. Revísalo. Jefferson está tomando un poco de sol junto a la piscina.

—Préstale especial atención al pacto de no tolerancia. Terry fue meticuloso en el contrato, no le importaba la empresa Andley, aunque era una mina de oro. Él quería otro tipo de ganancias, Una con melena rubia.

—Yo estoy aquí para estrujar, no para ayudarte en tu cruzada para dominar el mundo.

—Se lo estoy dando a mi hombre de confianza. Tú. ¿Acaso esperabas que ibas a poder hacer el vago? ¿Que ibas a escribir unos cuantos documentos mientras te relajabas en la piscina? ¿A quinientos dólares la hora?

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