Capítulo 4

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Después de un par de semanas sin poder salir del santuario debido a su delicada condición, Shiryu estaba feliz de ser invitado al pueblo por sus amigos, aunque su antiguo maestro no estuviera de acuerdo.

_ Todavía estas débil, solo pasaron dos semanas _ Argumento.

_ Necesito salir, no puedo estar así para siempre.

_ Lo sé, pero...

_ No te preocupes, estoy bien _ Interrumpió, algo exasperado por la terquedad del otro _ Voy a ir con mis amigos, si algo me pasará ellos me ayudarían no voy a estar solo _ Dijo tratando de tranquilizar al mayor.

_ Está bien _ Dijo en tono resignado.

_ Confía en mí, soy un caballero después de todo _ Sonrío tiernamente y apoyo una mano en el hombro de su interlocutor. No quería que discutieran por algo tan banal.

El santo de libra lo miro embobado por unos instantes, al ser consciente de su reacción aparto la vista y trato de disimular. Había decidido no intentar nada hasta que el otro recuperara todas sus fuerzas. Sentía que sería abusar de la debilidad del dragón.

Pero este cada día se lo ponía más difícil sus acercamientos se habían vuelto más espontáneos que antes, ahora no dudaba en tocarlo aunque fuera sutilmente y regalarle expresiones cálidas como esa bella sonrisa que le estaba dedicando.

No lo pensó demasiado, tomo la mano que tenía sobre su hombro y la beso suavemente mirando directo al otro, que no pudo evitar su sonrojo.

_ ¿Seguro que no tienes fiebre? _ Pregunto en tono burlón.

_ Muy gracioso _ Dijo ofendido. Siempre era lo mismo, cada vez que hablaban a solas el dorado terminaba haciendo algo para ponerlo nervioso.

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En Rodorio los días eran muy activos, siendo un pueblo mayoritariamente de comerciantes había todo tipo de locales abiertos, era un día soleado y las calles estaban llenas de vida.

Los amigos paseaban entre los puestos, hasta que escucharon a lo lejos una voz.

_ ¡Shiryu!

_ Afrodita, hola _ Saludó el dragón extrañado. Desde el incidente no había vuelto a verle, sabía que al principio esto se debía a su maestro pero más tarde el de piscis había dejado de intentar, quizás por miedo al mayor.

_ ¿Cómo te sientes? _ Pregunto, a continuación le dio un sorbo a la bebida que tenía en su mano.

_ Mucho mejor, gracias a todos.

_ Qué bueno. Quería disculparme...

_ No hace falta _ No quería escuchar disculpas, la situación lo ponía incómodo y prefería olvidarlo _ Te hiciste responsable y trabajaste en la medicina... _ Cesó su dialogo cuando escucho que lo llamaban.

_ Shiryu ¿Vamos a comer? _ Grito Seiya entre la multitud tratando de acercarse y dándose de lleno contra Afrodita quien volcó su bebida en su interlocutor.

Después de que el Pegaso tratara torpemente de disculparse, el de libra y el de piscis acordaron reencontrarse con los de bronce cuando el pelilargo pudiera secarse.

_ No estoy seguro de esto _ Dijo mirándose inseguro al espejo, finalmente el dorado lo había convencido de comprarse otra camisa en un local. Lo que el más joven no esperaba era que el otro eligiera la ropa y lo mandara al probador sin preguntar.

_ Es perfecta _ Argumentó, mientras lo observaba.

La camisa blanca que hacía resaltar el cabello negro llegaba hasta el área del cinturón, era un poco ajustada en algunas zonas por lo que podía apreciarse la forma esbelta de su portador. La combinación también favorecía los pantalones de jean que por primera vez podían lucirse sin nada que los cubriera.

Su figura en el espejo le resultaba irreconocible. No estaba acostumbrado a usar ropa que marcara su cuerpo, su armadura era la única excepción a esa regla y jamás se había tomado la molestia de observarse en ella.

Al final termino aceptando para salir del local, quería encontrarse con sus amigos y zanjar el asunto. Se despidió del mayor prometiéndole que más tarde lo visitaría en su templo.

El camino fue extraño, sentía que lo observaban constantemente y cuando finalmente se reunió con sus compañeros estos lo miraron por varios segundos sin decir nada.

Hyoga fue quien rompió el silencio, sabía que si decía algo sobre el aspecto del otro este regresaría al Santuario inmediatamente. Para su fortuna el Pegaso secundo la charla al instante y todo volvió a la normalidad rápidamente.

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El regreso al templo no fue menos extraño. Muchos caballeros desconocidos de bronce y plata se detenían a hablarle y hacerle cualquier tipo de pregunta incluso recibió invitaciones de todo tipo, desde ir a entrenar hasta cenar en las casas de algunos.

Mientras tanto el cisne miraba divertido la escena. De todos sus amigos, el más inconsciente de sus atributos siempre había sido el dragón. Nunca se percató de las miradas que le dedicaban los demás.

Varios compañeros habían tenido su etapa de enamoramiento con el de libra, pero este nunca se enteró. Muchos de los interesados simplemente desistieron al sentirse completamente ignorados. Sin olvidar que su timidez siempre lo hacía alejarse de cualquier intento de acercamiento.

Tenía que reprimir las risas que le causaba el ver como trataba de esquivar educadamente cada intento de aproximación.

Finalmente fue el Pegaso exasperado quien termino apartando a los "pretendientes", primero a base de discusiones y después de miradas asesinas que duraron hasta llegar al Santuario. Para su suerte la mayoría de los dorados tenían pareja o no estaban por lo que pudieron atravesar las casas sin mayores problemas.

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Cuando Shion fue a visitar a su viejo compañero no se imaginó la escena que se encontraría.

Dohko quien siempre parecía capaz de resolver cualquier problema con una sonrisa le gritaba a un igualmente furioso dragón.

_ ¡Estás loco! Te envenena y todavía vas a ir a su templo.

_ ¡Ese es mi problema!

_ Me van a decir que está pasando _ Intervino el patriarca.

Una rápida explicación hizo que el lemuriano entendiera más de lo dicho. Y fue gracias a la intervención de este que finalmente el muchacho pudo seguir su camino.

_ ¡Porque no me apoyaste! _ Reclamo dolido.

_ Dohko, no estás pensando con claridad _ Argumento en un tono tranquilo.

_ ¿Qué tengo que pensar? ¡El chico quiere suicidarse!

El patriarca suspiro cansado, desde que el de bronce había vuelto era el centro vital de su amigo, cada vez que hablaban siempre terminaba mencionándole lo que el más joven, decía, pensaba o hacía.

_ Sabes que Afrodita no es el problema. ¿Qué es lo que de verdad te molesta? _ Pregunto, quería que el otro tomara conciencia de sus actos.

El de libra calló, entendía lo que le quería decir. Pero no deseaba admitirlo, tenía más de doscientos años y actuaba como un adolescente celoso.

Cambios (Dohko x Shiryu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora