Tropezón

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Izuku se estiró más, las yemas de sus dedos rozaron la fruta madura frente a él. Era la fruta más grande que haya visto y apostaba a que su madre estaría muy feliz si la llevaba. Su estómago gruño ante la idea de partir la fruta para la cena. La lluvia salpicó en sus ojos mientras se inclinaba poniendo sus dedos alrededor del fruto. Había una tormenta a su alrededor y el árbol en el que se encontraba se inclinó sobre el río de aguas rápidas. Probablemente estaba siendo una muy mala idea seguir persiguiendo esta comida pero no habían tenido una comida decente en días debido al clima. Izuku necesitaba tomar el riesgo o de lo contrario tendría que pasar otra noche hambriento con su triste madre.

Finalmente logró alcanzar la fruta y la arrancó de la rama. Su felicidad duró una fracción de segundo porque escucho un crujido y después un chasquido. De repente estaba cayendo hacia las aguas salvajes debajo de él. Soltó la fruta e inmediatamente extendió la mano para tratar de encontrar algo para detener su caída. Sus manos no pudieron sostenerse a nada y repentinamente estaba envuelto en las furiosas aguas que rápidamente lo arrastraron.

Él lucho frenéticamente para mantener su cabeza fuera del agua y sintió su cuerpo ser golpeado y desguanzado por las piedras en el río. Trató de llamar a su madre, ella tenía que estar lo suficientemente cerca para poder escucharlo, pero los truenos y el rugido del río ahogaron cualquier sonido que produjera. Todo eso combinado con la prioridad de conseguir aire suficiente para respirar, lo silenciaron.

El pequeño omega rápidamente se quedó sin energía para pelear contra la corriente que lo arrastraba, y un rápido golpe en su cabeza contra las piedras lo dejaron a merced de las aguas. Se mecía entre la conciencia y la inconciencia, todo era borroso y en ese momento supo que probablemente se ahogaría. Inconscientemente levantó su brazo para tratar de agarrar cualquiera de las rocas entre las que su cuerpo había atravesado flotando pero todas era demasiado resbalosas como para darle un agarre apropiado.

....

Cuando despertó, se encontró a sí mismo boca abajo, cubierto de barro, con la mitad del cuerpo fuera del agua. El sol golpeando desde arriba, secando la mitad superior de su cuerpo. La mitad restante estaba siendo gentilmente mecida por las aguas del río. Él gruñó y después soltó un gemido cuando sintió la inflamación y el dolor con el que su cuerpo estaba siendo atormentado luego de tratar de levantarse.

Deteniéndose por la inevitable necesidad de no agravar sus heridas, Izuku miró a su alrededor olfateando el aire buscando por un panorama familiar o esencia con la que pudiera determinar su localización. Lo que encontraron sus ojos y nariz solo lo hizo sentir peor. Nada se veía ni olía bien. Estaba perdido.

Resoplando se puso de pie dejando escapar un grito de dolor. Él sabía que el lado izquierdo de su torso estaba herido, necesitaba inspeccionarlo apropiadamente. Mirando hacia abajo no pudo ver nada bajo la gruesa capa de mugre que cubría su piel. Se alarmó muchísimo por eso. Si sus heridas eran serias, y estaban cubierta de suciedad y quien sabe que más, podría ser aún peor el escenario.

Apretando los dientes regresó al río que flotaba tranquilamente junto a él. No mostraba más la ferocidad que había tenido en la tormenta. Una vez más Izuku sintió su intestino tensarse cuando sus habilidades de observación traicionaron sus esperanzas. El agua. El nivel del agua estaba muy bajo. Eso significaba que Izuku había estado probablemente perdido por más de una noche. Sus pensamientos inmediatamente se dirigieron a su madre. ¿Estaría buscándolo ahora mismo? ¿Qué tan lejos había sido arrastrado? ¿Qué pasaría si ella se alejaba de donde se habían asentado?

Pensó en esto como una forma de distraerse mientras lavaba a conciencia su cuerpo. El lodo que se desprendió de sus costados hizo que el agua se tornara negra, había estado pegada con su sangre. Se lavó lo mejor que pudo la herida hasta que estuvo seguro que toda la mugre quedó fuera. La agitación en el área había provocado que la herida volviera a sangrar. Era una herida bastante grande, casi tan larga como un antebrazo. Se torció en todas las formas posibles para limpiarse y revisar otras heridas. Su cabeza también palpitaba. Amablemente extendió la mano para sentir la parte posterior de su cabeza encontrando un gran punto dolorido.

Omega PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora