LÁGRIMAS DE ORO

790 73 18
                                    

CAPÍTULO 4.

—Terry mira a la señora Elroy de reojo. La mujer tiene la cara blanca como el papel.

Solo espero que la noticia no le provoque un infarto, eso sería terrible

—¿Se han presentado cargos contra Neil?

—Aún no, señora.

— Manténgalo así por favor. Le doy mi palabra qué no diré absolutamente nada.

— Muy bien. No se preocupe por la empresa,  tendrá el documento que ambos firmaremos. Acerca de la señorita Candy se irá conmigo desde hoy, no se preocupe por su dignidad, nos casaremos y viajará conmigo después de firmar el acta en el registro civil,  Tengo que volver a Inglaterra.
A la tía Elroy, Poco le importaba eso, Tenía que cuidar el apellido Legan que de un modo estaba unido a la Familia Andley. El hombre parecía sinceró, aunque la hubiera puesto en una situación muy indecente. Aunque en apariencia no dejaba ver su estatus social, seguramente  tenía una [equeña fortuna. Qué Dios no permitiera otra cosa, sino el apellido se vería machado, aunque mínimamente.

—Está bien, En cuanto llegue hablaré yo misma con Candy. —Dijo la Tía Elroy finalmente.
—No está.
—Por el momento no, pero más tarde puede regresar. Ella y Neil Llegan hoy.

—Pasaremos la noche aquí —anuncia Neil. Candy pestañea. Tiene la cabeza embotada de tanto llorar y los ojos hinchados. Neil decidió viajar en el automóvil hasta Chicago, No le pregunto si le parecía bien. La situación fue más incómoda, cuando Neil mando al chófer por otro camino Según que tenía que supervisar un camión de mercancía. Pero ella no sé lo creyó.
—Fuera —le espeta Neil. A su alrededor sopla un viento frío que hace que los rizos le azoten en la cara. Con el cuerpo agarrotado, hace un esfuerzo para salir del carro. No muy lejos, Candy ve un edificio blanco y anodino.
Es un hotel.
—Sígueme. Neil se dirige con paso firme hacía la entrada. Candy se detiene y sin hacer ruido, da media vuelta y echa a correr.

Candy sé obliga a correr más rápido con la esperanza de que sus pies logren alejarla de Neil, pero él la alcanza y ella se cae. Neil la sujeta con tal fuerza que le hace daño, está acostado sobre ella, que yace boca abajo, sin resuello.


—Estúpida. ¿Dónde creías que ibas a ir? —le escupe al oído. Se arrodilla y la arrastra para colocarla boca arriba, y entonces se le sienta encima a horcajadas y le da un bofetón en la mejilla.


—Siéntate y tómate algo —me propone Jefferson. Lo miro de reojo. Son este tipo de momentos los que hacen que me arrepienta de no fumar. Los nervios y la tensión son casi insoportables. Bebo un trago de whisky y me convenzo de que ya no aguanto más.
—Nos vamos.
—¡Aún es pronto!
—Me da igual. No puedo continuar encerrado aquí ni un minuto más. Si tengo que esperar, prefiero hacerlo con su familia.

Son las 5:40pm cuando volvemos a encontrarnos en el portal de las rosas.

—Creo que hemos ido a parar al lugar adecuado —dice Jefferson mientras toma otro sorbo de su copa que les habían ofrecido —. No sé lo que esperaba encontrar,

—Sí. Yo me había hecho la misma idea. Este sitio ha superado todas mis expectativas. Me mira con aire interrogador.

—Perdóname, GrandChester, pero tengo que saberlo: ¿Por qué haces esto?

LÁGRIMAS DE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora